Tierra Santa. La atención psicosocial a niños en Jerusalén, Belén y Jericó es uno de los nueve proyectos de la campaña de este año (foto AVSI)

Cuando la paz tiene rostro

Florence, Habiba, los niños de Marjayoun… Y un gesto que educa en la caridad, para que no nos acostumbremos. La campaña de Navidad de AVSI
Davide Perillo

Habiba tiene 19 años, un hijo y un futuro que se ha quebrado muy pronto, pues a las dificultades de ser una joven madre en la periferia de Túnez se suman los problemas financieros de su pequeño centro de estética. Decidió cerrar y emigrar, pero pocos días antes de subirse a una lancha vio morir a su mejor amiga en alta mar, de camino a Lampedusa. «Se lo pensó mejor, pidió ayuda a Cáritas y desde ahí llegó hasta nosotros», cuenta Emanuele Gobbi Frattini, responsable de AVSI en Túnez. «Así empezamos a caminar con ella, haciendo un trabajo para mejorar su potencial y los recursos que tenía». Ahora Habiba ha reabierto su salón y da trabajo a otras tres chicas. Es un buen ejemplo de lo que significa que el desarrollo, cuando es de verdad –cuando hace crecer a la persona–, favorece la paz.

Esa es la palabra central de la campaña de Navidad de AVSI de este año, que como cada año moviliza a cientos de personas en todo el mundo, con el lema “Deseamos la paz. Vamos a ponerle rostro, el nuestro”. Es una forma de sostener los proyectos de esta ONG presente en 40 países, pero también para afrontar una pregunta que todos nos hemos planteado estos meses ante esta “tercera guerra mundial a trozos”: ¿qué puedo hacer yo por la paz?

«La campaña permite recoger fondos para los proyectos, pero sobre todo tiene una finalidad educativa», explica Giampaolo Silvestri, secretario general de AVSI. «Sirve para enseñarnos la apertura al mundo, la caridad, el compartir, para sensibilizarnos ante lo que sucede en el mundo». No es un trabajo fácil en este momento, aunque tengamos los hechos ante nuestros ojos «porque enseguida corremos el riesgo de acostumbrarnos. Palestina está ahora en todos los informativos, pero Ucrania ha desaparecido. Sin embargo, allí sigue muriendo gente. Como en Siria, de la que ya no habla nadie… Con la campaña queremos suscitar también la capacidad de ponerse en marcha».

Ucrania. Proyecto de rehabilitación de un edificio escolar en Jarkov, en colaboración con el Dicasterio de cultura y educación (foto AVSI)

Este año se financiarán nueve proyectos, elegidos en función de la urgencia que tengan, pero también porque «reflejan nuestra identidad –dice Silvestri–. Muestran lo que nosotros entendemos por “desarrollo” y por qué el punto central de nuestro trabajo es el crecimiento de la persona. La paz empieza en nosotros, en nuestra voluntad de abrirnos al mundo y al otro, reconocido como un bien».

Naturalmente están los puntos más calientes: Palestina, Ucrania, Líbano. Más otros lugares cuya necesidad tiene un rostro menos dramático, pero es igualmente urgente: India, Ecuador, Kenia, Uganda y los migrantes que llegan a Italia. Y un país como Túnez, donde la paz está en juego para muchos de sus habitantes. «Somos uno de los lugares de los que más personas migran hacia Europa –señala Gobbi Frattini–. De los 90.000 que desembarcan en Italia, más de 10.000 vienen de allí. El 40% de los jóvenes está en el paro. En muchas zonas, sobre todo en el sur, aparte de no tener trabajo, tampoco pueden acoger a los que llegan del África subsahariana».

El trabajo de AVSI se amplía a varios sectores. La campaña servirá para financiar un proyecto que ayuda a cien microempresarios para «reforzar sus capacidades técnicas y de gestión. Se trata de que sirvan de motor y puedan crear un producto positivo». Como una cooperativa de pescadores que nació hace poco para transformar la invasión del cangrejo azul (que se extiende también por estas aguas) y hacer que pase de ser un problema a una fuente de riqueza. Otro proyecto va orientado precisamente a los migrantes subsaharianos. «Muchos quieren volver a casa, pero necesitan ayuda después de los complicados años que han pasado en Túnez. Nosotros les ayudamos a formarse para poder reinsertarse cuando lleguen».

Para Gobbi Frattini, es un buen ejemplo del método AVSI. «Hay que trabajar sobre varios aspectos juntos y partir de los puntos positivos, intentando reforzarlos. No puedes ayudar a una persona si solo le das dinero. Si no apuestas por su educación, el resultado tendrá fecha de caducidad. Cuando dejas de acompañarlos, vuelven al punto de partida». Cuando le preguntamos dónde ve los efectos de este enfoque, vuelve a hablar de los pescadores. «Muchos de ellos han tenido ofertas para llevar migrantes a Italia, con lo que ganarían hasta diez veces más, pero todos se han negado. Es signo de que todavía tienen esperanza».

Ecuador. Apoyo a 65.000 migrantes venezolanos, desde asistencia sanitaria a seguridad alimentaria (Foto AVSI)

Es algo que también hace falta en el Líbano, donde, después del 7 de octubre, están al borde del desastre. «A lo largo de 15 kilómetros al norte y al sur de la frontera con Israel llegan continuamente misiles, aviones y material de artillería», cuenta Marco Perini, director regional de AVSI en Oriente Medio. «Disparan a ambos lados y el impacto es devastador: colegios cerrados, todas las actividades interrumpidas y 26.000 personas que han tenido que dejar sus casas». Es la zona de Marjayoun, donde AVSI atiende a 1.300 niños gracias a su programa de adopción a distancia. «Hemos abierto una línea telefónica de apoyo con asistentes sociales y psicólogos que hablan con los niños. Estamos haciendo llegar a las casas kits educativos con cuadernos y libros, pero sobre todo bonos de internet para reanudar las clases lo antes posible, aunque sea online, y recuperar los meses perdidos. También preparamos cajas con comida, medicinas y bonos de combustible». Pero, sobre todo, lo que quieren es hacerles sentir su cercanía. «Por razones de seguridad no podemos ir a verles, pero hablar con ellos todos los días también es importante para nosotros. Marjayoun es un lugar histórico para AVSI. No solo tenemos allí oficinas y compañeros desde hace años, sino amigos, personas que no pueden seguir soportando esta presión interminable. Es una razón más para permanecer y, como podamos, testimoniar una cercanía no solo ideal, sino también física». Para Marco, es la única manera de construir puentes. «Los hechos que dividen ya los conocemos todos. Nosotros construimos partiendo de lo que une. El deseo de vivir en paz lo tienen tanto los niños de Marjayoun como los de Metulla, que está en el otro extremo. Eso es lo que tratamos de buscar siempre». Y «juntos», es decir, todos, no solo los que están separados por una frontera o los que trabajan en el campo. También nosotros desde aquí. El programa de adopción a distancia ayuda a más de veinte mil niños en el mundo. «Para nosotros es uno de los proyectos más significativos –dice Silvestri–. Acompaña a los niños para que puedan encontrar su lugar en el mundo, pero también hace crecer a quien los ayuda porque genera una relación».

¿Un ejemplo? Uganda. País alejado –gracias a Dios– de la guerra, pero inmerso en una emergencia similar: generar personas que pongan rostro a otra forma de vivir, incluso en situaciones extremas como la de los suburbios de Kampala.
Emanuela Salandini lleva el programa de adopción a distancia en Uganda desde 2005, con más de 3.700 niños. «Para mí es el proyecto más bonito. Favorece la educación, que al fin y al cabo es el gran tema de AVSI, y es a largo plazo, no tiene los meses contados. Los proyectos son un medio, no un fin. Son una oportunidad para conocer personas y hacer un recorrido con ellas. Este programa permite hacerlo acompañando a un niño durante años».

Para ella, según cuenta, siempre ha sido «una ocasión de aprender. Conociendo a cada persona, también descubro quién soy. A través de las necesidades de estos chavales –necesidades concretas, para ir a clase, para vestirse…– sale a la luz la necesidad más importante que tenemos todos: ser queridos». Ver reconocido el propio rostro. «El desarrollo no es que tú resuelvas los problemas de alimentación o de empleo: es que uno se dé cuenta del valor que tiene. Eres querido, eres amado. Por eso puedes remangarte y empezar a mirar lo que hay en la realidad, los recursos que te permiten hacer algo en la vida. Pero eso vale también para mí. Si no hay alguien que me mire con esta estima, ¿cómo voy a mirar así a alguien?».

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De ahí nace la paz, de acompañar a niños y jóvenes a descubrir ese valor y –al hacerlo– redescubrir continuamente el nuestro. Como le pasó a Florence, que durante años ha recibido ayuda para criar a sus hijos. En mayo mataron a su marido, Milton, que era guardia de seguridad en una empresa, le dispararon en la cabeza durante un asalto. En el hospital ni siquiera querían dejar que lo viera. No por piedad, le pedían dinero. Hasta Rose Busingye, la mujer que lleva treinta años acompañando a miles de personas de estos suburbios para que descubran su dignidad, estaba furiosa: con los asesinos, con los médicos, con tanta injusticia… «Florence solo pidió rezar y dijo: “Los perdono. Se comportan así porque no saben quiénes son. Yo lo sé. Nuestro cuerpo es templo de Dios. Rezo por ellos, para que descubran lo valiosa que es su vida y así puedan entender lo que le han hecho a Milton. Que Dios pueda convertir sus corazones”. Para mí, la paz ahora tiene su cara».