Kuok-Wai Lio (Foto Giovanni Dinatolo)

El toque de Dios

Kuok-Wai Lio, pianista de fama internacional, cuenta su historia, que le ha llevado a cruzar el océano para tocar en honor a don Giussani, y en su tierra
Paola Bergamini

Las manos se apoyan delicadamente sobre el teclado del piano, mientras aún vibra en el aire la última nota de la Balada n. 4 di Chopin. Unos segundos de silencio y luego un rugido de aplausos que invade el teatro Verme de Milán, en el que se han congregado 1.400 personas. Kuok-Wai Lio, 35 años, pianista chino de fama internacional, acaba de poner punto final al concierto por la paz en memoria de don Giussani, organizado por los universitarios de Comunión y Liberación (CLU) como un gesto misionero y abierto a todos, donde han recogido fondos para Tierra Santa. El artista da las gracias inclinándose varias veces ante el público y después desaparece.

«Él habla con música más que con palabras», me dice al salir del teatro Maria Zagra, estudiante de tercero de Filosofía en la Universidad Católica de Milán, que también estudia piano y ha sido una de las organizadoras del evento. «Este concierto ha sido un intento de hacer más concreta nuestra respuesta al llamamiento del papa Francisco pidiendo que le acompañemos en la “profecía por la paz”. Todo lo recaudado se lo haremos llegar al cardenal Pizzaballa. La velada ha supuesto un acontecimiento que ha abrazado el mundo entero: un artista chino residente en Estados Unidos viaja a Italia para actuar gratis», explica. Pero, ¿por qué ha querido venir Kuok-Wai Lio? ¿Qué le ha pasado? Para comprenderlo, hay que dar un paso atrás.

En marzo de 2023, Kuok-Wai, en su itinerario de búsqueda, participó en un retiro espiritual en el Colegio Benedictino de Atchinson (Kansas), donde conoció a Angelus, monje benedictino que, al enterarse de que era pianista, le enseñó varios libros de don Giussani, entre ellos uno que recoge sus comentarios a las obras de la colección musical Spirto Gentil. Se lo leyó de una sentada porque «nadie había sido capaz de expresar como Giussani lo que yo vivía con la música». Gracias a ese monje conoce a los jóvenes del CLU y participa en sus vacaciones. Un encuentro que le cambia la vida hasta el punto de favorecer su conversión a la fe católica.

En septiembre, los universitarios organizan en Atchinson su primera Conference, un pequeño meeting de un fin de semana. El sábado por la noche, Kuok-Wai da un concierto de homenaje a don Giussani y entre el público estaba también Maria, con otros tres universitarios italianos que decidieron asistir a la Conference en señal de amistad con los universitarios americanos. El teatro estaba abarrotado y, como pasó luego en Milán, cada pieza iba introducida por un breve texto literario.

«El día anterior lo escuché mientras ensayaba en un aula. Le pedí que tocara la primera balada de Chopin, mi preferida. La tocó inmediatamente, sin partitura. Ahí me di cuenta de la grandeza del personaje que tenía delante y de su capacidad para comunicar así, sencillamente tocando. Y nos hicimos», recuerda Maria. Volvieron a verse en enero, en el New York Encounter, donde tocó la Quinta sonata de Beethoven. Antes de volar de regreso a Italia, Maria le propuso ir a tocar a Italia y Kuok-Wai aceptó inmediatamente, pues sentía curiosidad por conocer a los universitarios italianos y porque, como dijo después, deseaba de corazón poder tocar en honor a Giussani en su ciudad.

Al día siguiente de su llegada a Italia nos vimos en un bar cerca de la universidad con David, un amigo americano que se tomó una semana libre para acompañarlo. Charlando, poco a poco, las palabras fueron ocupando el lugar de las notas mientras sus manos subían y bajaban como si se movieran delante de un teclado.

(Foto Giovanni Dinatolo)

¿Qué es lo que te llamó tanto la atención de Giussani?
Sentí una correspondencia entre lo que dice y mi experiencia con la música. Lo intento explicar. La música toca ese punto donde el hombre es relación con Dios. El compositor siempre busca una comunicación y una comunión con Dios, al margen de credos. Como músico, yo busco esa unidad entre cuerpo y espíritu, y en don Giussani encontré expresada esta tensión. En ese sentido, el trabajo de la Escuela de comunidad también me ayuda desde el punto de vista profesional, como artista, porque alimenta mi curiosidad por todo lo que concierne a lo humano.

¿Cómo se expresa en la música esa tensión?
La música clásica tiene su origen en el canto gregoriano, como una petición a Dios. Las grandes obras musicales nacen sin duda del talento de los compositores, que es un don, pero también de su experiencia. Vuelcan en sus notas la alegría, el sufrimiento, la inquietud que viven. Cuando empecé a notar esto en los grandes compositores me empezó a interesar la filosofía y la teología, donde descubrí la grandeza de los salmos de David y las lamentaciones de Jeremías. El mensaje cristiano consiste en la cruz de Cristo, que redime todo el sufrimiento humano. La redención trae la paz, añado yo. Eso es lo que expresan los compositores en sus obras, muchas veces sin darse cuenta. Y eso es lo que descubrí en Giussani, que expresaba con palabras lo que yo siempre había vivido tocando.

¿Este encuentro cambió tu forma de tocar?
Sí (sonríe), fue muy enriquecedor y fuente de inspiración. Por fin había encontrado lo que buscaba desde que empecé a estudiar música.

Concierto por la paz en el Teatro Dal Verme (Foto Giovanni Dinatolo)

Hablemos del concierto.
Ha sido una combinación perfecta de dos lenguajes: música y palabras. Para mí es algo muy significativo: «En el principio existía el Verbo. Y el Verbo se hizo carne». En el origen está la palabra y la creación de toda auténtica obra maestra tiene que ver con la creación originaria.

¿Y el público?
He notado una gran atención. Mientras tocaba me daba cuenta de que lo estaba haciendo por alguien y con alguien presente. Me he sentido libre hasta el punto de experimentar durante la actuación cosas que nunca había hecho antes. Hay otro elemento importante. La obra lírica, típicamente italiana, fue mi primera pasión. A los cinco años, aunque no entendía ni una palabra, me quedaba escuchando fascinado. Así que ha sido precioso tocar para un público italiano, tan unido a uno de mis mayores afectos.

¿Cómo ha sido la elección del repertorio?
Primero la Tempestad de Beethoven, por el comentario genial que hace Giussani, interpretando esta pieza de manera profética a la luz de los últimos tiempos del compositor alemán. Respecto a Kinderszenen (Escenas de infancia) de Schumann, es una obra a la que estoy muy vinculado personalmente. Vuelvo a pensar en Giussani, cuando dice que debemos rezar con corazón de niño. Ahí descubro la sencillez del niño y al mismo tiempo la sabiduría del hombre adulto. Por último, Chopin… mi gran amor.