El cardenal Gerhard Ludwig Müller.

«Ampliar el horizonte de la vida, más que alargarla»

El libro del padre Lepori que aborda el tema de la muerte se presenta en la Universidad Lateranense. Junto al autor, el editor David Cantagalli y el cardenal Gerhard Ludwig Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe
Silvia Guidi

Fue el libro de cabecera que el padre Romano Scalfi leyó, subrayó y meditó durante los últimos días de su vida terrena. ¿Solo se vive para morir?, publicado en Italia el verano pasado, recoge algunas lecciones y conferencias del padre Mauro-Giuseppe Lepori, abad general de la orden cisterciense. El título -técnicamente "erróneo" según los expertos de marketing porque contiene la palabra tabú por antonomasia- da a entender la intención explícita de abordar cara a cara un tema que se suele censurar.

Se trata de una lectura «que hace mucho bien», dijo sencillamente Pierangelo Sequeri al dar comienzo, junto al editor David Cantagalli, al acto de presentación de este volumen el pasado 24 de febrero en la Pontificia Universidad Lateranense de Roma, antes de dar la palabra al autor y al cardenal Gerhard Ludwig Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Ambos aprovecharon la ocasión para recordar la figura y la obra del fundador de Rusia Cristiana. Saber que Scalfi estuvo acompañado hacia su encuentro definitivo con el padre eterno por estas meditaciones es «algo que me llena de silencio ante el Misterio», dijo el padre Lepori: «A menudo gracias a la lectura de los demás entiendo mejor mis libros, y me doy cuenta sobre todo de que no son míos».

Las preguntas más serias y profundas nacen siempre de la vida "normal", de hechos concretos: el título del libro nace de la de una niña de doce años que fue con su madre a visitar a su abuelo, gravemente enfermo. Una pregunta que tomar en serio, que no se podía archivar con prisas, que obligaba a resistir la tentación de desviar la mirada de la consternación que nos invade al experimentar el límite. «Mientras la cultura moderna trata de censurar la muerte, san Benito recomienda en su Regla "tenerla siempre en el rabillo del ojo", todos los días, suspectam habere», afirmó
Lepori: «Pocas líneas antes se dirige a quien desea la vida y la felicidad con pasión, con toda la avidez propia del espíritu. El término que usa es justamente concupiscentia. En cambio nuestro mundo teme la muerte sin amar la vida». Por eso es necesaria una continua educación de la mirada, «educar para ver lo invisible, como Moisés».

En nuestra época, continuó sobre el mismo tema el cardenal Müller, sufrimos las consecuencias del lento «desmoronamiento del sentido de la vida y de la muerte», y del continuo esfuerzo por seccionar y disociar al uno del otro en todos los aspectos primordiales de nuestra existencia, que queda reducida a categorías de productividad y rentabilidad. El proceso anestésico de las conciencias se realiza de muchas formas. «El corazón está hecho para desear la eternidad pero este deseo tiende a acallarse, se intenta sofocar por todos los medios». El homo sapiens se ha convertido en un homo faber empeñado en transformar las cosas en busca de un bienestar únicamente material. Por eso «la muerte se ve como el umbral previo a la caída en la nada, la máxima distancia posible del amor». Se intenta eludir el problema porque es la negación más radical de la autosuficiencia del hombre contemporáneo. La consecuencia de esta censura es «na continua condena a la contingencia y a la precariedad», contentarse con sobrevivir sin vivir verdaderamente. Perdemos la ocasión de vivir consciente e intensamente, como nos recuerdan los mártires con su testimonio. El mártir, añadió Müller, «ama la vida hasta morir, hasta hacer de su propia decisión un acontecimiento de vida que contradice la mentalidad del mundo, la mayor revolución cultural posible».

Para los adultos, continuó de nuevo el padre Lepori recordando la muerte de su abuela siendo él un niño, la persona que le dio a conocer a Jesús, la muerte se ha convertido en un tabú innombrable, pero «encontrar alguien a quien amar para siempre es algo muy hermoso, que llena de alegría. A los niños no les cuesta entender esto». De este modo se puede entender también qué es la misión: «Poder vivirlo todo con Cristo y poder vivir a Cristo con todos».

Al terminar el encuentro, muchos comentan las palabras del padre Lepori con un aforismo casi con el formato de un tuit: «Normalmente pensamos en cómo alargar la vida, en cambio debemos preocuparnos por ensancharla».