Gaetano Previati, "Camino al Calvario", 1904

Gaetano Previati. El Via Crucis, incendio del corazón

Un ciclo de obras conservadas en los Museos Vaticanos llega al Museo Diocesano de Milán con motivo de la Cuaresma. De camino al Calvario. El artista no se limita a representar una escena sino que la revive como pocas veces sucede en el arte
Giuseppe Frangi

Uno se queda impresionado sobre todo con ese rojo, un rojo profundo, el rojo escarlata de la túnica de Cristo que es la única nota cromática en medio de ese ocaso del mundo. Estamos hablando del gran Via Crucis de Gaetano Previati, que por primera vez después en 50 años ha dejado el Vaticano para erigirse en corazón de una exposición en el Museo Diocesano Carlo Maria Martini de Milán. Una ocasión sin duda de profundizar en esta Cuaresma. Resulta extraño, en esta modernidad, toparse con un artista capaz de desarrollar de un modo tan razonado, coherente y al mismo tiempo tan vívido un tema sagrado tan comprometido como el Via Crucis.
Previati se involucró en esta empresa no porque alguien se lo encargara sino por iniciativa propia. De hecho, presentó las 14 telas a la Quadriennale de Turín en 1902, una cita totalmente laica.

La luz es la de un dramático ocaso con un sol herido que lanza sus rayos sobre sus protagonistas. Los personajes se encuentran hacinados en el estrecho espacio de la tela, todos reunidos en torno a Cristo que sube al Calvario bajo el peso de la Cruz, para escoltarlo o acompañarlo. Resulta difícil permanecer ajeno, limitarse sencillamente a mirar, una vez que te encuentras ante esta secuencia de imágenes. Hay una densidad, pictórica y humana, en estas telas que parece desbordar de ellas, por lo que uno queda como “preso”, profundamente marcado en el corazón.

Exposición en el Museo Diocesano de Milán, hasta el 20 de mayo de 2018

El Via Crucis de los Museos Vaticanos llegó a Milán para coronar otra importante obra de arte sacro de Previati, parte de la colección del Museo Diocesano por una donación de Nella Bolchini Bompiani. Se trata de un Camino al Calvario, donde el artista casi parece imaginar lo que pasaba detrás, entre aquel cortejo que acompañaba a Cristo. En la tela, que se desarrolla totalmente en horizontal, vemos grupos de mujeres que suben claramente fatigadas y atormentadas. A sus espaldas, la luz del ocaso; y por delante, la sombra de las tinieblas. Como escribió un crítico de la época (la obra es de 1904), «el ojo busca al Nazareno que cae bajo el peso de la cruz, busca a Simón de Cirene y a la multitud… Pero no los encuentra. Previati no nos muestra al grupo principal sino al del final. Son los dolientes… y en medio de ellos, sostenida por mujeres piadosas, María». Las mujeres avanzan juntas, casi unidas unas a otras, por algo implícito que las pone en un mismo camino. Ese modo de hacerse compañía tiene algo humanamente consolador para nosotros. Resuenan ante esta tela los versos de Charles Péguy en El misterio de la caridad de Juana de Arco. «También ella (María, ndr) había subido. / Entre la muchedumbre, un poco atrás. / Había subido al Gólgota. / Hasta el Gólgota. / A la cumbre. / Hasta la cumbre. / Donde estaba ahora él crucificado».



María sube, y la pintura de Previati parece participar casi físicamente, con esa materia compacta y corpórea, de su fatiga, de su subida. Previati no se limita a representar la escena, imaginada al margen de la narración evangélica, sino que se suma a ella, vive desde dentro esa sensación de ceguera determinada por el hecho de que el ojo busca a Cristo y no lo encuentra, porque él está más allá. Busca y no encuentra esa túnica rojo escarlata que evoca la sangre pero también el fuego del corazón.

Fotografía conservada en la iglesia de los santos Quirico y Paolo en Dogliani (Cn)

Un rojo que queda en la memoria. Ese rojo que en palabras de Luca Bressan, en la introducción del catálogo de la muestra, asume también otro valor. Un rojo que simboliza el deseo de Cristo, a través de su pasión y muerte, de atraer a todos hacia sí. Dice Jesús en el Evangelio de Juan: «Cuando sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí». Y comenta Bressan: «En la inminencia de su Pasión, el Señor, con la expresión “atraeré a todos hacia mí”, indica la interpretación original que él mismo da a su propia muerte».