Monseñor Francesco Braschi

Rusia Cristiana. Libertad, incluso en el gulag

El Samizdat, la plaza Majakowskij, el 68... vistos desde Moscú y alrededores. Monseñor Francesco Braschi, presidente de la Fundación en Seriate, explica los temas y razones del congreso celebrado este fin de semana

Se cumplen sesenta años de las lecturas públicas de poesía en la plaza de Majakowskij. Cincuenta de las protestas juveniles del 68. «y 95 del nacimiento del padre Romano Scalfi». Monseñor Francesco Braschi, presidente de Rusia Cristiana, añade otro aniversario importante para los participantes en un congreso de cuatro días organizado por esta fundación el pasado fin de semana. «Hemos querido partir de un texto del padre Romano, Mi Rusia, que nos está ayudando mucho por sus contenidos tan pertinentes y por su sintonía con el camino que Julián Carrón está invitando a hacer al movimiento de CL».

El doctor de la Biblioteca Ambrosiana cuenta el origen de un encuentro de tres días en los que se alternan 21 ponentes. «Hombres libres. La cultura del Samizdat responde al momento actual» es el título del evento. «Estamos convencidos de que el Samizdat (un fenómeno cultural de difusión de textos clandestinos contra el régimen que se repartía por la Unión Soviética desde los años 50, ndr) con sus características contiene una respuesta que sigue siendo válida aún hoy para la crisis humana que estamos viviendo», añade monseñor Braschi. «Por eso lo volvemos a proponer confiadamente dentro de las mesas redondas organizadas por la asociación de Scalfi». Volver a partir del valor de la persona es para Braschi la única manera, hoy igual que entonces, de responder a la crisis contemporánea. Exactamente igual que hacían los jóvenes del Samizdat, «incluso cuando las dificultades y persecuciones que sufrían parecían impedir cualquier respuesta posible».



Los ponentes que intervienen sobre estos temas «no son solos historiadores, profesores o periodistas, sino personas que ante todo están viviendo en la Rusia de hoy y vuelven a proponer esta cultura de forma activa. Porque el Samizdat no es un fenómeno del pasado sino algo vivo y presente». A mayor razón en un momento tan particular, ante la crisis que estamos viviendo todos, tanto en los países de tradición democrática como en los exsoviéticos. Ambos viven un drama común constituido por la pérdida de valores civiles, sociales y políticos, el individualismo y el miedo al futuro. De ahí la pregunta que subyace a estos tres días de encuentros: ¿de dónde nace esta insatisfacción? ¿Y qué esperanza tenemos para el futuro? «Los jóvenes de entonces intentaban responder a una tendencia masificadora, que veía al hombre solo como parte de un engranaje». Pero la respuesta, es obligada la comparación con la historia europea, no era violenta. Al contrario. «Teníamos una profunda estima por lo humano», continúa Braschi. «Incluso por lo humano que había en aquellos que en aquel momento histórico perseguían a los cristianos y demás ciudadanos».

Una actitud que, dice, se desplaza ligeramente de la de aquellos jóvenes del 68. «Los chavales del Samizdat conocían muy bien el intento de dar respuestas preconcebidas, ideológicas, vivían inmersos en la ideología. Los jóvenes occidentales, en cambio, se encontraban en un contexto totalmente distinto y tal vez por eso pensaban que el cambio llegaría imponiendo una idea sobre la realidad y no volviéndose capaces de escuchar ese punto original que es el hombre, el hombre libre».

El congreso ha tenido lugar en un momento delicado para todo el cristianismo oriental, especialmente el ortodoxo, que vive un endurecimiento de la relación entre los patriarcados de Moscú y Constantinopla por la petición de independencia de la Iglesia ortodoxa ucraniana, donde se corre un grave riesgo de ideologizar los problemas. «También a nivel eclesiástico, puede suceder que prevalezcan solo los bandos, posiciones diferentes basadas en interpretaciones de derecho canónico o reglas antiguas». Pero el hombre necesita ser mirado y sostenido en su deseo de vivir la fe con plenitud. Entonces, «la “cultura del Samizdat” dice hoy a obispos y patriarcas lo mismo que decía al régimen soviético: volvamos a mirar a la persona antes de cualquier otra cosa».

De esto se ha hablado en el congreso. De hombres libres, sencillamente. «Estamos en el gulag, tenemos una campana que lo va marcando todo, pero incluso ahí podemos ser libres porque sabemos a quién pertenecemos», concluye Braschi citando un texto de un grupo de prisioneros lituanos. Así es posible ser libres. «Lo mismo que, en otros términos, oímos hace unos días de Assago, en la Jornada de apertura de curso de CL».