(Foto Ryoji Iwata/Unsplash)

Confiar en el otro

¿Qué significa amar? Es la pregunta más acuciante que los recientes acontecimientos suscitan, sobre todo entre los más jóvenes. Y que apela a cada adulto. En "La Repubblica", la carta de Matteo Severgnini, responsable de Gioventú Studentesca
Matteo Severgnini*

Querido director:
Ante las últimas noticias, que nos interpelan humanamente a todos, se impone una pregunta: ¿puede el hombre bastarse a sí mismo? O como diría Leopardi, “y yo, ¿qué soy?”; y por tanto, “¿qué significa amar?”. La urgencia de una respuesta nos afecta a todos, sobre todo al ámbito familiar y educativo, pero también al mundo de la política y del trabajo, la cultura, el deporte y la comunicación, porque la sociedad entera se funda sobre la confianza en las relaciones humanas.

La sucesión de tragedias como la de Giulia Cecchettin apela a los adultos para que vuelvan a tomar conciencia y a renovar su entusiasmo por la grave responsabilidad que supone educar: ofrecer a las generaciones jóvenes la hipótesis de una propuesta unitaria de sentido que ellos mismos, sostenidos por una compañía estable, puedan verificar en primera persona, aventurándose en la existencia humana siendo protagonistas.

Por esta razón nos sentimos llamados a ofrecer nuestra contribución en una sociedad plural con una propuesta de vida que invite a reconocer el profundo Misterio que habita en cada persona.

El poeta Rilke despliega ante nosotros un horizonte de significado fecundo y prometedor cuando escribe: «Esta es la paradoja del amor entre hombre y mujer. Dos infinitamente necesitados de ser amados se encuentran con dos frágiles y limitadas capacidades de amar. Y solo en el horizonte de un amor más grande no se devoran ni se resignan, sino que caminan hacia una plenitud de la cual el otro es signo». La persona amada es «signo», no puede responder exhaustivamente al deseo infinito de ser amado que está presente en el corazón humano.

El otro es signo de su dependencia original, y de la mía, de un Misterio más grande que nosotros, como nos enseñó don Giussani cuando, por ejemplo, nos contaba cómo se dirigió a dos jóvenes que se encontró abrazados por la calle con una extraña pregunta: «lo que estáis haciendo, ¿qué tiene que ver con las estrellas?», remitiendo al nexo entre lo particular y el todo, devolviendo la proporción adecuada entre ese abrazo y un destino más grande.

«Reconocer profundidad allí donde otros solo perciben la apariencia exánime y mecánica de las cosas» (Pasolini), reconocer al otro como signo, como una realidad irreductible y no como una posesión mía, me empuja hacia una “veneración” por el otro, más que hacia un consumo extenuante que llega a ser letal.

Ese «amor más grande (…) plenitud de la cual el otro es signo» se ha revelado en la historia con el rostro de Jesús, del que nació el pueblo cristiano, que intenta y pide incansablemente vivir amando al otro con gratuidad, como testimonian la iniciativa del cardenal Pizzaballa, ofreciéndose como rehén a cambio de la liberación de otras personas secuestradas, y la movilización de tanta gente en la Jornada de recogida de alimentos. Abrazando ese «amor más grande» es posible incluso llegar a dar la vida por el otro, en lugar de arrancársela.

*responsable de Gioventù Studentesca