Una extraña compañía, un estupor apasionado

Este verano se ha publicado la traducción al español del libro de Luigi Giussani “Una extraña compañía”, que recoge las meditaciones de los ejercicios de la Fraternidad de CL de 1982 a 1984
Alessandro Banfi

No nos encontramos ante un manual, sino con una ayuda extraordinaria para reflexionar sobre el momento actual y sobre nuestra historia. El título sintetiza a la perfección la descripción de lo que es una amistad, “una extraña compañía”. Recoge los textos de los Ejercicios espirituales que se celebraron justo después del reconocimiento pontificio de la Fraternidad, de 1982 a 1984, los primeros tres años. Al principio no solo hay frescura y autenticidad, sino también claridad de intenciones y el florecer de un método que luego seguirá adelante 35 años después. No en vano, en los Ejercicios del año pasado, Julián Carrón retomaba justamente estas meditaciones como punto de partida. Pero también emergen aquí las primeras cuestiones que surgieron. Carrón lo subraya en el prólogo. «La obra que se nos pide en la Iglesia de hoy», explica Giussani, «se llama ‘movimiento’, movimiento de Comunión y Liberación».

No se trata de una organización con un proyecto a realizar, sino de un método, un camino, un instrumento. «El movimiento no lo crea la organización, sino la vida de las personas. La organización es un instrumento, es como el cauce de un río; el río no es el cauce, sino el agua que corre por él». La vida de las personas, otro punto sobre el que Giussani vuelve en varios momentos de las asambleas. Como diciendo: vosotros, adultos, estableced libremente vuestro grupo de amigos, nombrad de entre vosotros a un secretario que no tenga otra tarea que coordinar, elegid una regla sencilla y si es posible cotidiana («entrar en la Fraternidad quiere decir entrar en una regla. Y la regla es seguir una compañía guiada hacia nuestro destino, que es Cristo»), y sobre todo llamaos, charlad, compartid todas las cuestiones de la vida. Y estad abiertos a todos, «los nuevos que llegan a nuestra compañía son como una bocanada de aire fresco (...) como si estos recién llegados trajeran lo que ciertamente también nosotros tuvimos al principio: al menos una pizca de deseo del camino».

En esta “vida de las personas” que es el movimiento permanece constante el reclamo al inicio, al origen, al punto de partida. Sigue diciendo Giussani: «Nuestro punto de partida es la pasión por Cristo, es el estupor apasionado ante lo que ha sucedido y sucede». Lo central, lo siempre original en el sentido más literal de la palabra, es el acontecimiento de Cristo, el estupor ante el Misterio. En los Ejercicios de 1983, la descripción del “hombre nuevo” que se ha encontrado con Jesucristo coincide con la descripción de una antropología fascinante. «El hombre que reconoce que pertenece a Dios, que su yo pertenece a otro –es decir, que la esencia de su vida, la ley que rige su vida es el amor, porque amar es reconocer que mi vida eres tú, que mi vida es afirmarte a ti– es tan distinto que las relaciones que establece con más profundas de las que nacen de la carne y la sangre, del gusto, el interés, la conveniencia y el instinto». ¿Quién no querría vivir así?