Wael Farouq, Emilia Guarnieri y Ahmad al Tayyeb, Gran imán de Al-Azhar (foto meetingrimini.org)

El Meeting en Egipto. Para vivir “el don de la diferencia”

Tres días entre la histórica Biblioteca de Alejandría y El Cairo, hablando de astronomía, el 68 y la herencia del cardenal Tauran. Y el encuentro con Ahmad al Tayyeb, Gran imán de Al-Azhar: «creemos en el reconocimiento mutuo»
Davide Perillo

«¿El abrazo con el Papa? Un don de Dios. No teníamos nada programado. Pero sucedió». Una amistad imprevista pero real. Algo que nunca te imaginarías pero que «sucede». Como sucede que el Meeting de Rímini haya llegado hasta aquí, a la residencia de Ahmad al Tayyeb, Gran imán de Al Azhar. Y que la máxima autoridad del islam suní acoja a Emilia Guarnieri, presidenta del encuentro de Rímini, y a la delegación que la acompaña, con palabras de estima nada formales. «En este tiempo de crisis y sufrimiento, apreciamos muchísimo vuestro trabajo». Cuarenta minutos de verdadera cordialidad, donde se habla de diálogo y de paz («no creemos en el choque de civilizaciones sino en el reconocimiento mutuo», dice el imán), se cita a Juan Pablo II y a don Giussani («sin él no estaríamos aquí ahora», dice Roberto Fontolan, director del Centro Internacional de CL). Terminan así, de la mejor manera posible, los tres días que han llevado el Meeting a Egipto, para un evento organizado junto a la Biblioteca de Alejandría.

El tema es “El don de la diferencia”. Cuatro encuentros, una exposición y dos ciudades interesadas en una idea que surgió a finales de agosto, cuando Mostafa El Feki y Khaled Azab, director y responsable de proyectos de la institución cultural más importante de Egipto, volvieron tan impactados de Rímini que cambiaron la idea inicial: en vez de presentar el Meeting en Alejandría, que ya estaba previsto, organizar juntos un mini-Meeting nuevo. El mediador, naturalmente, era Wael Farouq, profesor de árabe y colaborador del Meeting riminés. Él también acompañaba a los italianos en las salas de la biblioteca el lunes por la mañana. Dos sesiones matutinas, una de tarde, mientras en el salón de al lado se celebraba un congreso de la FAO y arriba, por las once plantas de este templo de la cultura que mantiene unidos futuro y tradición (su fundación se remonta al siglo IV a.C., la nueva estructura con forma de astronave data de 2002), iban y venían estudiantes y turistas (pasan unos doce mil al día). Hoda Mikati, subdirectora de la biblioteca, subraya que hablar de la diferencia como don «es muy significativo, porque muchos países se están encerrando en sí mismos. Resulta un poco extraño este rechazo al extranjero. ¿Cómo podemos volver a celebrar la diferencia?». Como muestra, un pequeño “cómo” sucede justo aquí, delante de un centenar de personas, más de la mitad menores de 30 años.

Casa Al Sinnari en El Cairo

Farouq empieza hablando del Meeting, «que puede hablar del don de la diferencia porque la lleva incorporada». Emilia Guarnieri lo describe, siguiendo el hilo de los elementos que lo acercan aquí. «Es un lugar que nace para atraer la belleza. Y la belleza no sabe de discriminaciones. Resuena en el corazón de todo hombre, como hombre». Explica cómo nació el evento de Rímini, habla del «grupo de personas que conocieron a un hombre, don Giussani, capaz de mirar la realidad con una pasión y un deseo de conocer inmensos. Nos enseñó a hacer lo mismo. Porque hombres que dicen “verdadero” y “bello” en otro idioma están diciendo lo mismo que tú entiende. Ahí es donde nace el deseo de encontrarse con ellos». Se ve perfectamente en la amistad con Farouq, que se declara impresionado por cómo en Rímini «nadie nos pide abandonar nuestros puntos de vista, sino partir de nuestra identidad para hacer posible el encuentro». Algo que es mucho más que la idea de tolerancia. «Cuanto más nos identificamos con el otro, más lo vemos como parte de nosotros». No es casual que decir en árabe «me faltas» tenga la misma raíz que una palabra que indica el hambre, la pobreza. «Necesitamos al otro. Sin diferencia, nos quedaríamos vacíos».

En el segundo panel se habla precisamente de la diferencia como «base del conocimiento». Dos itinerarios fascinantes. Marco Bersanelli, astrofísico de la Universidad de Milán, acompaña al público en el descubrimiento del cielo, «punto de encuentro en el que todas las culturas se pueden reconocer. Si hay algo que nos une, es que estamos bajo la misma bóveda». Que atrae al hombre desde siempre. El viaje de Bersanelli parte de los graffiti de Cro-Magnon para llegar hasta Herschel, Leopardi y el Big Bang, pasando por el sistema ptolemaico (concebido justo aquí, en Alejandría) y una sura del Corán que llama la atención, pensando en los descubrimientos relacionados con la expansión del universo: «El cielo se ha construido de manera magistral, y nosotros agrandamos los espacios».

El astrofísico Marco Bersanelli en la Biblioteca de Alejandría

El otro itinerario es el de Salah Fadl, lingüista experto en Dante. Según él, la diferencia «es lo que permite desarrollarse, ir hacia la plenitud. No podemos contentarnos con aceptarla, debemos acogerla y entenderla». Para describir el pluralismo, usa la idea de un «mosaico, donde muchos puntos distintos dan una imagen completa».
El encargado de cerrar el acto es el propio Khaled Azab, que recuerda que Egipto «creció por capas, una sobre otra. Aquí no podemos hablar de tolerancia, sino de convivencia, desde siempre». Y cita el Museo de las religiones en el que está trabajando para subrayar justamente la importancia decisiva del pluralismo en esta región.
Acaba el encuentro, pero no el diálogo. Dos jóvenes se acercan a Bersanelli, empiezan las preguntas sobre la vida extraterrestre, la centralidad del hombre en el universo, el deseo de descubrir…

Por la izquierda: el imán Usama al Azhari, Mostafa El Feki, director de la Biblioteca de Alejandría, y Wael Farouq

Por la tarde, nueva sesión. Esta vez el tema es el 68. Es curioso que, entre las exposiciones del Meeting 2018, la Biblioteca haya pedido llevar a Egipto precisamente esta, realizada por una treintena de universitarios y un grupo de docentes italianos. Señal de que toca temas vivos en un país donde hace ocho años –y justo dos meses después de un memorable “Meeting Cairo” organizado por Farouq y sus amigos– estalló la revolución de la plaza Tahrir.
Abre el acto Sayed Mahmoud, uno de los jefes del equipo editorial de Al Ahram, el principal diario egipcio. Ha estado en Rímini dos veces. «Me considero un amigo y mensajero de este evento. Es un puente entre los pueblos». Entre los ponentes está Ahmed Shaaban, que vivió desde aquí el 68 y explica qué significó para la generación de jóvenes egipcios que habían vivido la Guerra de los seis días, con el ejército israelí a cien kilómetros de El Cairo. «También nosotros, como nuestros coetáneos europeos, buscábamos una liberación: ellos del capitalismo, nosotros de un ocupante. Esperábamos un futuro mejor. Hora muchos jóvenes piensan que el cambio es imposible. Yo sigo siendo optimista».

Guarnieri, por su parte, cuenta su 68. Un momento en el que, entre mil contradicciones, emergía «un deseo de autenticidad: la pregunta radical sobre uno mismo, sobre el significado de la vida, salía a la calle y se compartía». Hoy la herencia que queda es «el deseo de cambiar el mundo». Que también está vivo aquí cuando, a las preguntas del público sobre el paralelismo entre el 68 y la plaza Tahrir, Mahmoud responde que «existe la misma frustración», la sensación de una ocasión perdida. Mientras que Farouq habla de la necesidad de «no reducir el deseo a ideología, porque de otro mono no lo entenderemos. Yo estuve en la plaza Tahrir, es una de las cosas más hermosas que me han pasado. Allí los jóvenes no se movían por una ideología sino por un deseo de libertad. Debemos reconsiderar este deseo, entenderlo mejor». Exactamente igual que hace la exposición, que aparece en las pantallas de la sala, aunque se pudo ver mucho mejor durante todo el día siguiente en El Cairo.

La exposición ''Lo queremos todo 1968-2018» traducida al árabe

Allí el encuentro está previsto en un patio del XVIII de una pequeña joya de la arquitectura islámica, la casa Al Sinnari, residencia de una rica familia de mercaderes. Alrededor, bajo las espléndidas mashrabiya –ventanas árabes talladas en madera–, los paneles de la muestra. Y chicas con velo que contemplan las fotos del Che, Juan XXIII, Martin Luther King, leyendo en árabe los mismos textos que escribieron sus coetáneos para llevarlos a Rímini hace tres meses.
El tema es el pluralismo religioso, «base del conocimiento». Después de un saludo de Guarnieri, que habla de «un paso en la construcción de una amistad», la primera intervención es del nuncio de Egipto, monseñor Bruno Musarò. Habla del viaje de Francisco a El Cairo en abril del año pasado. «Una visita breve, solo 27 hora, pero fecunda». Sus encuentros con el imán de Al Azhar y el papa Tawadros, el líder de los coptos, son «signos de amistad», pero también símbolo de lo que es, o puede ser, Egipto: «Un lugar de encuentro entre pueblos y religiones. Encontrarse es vivir».



Luego llega el turno de Roberto Fontolan. Parte de una exposición ahora en Roma «con un título evocador, Je suis l’autre, “yo soy el otro”. Me ha recordado el lema del Meeting 2016: “Tú eres un bien para mí”». Frases que sirven de brújula en un recorrido por el pluralismo religioso, clave de la posmodernidad, y por la necesidad de buscar juntos esa “tierra media” entre el relativismo y el fundamentalismo que lo amenazan. Fontolan cita el Concilio Vaticano II y la Conferencia de Marrakech de 2016, para recordar los fundamentos sobre los que puede construirse el pluralismo: la libertad religiosa y la ciudadanía. «El desafío es mostrar a todos que la experiencia religiosa no mortifica, sino que exalta la libertad para construir en la sociedad»; como recordaba tantas veces el fallecido cardenal Tauran, «las religiones no son el problema, sin parte de la solución». Y el método es justo esto que está sucediendo aquí, en este momento. «Nos encontramos personas, no culturas. Yo soy otro, tengo algo profundamente común contigo. Partimos de aquí».

Palabras que Usama al Azhari, uno de los imanes de Al Azhar y asesor del presidente en asuntos religiosos, retoma y cita en una intervención muy significativa. «“Yo soy el otro” y “Tú eres un bien para mí” son expresiones que documentan un sueño compartido. Necesitamos un pensamiento que podamos buscar juntos y nos permita nadar en aguas más tranquilas, a salvo del fundamentalismo». Al Azhari no vacila al hablar del extremismo que, «con conceptos religiosos erróneos, aprisiona las mentes» para transformarlas «en miedo al otro». Con gran lucidez subraya la relación que existe entre esta «imagen sanguinaria de la religión» y las guerras, la emigración masiva a Occidente, los problemas evidentes de hoy. Explica que existe «un yo demoniaco, satánico», que hace creer al hombre que es superior y lo «encierra en sí mismo para despreciar al otro. Debemos trabajar juntos para hacer que nazca otro “yo” que lo compense, un “yo” luminoso. Que haga decir al otro: “Estoy aquí para ti, a tu servicio. No tengo derecho a vivir si tú no vives. Tú eres un bien para mí”. Me alegro mucho de colaborar con vosotros, del Meeting, en intentar proponer al mundo un modo nuevo de hablar de Dios». Exactamente lo mismo que luego dirá su responsable, el Gran imán Al Tayyeb, a la mañana siguiente. ¿Nos veremos en Rímini?