Voluntarios trabajando en la barra Foto: EncuentroMadrid

EncuentroMadrid. Vale la pena dar la vida así

Del 25 al 27 de octubre se ha celebrado la 21ª edición de EncuentroMadrid bajo el lema “Estoy vivo y creo que la trama de la vida es preciosa”, palabras de Takashi Nagai, médico japonés que sobrevivió al estallido de la bomba atómica en Nagasaki
Isabella García-Ramos Herrera

En mi tercer año como voluntaria en EncuentroMadrid me he dado cuenta de que este sí se ha convertido en dos cosas: la consecuencia de un trabajo y el punto de partida para otro. El trabajo previo al “sí” es de memoria: es un trabajo de reconocimiento. Tengo que ver cómo en el presente sucede algo lo suficientemente correspondiente como para decir que “sí” a dedicar mi tiempo y mi esfuerzo a construir este lugar durante el fin de semana. Una vez dicho el “sí” empieza otro trabajo: verificar si realmente es correspondiente el dar la vida así.

Crucé la entrada del Mirador de Cuatro Vientos consciente de que estaría los tres días con una petición en el corazón. Deseaba que, en este lugar, el Señor volviera a salir a mi encuentro. ¡Lo esperaba todo de este fin de semana! Nada más llegar, me puse mi camiseta roja y leí el lema de este año escrito en letras blancas: “Estoy vivo aún y creo que la trama de la vida es preciosa”. Como dijo Carlos Perlado, actual presidente de EncuentroMadrid, en el discurso de apertura, «hemos venido a verificar si este lema es cierto, sobre todo en un mundo como el de hoy». Así, todo lo que sucedía se convertía en una gran oportunidad de verificación. El programa con su variedad de actos era la prueba de que todo aspecto de la vida es interesante, todo nos suscita interés porque todo puede hablar de quiénes somos y para qué estamos hechos. Las exposiciones también apuntaban hacia esto. Una titulada “La trama de la vida. La biología y el asombro de estar vivos” y la otra, “La plaza del encuentro. Andrés Aziani, Marcos Pou, Carmina Salgado, Quique Bicand y Carlos Álvarez”, ponían de manifiesto que lo que más nos interesa es que la vida suceda y lo que nos sucede en la vida.

Al acabar la jornada del viernes, por todo lo alto con un concierto de homenaje a Bruce Springsteen, veía que EM es sobre todo un lugar de esperanza. El sábado por la mañana comenzó con una mesa redonda sobre la situación social y política en España. La conversación fluyó entre el presentador, Juan Carlos Hernández, y los tres invitados, Diego Garrocho, Ramón González Férriz y Ricardo Dudda. La conclusión que alcanzaban era que «la identidad se puede vivir como una trinchera o como un abrazo». Y reconocí su verdad al ver a uno de los ponentes que se quedó todo el día. Cuando lo llevaron de vuelta a su casa, preguntaba: «pero, ¿y este lugar qué es?». Y no dejaba de decir: «¡Qué lugar tan acogedor! ¡Me he sentido bienvenido, abrazado!». Abrazo del que también hablaba Fabrice Hadjadj a propósito del lema de este año: «La vida tiene más sentido cuando se abraza con todos sus riesgos y posibilidades». ¡Cuántas veces hemos escuchado que las circunstancias son ocasión privilegiada de relación con el Misterio! ¡Y aquí aparecía uno que nos relanzaba al mundo con esta idea! «En medio de la catástrofe, se abre paso un destello de verdad que alguien puede ver», decía el filósofo. Y yo pensaba que, si algo es EncuentroMadrid, es esto. Es ese destello de verdad que se abre paso en medio de un mundo con guerras, conflictos y crisis de todo tipo.

El encuentro con Fabrice Hadjadj Foto: EncuentroMadrid

Verdades esperanzadoras como las que se ilustraron en el diálogo sobre el trabajo, o verdades dolorosas como las que se expusieron en una conversación entre los poetas José Mateos y Alicia Saliva. «La vida es una relación –decían– y esa relación cura y venda la herida». Heridas como la que ha atravesado España desde la Guerra Civil, que fue cuidada y tratada por la venda de la Transición. Este fue el ejemplo que salió a relucir en la conversación entre los políticos Ramón Jauregui, Aurora Nacarino-Brabo y el catedrático Pablo de Lora. «Hacen falta personas que se echen el país a la espalda y tiren para adelante», y al oír estas palabras pensaba en mi “sí” a EM. ¿Por qué te “echas a la espalda” la construcción de un lugar así? Porque amas ese lugar al que perteneces.

En el acto dedicado a Eduardo Chillida, la voz del artista resonaba diciendo que «el horizonte es la patria de todos los hombres». Solo puede afirmarse una cosa así cuando se tiene certeza de que todos, realmente todos los hombres comparten lo más grande, el anhelo de la verdad, el amor, el bien… Y vimos a un Antonio López que, con una honestidad sorprendente, se peleaba con su deseo de creer en Dios y no poder hacerlo.

El domingo comenzaba con una misa presidida por el cardenal arzobispo de Madrid, monseñor José Cobo, que nos recordaba que «salimos al mundo, a espacios como este donde nos encontraremos, y el Señor allí nos espera». Y como todo lo que allí sucedía era una provocación para verificar si el lema era cierto o no, el acto que siguió a la misa suponía un reto: “¿Puede ser preciosa la vida aun en la enfermedad?”. Begoña Arespacochaga lo dejaba muy claro. «Muchas veces lo que quería era meterme bajo las sábanas y desaparecer pero no podía hacerlo. Mi propia libertad no me ha permitido tirar la toalla nunca. Porque mi libertad me hace adherirme a aquello que me hace respirar y rendirme, darme por vencida, no me hace respirar». ¡Qué manera de mirar su libertad!

Otro grito de vida fueron los testimonios con los que cerró EncuentroMadrid. En una mesa redonda sobre la guerra en Ucrania, los tres ponentes pusieron delante que no estamos hechos para el mal. No estamos hechos para la guerra. No estamos hechos para otra cosa que no sea nuestra plenitud. Lo paradójico es encontrar esa plenitud en las situaciones menos cómodas. Como un matrimonio ucraniano que debe huir de su hogar hacia un país mediterráneo donde no conocían a nadie. Como una italiana que decide quedarse en Moscú a pesar de la guerra porque conoce la dignidad del pueblo ruso.

Salía de mi tercer año como voluntaria en EM con el corazón rebosante de alegría. Salía feliz, plena, del Mirador de Cuatro Vientos, porque caía en la cuenta de que estaba –estoy– viva. Y porque también me daba cuenta de que por esta Presencia que ha salido a mi encuentro a través de los rostros concretos de esta compañía, puedo decir que la trama de mi vida es preciosa.