Llegada al Santuario en una edición anterior (Foto Fraternità CL)

Czestochowa. El ímpetu de la libertad

El mensaje de Davide Prosperi a los estudiantes de último curso de Bachillerato y Universidad de Comunión y Liberación que peregrinan al santuario polaco
Davide Prosperi

Queridos amigos,

siempre es una conmovedora sorpresa para todo el movimiento dirigir la mirada en este momento del curso hacia vosotros, los más jóvenes, que acabáis los estudios de Bachillerato o la universidad, dispuestos a llevar a cabo en pleno verano un gesto tan exigente como la peregrinación a Częstochowa que propone el movimiento, pudiendo pasar vuestras vacaciones en cualquier otra parte. ¡Sin duda, tiene que merecer la pena! Os estamos profundamente agradecidos. Sois para nosotros un potente signo del ímpetu de la libertad con toda su fuerza de adhesión al Misterio que habéis encontrado en los rostros de nuestra compañía, una libertad que se adhiere a algo que habéis experimentado en vuestra vida diaria como infinitamente más correspondiente que cualquier otra cosa a vuestro deseo de felicidad y cumplimiento. Un ímpetu de petición y confianza en María, madre buena y siempre atenta a las necesidades de sus hijos, seguridad de nuestra esperanza ante un futuro imprevisible. Tenéis razón, así es: no hay forma más adecuada que este gesto para expresar vuestra adhesión, no hay meta más deseada que alcanzar en este momento de vuestra vida que ese santuario. Es la expresión concreta de vuestra fe dentro de ese ímpetu de libertad que nos sorprende inmediatamente. ¡Gracias!

Es precioso que vuestra fe se exprese siguiendo un camino junto a vuestros amigos – y con tantos amigos nuevos que conoceréis en el camino. Vivir juntos esta peregrinación, como signo de una compañía que os acompaña siempre y os guía, es otra gran enseñanza que custodiar como memoria en vuestra vida. Cada paso es personal, pero se da en comunión con los demás, en un seguimiento que os hace verdaderamente libres. Intentad vivir así este camino de oración.

Pero quiero insistir en lo más importante que agradecer: sabeos en camino hacia aquella que nos precede en la adhesión a Jesús y a su amistad. Vuestro camino, el camino de todos nosotros, no podría existir sin aquella que fue la primera en susurrar su «Sí». Os ofrezco estas palabras de don Giussani, pronunciadas precisamente con motivo de una peregrinación y dedicadas a la Virgen. Resumen perfectamente lo que intento deciros: «¡Una mujer a la que Dios llamó “madre”! La humanidad de esta voz resuena a lo largo de la historia del mundo. El mundo entero está hecho de hombres pequeños, incapaces de vivir por sí mismos en la verdad si no tienen esta madre. Solo esta fe puede hacer que nos sintamos acompañados a cada paso. […] Si caminar juntos no nos ayudase a tener certeza sobre nuestro destino, no sería una compañía verdaderamente humana. La muchedumbre de esta peregrinación hace de nosotros una única realidad. La devoción a la Madre de Dios testimonia la realidad admirable que ha acontecido en el mundo. Vuestra peregrinación hace viva y evidente la fuerza de la fe: la religión no es “un olvido leve de la fatigosa vida”, o “un pensativo ansiar quietud” –como decía un poeta ahora desconocido– sino una paz que encuentra en el sacrificio su seno materno y su motivo de ferviente actividad humana» («Saludo a los participantes en la peregrinación», Huellas, n. 7/2001, p. 46).

¡Somos realmente incapaces de vivir en la verdad sin esta madre! Por ello os deseo, al expresaros toda la compañía que el movimiento desea ser para vosotros durante esta peregrinación hacia el tierno abrazo de María, nuestra madre, que haga «viva y evidente la fuerza de la fe». Que podáis descubrir que todas las preguntas y deseos que asoman con fuerza en el horizonte de vuestras jornadas en esta etapa de vuestra vida, tan llena de decisiones importantes, puedan hallar en la fe en Jesús y en la pertenencia a su compañía «una paz que encuentra en el sacrificio su seno materno y su motivo de ferviente actividad humana». A ese fervor estamos llamados cada instante que Dios nos concede vivir para llevar a todos esa paz en un mundo que parece no encontrar ya ningún punto de verdadera esperanza.

Me gustaría acabar refiriéndome a esa misión a la que estáis llamados junto a todos nosotros. Hace poco se ha reeditado el libro Tras las huellas de Cristo, el relato de la peregrinación que hizo don Giussani a Tierra Santa en 1986 escrito por Luigi Amicone. Os invito a leerlo y me permito incluir aquí una cita del prólogo escrito para esta nueva edición por el cardenal Pizzaballa: «Todos los días nos golpean noticias cada vez más trágicas y análisis cada vez más desesperantes. No se vislumbra ninguna vía de salida, la paz parece imposible. Hasta nosotros los cristianos podemos ceder a este clima y perder la esperanza. […] Cuando nos dejamos vencer por la tristeza y la desesperación, descuidamos un detalle esencial, y es que toda nuestra esperanza está puesta en un hombre que subió a la cruz por nosotros y resucitó para librarnos del mal. La Iglesia nació debajo de la cruz donde el Hijo de Dios, coronado de espinas, se convirtió en rey del mundo. Su corazón traspasado, por la potencia de Dios, transformó una derrota en victoria» (Sulle tracce di Cristo, Bur, Milán 2024, p. VII).

Encomiendo nuestro movimiento a vuestras oraciones. ¡Y gracias por vuestro testimonio!
Con mi amistad,
Davide Prosperi