La noche de Van Thuan

Un episodio del libro del mes, compañero imprescindible para juzgar estos días de confinamiento. «Ninguna celda, ninguna enfermedad ni demencia, tampoco la soledad extrema… podrán separarme de ti, si tú permaneces conmigo»
Guadalupe Arbona

Una lectura impresionante para estos días de encierro es la biografía novelada sobre el obispo de Saigon Van Thuan. Fue confinado y llevado de una cárcel a otra por el gobierno del pueblo de Vietnam presidido por Ho chi Minh durante 13 años. La autora es Teresa Gutiérrez de Cabiedes y se titula Libre entre rejas.

Uno de los episodios centrales es el capítulo que describe una de las noches más oscuras de Van Thuan en el presidio. El activo e inteligente obispo, encerrado por su fe, tiene un diálogo intenso con Dios. Está tirado en el barro en una estancia de dos metros al fondo de un desagüe, sin aire y rodeado de excrementos…, tratado como un gusano por el gobierno. Esa noche de agotamiento y de pánico, se dirige a Dios para que lo libre de la angustia y de la desesperación. No le parece justa su reclusión y gime a Dios. Es la noche oscura de un buen cristiano, de un hombre que cree que hace más falta fuera llevando a cabo sus obras de caridad y de ayuda a sus hermanos, apoyando la fe de sus compatriotas y la reconstrucción de su país. Pero entonces, Dios le dice algo que no espera: «Tú no te preocupes por los tuyos (…) Confía en mí. Yo me encargaré de tus obras ahí fuera». Le pide que le abandone las últimas de sus posesiones: el miedo y sus obras. Con esas palabras se quiebra algo en Van Thuan, algo que no tiene vuelta atrás. Se da cuenta de que el valor de sus acciones y sus quehaceres –todos buenos y hechos por amor de Dios– son obra de Otro. Ahora se le pide el abandono total y comienza la intensidad de un relato en el que vemos cómo su sacrificada pertenencia a la Iglesia en momentos de persecución le facilita el redescubrimiento de su mismo ser atravesado por una Presencia.

Esa noche el obispo da inicio a una nueva conciencia de sí, la de estar radicalmente acompañado. Esta conciencia lo hará irreductible –ante un poder crudelísimo–; y fecundísimo en la solicitación y florecimiento de la humanidad de todos los que se topan con él: guardias, comisarios, espías, compañeros de campo, de galeras. Una Presencia más fuerte que la oscuridad y el miedo le permiten descubrir la libertad en una cárcel. «Yo quiero elegirte a ti y quiero regalarte las obras (…) Lo único que me importa ya eres tú. Quédate conmigo. Necesito una Presencia en la oscuridad. Ahora todo es distinto. Ninguna celda, ninguna tortura, ningún tirano, ninguna enfermedad ni demencia, tampoco la soledad extrema… podrán separarme de ti, si tú permaneces conmigo».