Prosperi: «Solo la esperanza construye»

El saludo del Presidente de la Fraternidad en la misa por la paz presidida por el cardenal Sean O'Malley en el New York Encounter 2023

Buenos días a todos. En nombre de todo el movimiento de Comunión y Liberación y del New York Encounter, quiero dar las gracias de corazón a Su Eminencia el cardenal O’Malley por la caridad que ha tenido con nosotros al celebrar con nosotros esta santa misa. También agradezco vivamente su presencia a monseñor Pierre y a monseñor Guzdiak, a los obispos Barres, Massa, Raica y Varden. Gracias también a todas las autoridades eclesiásticas y civiles que han participado, y naturalmente gracias a todos los aquí presentes.

Ofrecemos esta santa misa por las intenciones del papa Francisco en favor de la paz. Esta celebración se enmarca en el contexto de numerosos momentos públicos de oración y encuentro en favor de la paz que Comunión y Liberación está promoviendo en varios lugares del mundo. De hecho, el papa Francisco, en la audiencia que nos concedió en la plaza de San Pedro el pasado 15 de octubre, con motivo del centenario del nacimiento de don Luigi Giussani, dirigió estas palabras a nuestro movimiento: «Os invito a acompañarme en la profecía por la paz – ¡Cristo, Señor de la paz! El mundo cada vez más violento y guerrero me asusta realmente, lo digo de verdad: me asusta». Son palabras que nos llaman a una responsabilidad muy concreta.

En un manifiesto en favor de la paz publicado por Comunión y Liberación hace unos meses, decíamos: «No hay nada más conforme a la aspiración profunda del corazón del hombre que la paz». Teniendo en cuenta todas las miserias humanas, cito de nuevo al Papa, hay que «hacer todo lo posible para que la guerra no sea la última palabra». Es decisivo que cada uno de nosotros tome conciencia de ello, pero también quienes inciden más directamente en las decisiones de los gobiernos y de la comunidad internacional. Creer en la fuerza del diálogo, en el fondo, parte del desafío a la razón que supone el hecho de que el otro es un bien para mí. En este sentido, la postura de la Iglesia es absolutamente razonable al buscar la paz a toda costa, incluso cuando nadie la quiere.

Nuestra responsabilidad, también como movimiento, es sobre todo la de construir con paciencia, día tras día, lugares de educación y esperanza, favoreciendo relaciones donde la mirada hacia el otro comprenda todo lo que él es. Así se genera un juicio común capaz de superar los esquemas dictados por el poder o la ideología. Es una labor educativa. Don Giussani, después de un atentado en el que perdieron la vida varios soldados italianos en Iraq en 2003, hizo este comentario: «Si hubiera una educación del pueblo, todos estarían mejor».

Gracias a la educación recibida viviendo el carisma de Comunión y Liberación han nacido obras que con su presencia sobre el terreno devuelven y generan ocasiones para ponerse “en acción” por la paz. El deseo de paz se vuelve así generador de una conciencia nueva del sujeto y de la comunidad, y por tanto de modalidades operativas. El New York Encounter desea ser, con su operatividad y su gratuidad, un pueblo que se pone en juego mediante una de esas modalidades posibles. La tarea que sentimos como cristianos es por tanto la de testimoniar en un trabajo diario que solo la esperanza construye. Y la esperanza, como nos enseñó don Giussani, «es una certeza en el futuro en virtud de una realidad presente», que es Jesucristo.
En nombre del amor que nos es donado por Cristo, sed constructores de paz. Como decía el arzobispo de la Madre de Dios en Moscú –¡en Moscú!–, monseñor Pezzi, «la única manera de vivir es ser humildes constructores de la paz y defensores de la justicia».

Esta humildad puede cambiar nuestra manera de estar frente al mal de la guerra y frente a cualquier mal, hasta vivir la experiencia de una verdadera misericordia, hasta desear amar al otro como Dios nos ha amado. Don Giussani terminaba así su testimonio en el encuentro de los movimientos en Roma en 1998: «El misterio de la misericordia desborda cualquier imagen humana de tranquilidad o de desesperación. […] El Misterio y su misericordia queda como la última palabra, aun por encima de todas las negras posibilidades de la historia».

Davide Prosperi