«Como lágrimas en la lluvia»

Hace 33 años, la película de Scott destacaba entre los clásicos de la ciencia ficción. Al replicante Roy se le confía la última línea, que grita todo el dramatismo de una vida que termina. Un set en silencio, ante el espectáculo del corazón del hombre
Luca Marcora

Los Ángeles, 2019. Al agente de policía Rick Deckard (Harrison Ford), de la unidad Blade Runner, se encargar "retirar" a los replicantes que han huido de las colonias al mundo exterior, guiados por Roy Batty (Rutger Hauer)...

En el set de Blade Runner va a rodarse la última secuencia con Roy Batty. Las luces iluminan la escena, bañada por una lluvia incesante en esa oscura ciudad de Los Ángeles del futuro. El equipo y los actores están agotados por el rodaje en esas condiciones. Durante toda la película, Rick Deckard ha seguido a Roy, pero ahora los papeles se han invertido: es Rick quien huye de Roy, feroz como un lobo. Un salto equivocado y Deckard se queda agarrado a una viga, colgando en el vacío. El replicante, en pie, le echa en cara lo que significa vivir aterrorizado por la muerte. Pero cuando Rick, exhausto, se suelta, Roy inesperadamente lo agarra y le pone a salvo.

Uno frente a otro, los dos enemigos se observan. Y Rutger Hauer pronuncia uno de los monólogos más famosos de la historia del cine: «Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser». Luego, inspirado por las circunstancias, añade una frase que no estaba en el guión: «Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia». Todo el set permanece en silencio. «Es hora de morir». El rodaje ha terminado. Algunos aplauden. Otros se conmueven hasta las lágrimas.

Todo el sentido de Blade Runner, película inspirada en una novela de Philip K. Dick, reside en esas palabras improvisadas por el actor holandés: «All those moments will be lost in time, like tears in rain». Nostalgia dramática de una vida que se va, nostalgia que carnalmente se convierte en un clavo en la mano de Roy cuando la muerte empieza a apoderarse de su cuerpo artificial. Este film de Scott, que estableció más que ningún otro los cánones de la ciencia-ficción en los años ochenta, anticipa todos estos desafíos que la sociedad está viviendo actualmente: la contaminación ambiental y el exceso de construcción, los cambios climáticos radicales, la superpoblación y el mestizaje de razas y etnias, la inmensa soledad y el aislamiento aun dentro de una multitud alienante. Y, sobre todo, la posibilidad de crear y modificar al hombre en un laboratorio a nuestro gusto, decidiendo su sexo, sus rasgos, incluso el objetivo de su existencia. Los replicantes son seres perfectos, pero sin recuerdos y sin pasado. Sin embargo, son capaces de aprender y desarrollar emociones, incluso de amar. Por eso se les impone una fecha de caducidad, una duración: cuatro años, transcurridos los cuales tendrán inevitablemente que apagarse.

El gran enemigo, la muerte, tampoco ha sido derrotada en el futuro. Pero los sentimientos y emociones que sienten los replicados son reales, ¿por qué entonces todo debe perderse, «como lágrimas en la lluvia»? Roy y sus compañeros volvieron a la tierra en busca de su creador, el doctor Tyrell (Joe Turkel), el único al que pueden dirigirse para pedirle más vida: «Padre», le llama Roy. Pero es un padre sin respuestas, incapaz con toda su ciencia de donar un segundo más a su hijo predilecto. Solo queda espacio para la rabia ante una promesa que no se mantiene, que se convierte para Roy en sed de venganza. Replicante y hombre hacen lo que tienen que hacer, yendo hasta el fondo, implicándose hasta las últimas consecuencias en esta lucha por afirmar su propio ser. Hasta que, uno delante del otro, los dos enemigos descubren que tienen la misma nostalgia de la vida. Es decir, el mismo corazón. «No sé por qué me salvó la vida, quizá en esos últimos momentos amaba la vida más de lo que la había amado nunca. No solo su vida, la vida de todos, mi vida. Todo lo que él quería, eran las mismas respuestas que todos buscamos: ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿cuánto tiempo me queda? Todo lo que yo podía hacer era sentarme ahí y verle morir». Aquel día, en el set, el equipo y los actores se conmovieron hasta las lágrimas. Habían descubierto de qué está hecho el corazón del hombre.

Blade Runner (USA 1982) de Ridley Scott con Harrison Ford, Rutger Hauer, Sean Young, Daryl Hannah, Brion James, Joanna Cassidy, Edward James Olmos, M. Emmet Walsh, Joe Turkel, William Sanderson DVD Warner Home Video