Don Giussani y Giovanni Testori en los años ochenta

Aquel artículo que marcó el inicio de la amistad entre Testori y CL

El relato de cómo empezó la amistad entre el fundador de CL y el escritor Giovanni Testori, tras la publicación de su artículo en el Corriere della Sera sobre el secuestro de Aldo Moro
Alberto Savorana

El 20 de marzo de 1978, pocos días después del secuestro de Aldo Moro, se publicó en el Corriere della Sera un artículo de Giovanni Testori en el que decía que, leyendo los periódicos y viendo la televisión, «lo que más nos ha angustiado es que (…) no se nos ha concedido toparnos con una sola pregunta que albergara la necesidad desesperada de una posible explicación total y, por lo tanto, religiosa, del punto al que ha llegado la vida (…). El hombre y su sociedad están muriendo por exceso de realidad; pero de una realidad privada de su sentido y de su nombre: esto es, privada de Dios. Por consiguiente, de una realidad irreal».
Un grupo de universitarios de CL, impresionados por sus afirmaciones, telefonearon al famoso intelectual con el deseo de conocerlo. Sus palabras sobre aquella tragedia sonaban a sus oídos no solo fuera de todos los esquemas propios del debate público sino también correspondientes con la experiencia que habían comenzado en la universidad con don Giussani. Unas semanas después, como cuenta Alberto Savorana en “Luigi Giussani. Su vida”, Testori se encontró por primera vez con el sacerdote. Fue el inicio de una gran amistad, que proponemos recordar coincidiendo con el 25 aniversario de la muerte del escritor.


A mediados de abril de 1978 Giussani conoció a Giovanni Testori. El origen del encuentro entre los dos lombardos fue precisamente el artículo del escritor sobre el secuestro de Moro: «Aquella noche [el 20 de marzo de 1978, nda], como muchas otras, Luigi Amicone y yo habíamos sido invitados a cenar a un piso de estudiantes de la Universidad Estatal de Milán por nuestro amigo Riccardo Bonacina», recuerda Antonio Intiglietta. «Nada más entrar, Riccardo se dirigió a nosotros y nos hizo leer un estupendo artículo de Testori que hablaba del sentido de la vida». Los tres vieron que correspondía con la experiencia que tenían ellos, reconocieron en él una profundidad, una dramaticidad, una claridad para leer el corazón del hombre tal como experimentaban cada vez que se reunían con Giussani. Lo que les parecía totalmente increíble era que el artículo llevaba la firma de una personalidad que era expresión de un mundo muy distinto del suyo. Continúa Intiglietta: «Decidimos ir a conocerle para darle las gracias y comunicarle que también nosotros estábamos viviendo una experiencia dramática y bella, el encuentro con la experiencia cristiana por medio de la humanidad de don Giussani». Y así, a la mañana siguiente, desde la cabina telefónica del segundo claustro de la Universidad Católica, Intiglietta llamó a Testori: «Asombrado, nos dio enseguida una cita».

Amicone recuerda: «Llamamos a su puerta en la vía Brera. Nada más entrar, él se menospreció porque pensaba que no resultaba interesante. Lo que más le sorprendía era que desde un mundo tan lejano jóvenes católicos vinieran a buscarle».
En aquella ocasión nació la idea de organizar una comida con don Giussani, en un restaurante de la plaza Aquileia. Al presentarse en su oficina para acompañarle a la cita, Intiglietta encontró a Testori titubeante y tenso: «No se sentía ‘digno’ de esa oportunidad». Entraron en el restaurante, y sentado a una mesa al fondo de la sala estaba Giussani, que le esperaba en compañía de algunos amigos: «Apenas le vio, se levantó para ir hacia él. Giovanni estaba totalmente conmovido, hasta las lágrimas. Don Giussani, conmovido él también, le abrazó. Testori, llorando, seguía diciendo que él –que había renegado y blasfemado de Dios– no era digno de estar delante de don Giussani. Y luego explicó que se había pasado la vida tratando de quitarse de la frente la cruz que le habían impreso en el bautismo. Y que cuanto más se esforzaba por eliminarla con más potencia se manifestaba, hasta que la muerte de su madre le había regenerado a la vida. Dijo que era como si su madre, al morir, le hubiera parido de nuevo». Entretanto Giussani, «profundamente impresionado por la humanidad de Giovanni, continuaba agradeciéndole el haberle conocido, recordándole que lo que él llamaba blasfemias eran como una oración desesperada que ahora encontraba su respuesta».

Durante una reunión del Consejo de CL, Giussani relató que, mientras comían juntos, el escritor decía: «Bien, esperemos que no nos abandonéis a la deriva. Porque somos como piedras, ahora ya desgajadas de la hegemonía radical-marxista, de la que yo también me he separado». Y esto, cuenta Giussani, había sucedido «por la ‘mecha’ de la muerte de su madre, de la enfermedad de su madre que le trastornó. Y hablaba también de otros nombres, el único que escuché bien yo, porque lo conocía, era Carlo Bo, que hacía poco tiempo se desahogaba con él y decía: ‘¿Adónde iremos?’». Giussani constató que ellos no tenían «puntos de referencia», es decir, gente «a la que dirigir de vez en cuando una palabra».

Desde aquel momento empezaron a verse semanalmente Testori y aquel grupo de jóvenes, como recuerda Amicone: «Salíamos a comer juntos. Testori quiso conocer más el movimiento: él y don Giussani tuvieron un diálogo conjunto con los universitarios», durante el cual Testori dijo: «Hay momentos en que el destino personal y el social se encuentran. Es como si la muerte de mi madre y la tragedia de Moro me hubieran empujado a reconocer esto».

En una reunión con sacerdotes del 29 de mayo de 1978, Giussani invitó a prestar la máxima atención a lo que escribía Testori: «Como uno de los primerísimos exponentes de la mentalidad radical italiana, artista de gran nombre, crítico de arte, si no el primero en Italia, casi», tras la muerte de su madre «se ha convertido de nuevo». Contó que acababa de leer en el Corriere un infamante artículo de Moravia contra Testori, que resumió con estas palabras: «¡Vive de cierta manera, ¿cómo puede escribir así?!». Por el contrario, para Giussani los artículos del gran escritor lombardo eran «una revolución en la prensa italiana, porque la prensa italiana está dominada por el tipo de cultura que depende de Moravia y algunos más».