Flores en la casa de Giulia Cecchettin (Foto Ansa/Riccardo Scanferla)

El amor es posible

El caso de la joven Giulia Cecchettin, asesinada por su expareja en Italia, ha sacudido a todo el país. La gente sale a la calle y la política estudia nuevas leyes. «Pero todos sentimos que no es suficiente. ¿Se puede querer sin poseer?»
Andrea Simoncini

Estos días estamos abrumados de dolor. A todos se nos ha reabierto una herida secreta dentro de cada uno de nosotros. El dolor de un padre que pierde a una hija. El de una chica a la que le han arrebatado a su hermana. El de otro padre que descubre que su hijo es un asesino. Un dolor infinito.

Sin duda, ante hechos así hay que preguntarse el porqué. No es que la razón vaya a sanar ese dolor, pero tratar de entender ayuda a transformar el dolor en parte de la vida. Transforma los escombros en piedras de construcción.
Hay que preguntarse cómo es posible que exista tanto odio y tanta violencia contra las mujeres. Más aún, cómo es posible que el amor, el afecto, el querer, pueda convertirse en una pesadilla, en un abismo de mal.

¿Se puede querer sin poseer? ¿Se puede amar sin pretender estrujar? Dentro de todos nosotros resuenan las palabras del padre de Giulia: «El amor verdadero no humilla, no defrauda, no aplasta, no traiciona ni hiere el corazón. El amor verdadero no golpea, no grita, no mata». ¿Pero ese amor verdadero es posible? Esa es la pregunta que hoy nos deja sin aliento.

Ante esa pregunta, la reacción pública, política, ha sido la propuesta de una ley. Mayoría y oposición juntos, para que sea obligatoria una hora de educación afectiva. Es un intento comprensible. Además, eso es lo que puede hacer la política, leyes. Pero todos sentimos que no es suficiente. Es bueno que se haga, por supuesto, pero en el fondo no se puede enseñar el amor por ley.

La cuestión –que tal vez hemos olvidado– e que solo se aprende a amar si se es amado. Se trata de una ley biológica antes que moral. Solo se aprende a no ser violento cuando alguien te acoge y te quiere tal como eres. Se aprende a aceptar una derrota, una pérdida –el hecho de que la persona que amas te diga que no en un momento dado– solo si hay Alguien que, a través de relaciones concretas, te quiera ahora, de todos modos, incluso con ese no.

En eso consiste el anuncio del cristianismo en la historia. Cristo, el hijo de Dios, entró en el mundo para vivir como un hombre entre los hombres y para permitir que todos pudieran tener una experiencia concreta, humana y tangible de ese amor incondicional. Para afirmar el valor de todos, incluidos los más débiles o los fracasados. La cercanía de la Navidad nos recuerda a todos este milagro: no hace dos mil años sino hoy, aquí, justo a mi lado, hay alguien dispuesto a morir, que nos repite a cada uno de nosotros: «Si tú supieras cuánto te amo».