La portada de ''La canción de Bernadette''.

Lo sagrado según Hollywood, sin efectos especiales

En 1943, Henry King puso en escena la historia de la santa vidente de Lourdes. Una película que aún hoy se aprecia por su realismo. Y por esa sencillez que enfrenta a cada uno a una elección
Luca Marcora

¿Puede una película mostrar lo sagrado? ¿Puede hacerlo el cine clásico de Hollywood, ese que con sus férreas reglas se proponía ante el espectador como modelo perfecto para mirar la realidad? Desde sus orígenes, el cine siempre se ha medido con este desafío: evocar, mostrar, mediante lugares y cuerpos reales que aparecen ante la cámara, “otra” dimensión que entra en la realidad y la transfigura. Decía Julien Ries que «el hombre conoce lo sagrado porque lo sagrado se manifiesta. Una hierofanía es una manifestación de lo sagrado, es decir, un acto misterioso mediante el cual algo “totalmente distinto” se manifiesta en un objeto o ser de este mundo profano». Es lo que le sucede a Bernadette Soubirous, la única que pudo ver a Alguien que a la vista de los demás permanecía invisible. ¿Cómo puede mostrarnos el cine un hecho tan extraordinario?

Adaptando Das Lied von Bernadette (La canción de Bernadette) de Franz Werfel (1941), la Bernadette de Henry King destaca sobre todo por la sobriedad y realismo de su puesta en escena, además de por la acertada elección de confiar el papel principal a la entonces casi debutante Jennifer Jones, cuyo luminoso rostro, por sí solo, muestra toda la sencillez y alegría de ese encuentro tan extraordinario con la Señora de la gruta de Massabielle.

La película comienza con un subtítulo muy fuerte para un film producido por un estudio tan importante como el 20th Century Fox: «Para aquellos que creen en Dios, ninguna explicación es necesaria; para los que no creen, ninguna explicación es posible». Ante la desarmante sencillez de Bernadette, que sabe que no es especialmente inteligente, pero que también sabe reconocer la evidencia de un hecho, hay quienes la creen y empiezan a seguir lo que ella sigue. Pero hay también quien se cierra en banda: «A su alrededor se desencadena el carrusel de los apetitos, frente al cual ella queda indefensa: los poderosos, con el alcalde a la cabeza, proyectan hoteles, sueñan con el agua embotellada de la santa y su exportación por todo el mundo. Las autoridades oscilan entre la incredulidad y el fastidio. Las hermanas del convento la maltratan. La mezquindad generalizada es el único gran enemigo, no solo de Bernadette sino de lo que representa el Procurador Imperial (Vincent Price), ateo y racionalista» (A. Cappabianca, El cine y lo sagrado).

Bernadette es el instrumento que elige la Virgen María para llegar a todos: se solicita la libertad de cada uno para adherirse a este anuncio, una libertad que puede abrirse (como los primeros que corren con la joven hacia la gruta) o cerrarse ante la novedad (las autoridades civiles). Una libertad que necesita un camino para encontrar la propia dirección (los padres o Peyramale, cuyo escepticismo poco a poco se transforma en certeza segura). Es en estos caminos humanos de libertad donde el film sabe hacer emerger la dimensión de lo sagrado, con fuerza pero también con discreción. Porque lo sagrado, en el cine y en la realidad, no necesita grandes efectos especiales: es un encuentro con algo imprevisto, sucedido hace dos mil años. Experimentable y visible aún hoy: directamente, o en el rostro del amigo que camina a tu lado.

La canción de Bernadette (USA 1943) de Henry King
con Jennifer Jones, William Eythe, Charles Bickford, Vincent Price, Lee J. Cobb, Gladys Cooper, Aubrey Mater, Charles Dingle, Anne Revere, Roman Bohnen
DVD 20th Century Fox