La conferencia dedicada a Lorenzo Albacete en Nueva York

Nueva York. Un diálogo entre la libertad y la modernidad

Manhattan acoge una conferencia en memoria de monseñor Lorenzo Albacete a cargo del centro cultural Crossroads y dedicada a “fe y cultura”. Protagonista: un alumno del sacerdote americano, el profesor David C. Schindler
Annie Bacich

El corazón del Greenwich Village de Manhattan, que fue en tiempos el centro de la cultura norteamericana de vanguardia, se ha acogido The 2018 Albacete Lecture on Faith and Culture, una conferencia sobre fe y cultura patrocinada por el centro cultural Crossroads, organizada anualmente en memoria de monseñor Lorenzo Albacete, sacerdote y teólogo dotado con un agudo sentido del humor, que seguramente habría valorado mucho el aspecto bohemio de la sala situada en Bleeker Street.

Este año el encuentro se ha centrado en la esencia de la libertad y su empobrecida concepción moderna. Bajo la mirada de los brillantes ojos azules de monseñor Albacete, cuyo rostro aparecía proyectado al fondo del escenario en una pantalla gigante, David C. Schindler, profesor asociado de Metafísica y Antropología en el Instituto Juan Pablo II de la Universidad Católica de Norteamérica y antiguo alumno de Albacete, pronunció una lección muy estimulante sobre la naturaleza de la libertad, entendida según la tradición liberal clásica y su metamorfosis tras la llegada de la modernidad. Schindler se refirió a su último libro, Freedom from reality: The diabolical character of modern liberty (La libertad viene de la realidad: el carácter diabólico de la libertad moderna, ndt), donde reconstruye las raíces del significado de la libertad desde su definición original en la tradición antigua.

Greenwich Village en Nueva York

Schindler señaló que la transformación radical de la palabra libertad no es solo una cuestión puramente etimológica. «Una revolución de nuestra concepción del hombre provoca un cambio en el horizonte mismo de nuestro mundo y, si esto es verdad, supone que hay pocas cosas más importantes, tanto para el individuo particular como desde el punto de vista cultural, que prestar atención al significado de los factores centrales de la existencia humana, de esas cosas que nos hacen humanos. ¿Qué es la razón? ¿Qué es el amor? ¿Qué es la libertad? La respuesta que demos a estas preguntas fundamentales influye en la manera de comprenderlo todo, y por tanto afecta a todo».

Para los antiguos, el fundamento de la libertad era la pertenencia a una comunidad. El hombre libre se concebía como miembro de una comunidad, un ciudadano de la polis, lo que comportaba un conjunto de responsabilidades. En cambio, el esclavo era una entidad simple, que podía tener una tarea, pero una vez realizada esta ya no tenía ningún vínculo con la comunidad en su conjunto. Con la llegada de la modernidad, «hemos asociado la libertad con la esfera privada, con la posibilidad de perseguir y disfrutar de cualquier cosa que llegue a nuestra fantasía en sentido personal… Ya no es una cuestión pública, se ha reducido a un dominio privado». En el mundo contemporáneo, la libertad equivale por tanto a la posibilidad de elegir ilimitadamente, más que a la realización de la completitud o perfección de la naturaleza de algo.

Monseñor Lorenzo Albacete

A pesar de esto, según Schindler, «el carácter propio de este auto-debilitamiento de la libertad moderno, paralelo a una auto-exaltación que inevitablemente demuestra ser una banalización de la libertad, nos da una esperanza. Reconocer esta banalización bloquea la fascinación que de otro modo podría causar en nosotros, pero también comporta una tarea». Lo cierto es que «el deseo profundo de libertad no se verá colmado por la multiplicación de las opciones. Lo que en cambio lo puede colmar es la pertenencia, tener nuestro lugar en un orden auténtico y generoso, ser miembros de una comunidad que nos ayude a ver la realidad y discernir la profunda bondad que contiene, el bien que supone realmente para nosotros y que nos permitirá prosperar en esa libertad».

Durante la segunda parte del encuentro, José Medina, responsable de Comunión y Liberación en Estados Unidos, planteó algunas preguntas sobre el vínculo de la libertad con otros factores humanos fundamentales, como la virtud y el deseo. Schindler destacó que el cambio fundamental del concepto de virtud está estrechamente ligado al cambio en la manera de entender la libertad, desde su sentido clásico como «capacidad de perseguir la perfección de lo noble, bueno y bello», hasta el concepto moderno de virtud, entendida como el poder que tengo sobre mí mismo, en contraste con la visión cristiana de la existencia como dependencia de un creador amoroso. Medina preguntó en este sentido por el papel del “deseo”, un término tan querido para don Giussani, fundador de CL. «El deseo es algo que nos golpea, nos pone en marcha», respondió Schindler. «Para estar en movimiento plenamente, debemos poner en juego nuestra libertad de elección, pero el primer movimiento nace de algo bueno, hermoso, y en ese sentido el deseo no se centra en sí mismo sino que esencialmente está centrado en otra cosa, pues es otra cosa lo que me mueve».

Tal vez la intuición más importante del encuentro llegó hacia el final. «La primera reacción podría ser alejarse de esta cultura, intentar protegernos retirándonos», añadió el profesor. «Pero si en realidad la libertad es una respuesta a lo que nos viene dado, a nosotros hoy nos viene dado el mundo moderno. Este es el mundo en que vivimos, y una reacción tan simple no sería adecuada. Para empezar, debemos dar gracias por lo que se nos da». Respondiendo a la pregunta de Medina sobre cuáles pueden ser los puntos de partida positivos del concepto moderno de libertad, Schindler comentó que «hay autores que muestran una capacidad creativa auténtica, un sentido de las posibilidades que hoy tenemos y que los antiguos no tenían, y esto es algo muy valioso. Si disponer de tantas posibilidades nos da una cierta satisfacción y emoción, eso responde a algo que deseamos, y por tanto debe ser positivo. La clave está en arraigar nuevamente estos desarrollos modernos en la tradición, reconocer la belleza de esas posibilidades, y reconocerlas como fruto de nuestras relaciones reales, de nuestra posesión del bien. Eso puede liberarnos de un tipo de creatividad que va mucho más allá de lo que podríamos reconocer en la tradición clásica».

¿Pero está justificado un estudio tan prolongado de mutación de todos los conceptos? ¿Tratar de comprender el significado de algo es verdaderamente útil en realidad? «Sí», afirma Schindler. «La comprensión es un acto fundamental de apertura. Si llegamos a comprender cuál es el problema, eso no será solo un primer paso. Comprender un problema hasta el fondo es ya entrar en relación con el bien, precisamente a través del reconocimiento de cómo lo traicionamos, pero ese bien es ya liberador en sí mismo. Experimentamos la comprensión como algo liberador. Y la virtud no es más que enamorarse del bien, enamorarse de Dios. La virtud permite a Dios ser eficaz, dar fruto en mí».