Enfrentamientos entre palestinos e israelíes en Nablus, Cisjordania (Ansa/Alaa Badarneh)

Prosperi. Rezar por Tierra Santa para romper la espiral del mal

El presidente de Comunión y Liberación, entrevistado en Avvenire. «Una respuesta concreta y razonable a la violencia y a la guerra pasa por unirse a la invocación de la paz propuesta por el patriarca Pizzaballa»
Lorenzo Rosoli

Frente a la escalada de violencia, crueldad y muerte de estos días, «la oración es la única opción concreta y razonable, adecuada a la gravedad de una situación en la que no se perciben motivos de esperanza basados en meras capacidades humana. Estamos convencidos de que lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios», afirma Davide Prosperi, presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación. El movimiento ha sido una de las primeras entidades en sumarse a la invitación del patriarca latino de Jerusalén, el cardenal Pierbattista Pizzaballa, y dedicar la jornada del martes 17 de octubre a la oración, el ayuno y la abstinencia por la paz y la reconciliación.

¿Por qué Comunión y Liberación ha decidido unirse enseguida al llamamiento del patriarca?
Porque los compartimos tanto en el contenido como en la forma. Compartimos la opinión de que, cuando no se percibe ni rastro de solución ni motivos concretos para la esperanza basados en capacidades meramente humanas, la única opción concreta y razonable es invocar a Dios Padre, aquel que todo lo puede, para que mire con misericordia a sus hijos y despierte en su corazón el deseo de la paz. Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios. Y la oración es una forma muy concreta de confianza en Dios, a quien confiamos nuestra esperanza de que se libere a los rehenes lo antes posible y se ponga fin a la matanza de civiles inocentes.

¿Y en cuanto a la forma?
La guerra lleva a la historia las divisiones que habitan en el corazón humano. La oración, en cambio, se ofrece como gesto y vía de unidad. Y nos recuerda cuál es la condición necesaria para construir la paz. Con iniciativas como esta, que se acogen y se viven en familia, en las parroquias, en las diócesis o en los grupos, la oración expresa la unidad de un pueblo que se reúne para invocar la acción del Espíritu Santo y la intercesión de María Reina de la paz.

La oración promueve la unidad, ¿es una vía posible?
Hace poco lo vimos en Milán con la iniciativa Dona nobis pacem organizada por el servicio de coordinación diocesana de asociaciones, movimientos y grupos. Se celebró el pasado 7 de septiembre y culminó con una vigilia de oración con el arzobispo Mario Delpini, en la que participaron juntos pastores y fieles del Patriarcado de Moscú y de la Iglesia católica ucraniana de rito bizantino.

Diálogo, encuentro y unidad a partir de la oración. ¿Hasta qué punto es hoy realista esta vía en Tierra Santa?
Es posible pedir y afirmar la unidad, también entre los pueblos, reconociendo –sin ingenuidad– cuáles son las causas de esta violencia. Entre los muchos razonamientos geopolíticos y sociológicos que se están haciendo, nunca debemos olvidar que esta no es una guerra entre israelíes y palestinos. Y que Hamás no es Palestina: son terroristas. En nuestras comunidades de Tierra Santa hay tanto israelíes como palestinos. No es verdad que sea imposible el encuentro, la experiencia nos lo muestra. Nosotros conocemos la sed de paz y justicia que habita en ellos. Nuestros amigos palestinos quieren la paz y ellos son los primeros que miran aterrorizados todo esto.

La trágica escalada actual ha reabierto los ojos de muchos –incluso dentro de la Iglesia– ante un conflicto olvidado y el gran sufrimiento de los pueblos de Tierra Santa…
En CL hay una atención constancia a Tierra Santa por varios motivos. En primer lugar, tenemos comunidades en Jerusalén y Belén, con las que compartimos todo lo que está pasando. En segundo lugar, cada año organizamos peregrinaciones a Tierra Santa guiadas por sacerdotes de CL, como hizo en su momento nuestro fundador, Luigi Giussani, en septiembre de 1986. También hay varios Memores Domini comprometidos con la Custodia de Tierra Santa y estamos colaborando con entidades presentes en Oriente Medio como la Asociación Pro Terra Sancta.

El patriarca no solo pide oración, sino también ayuno.
El ayuno es ofrecimiento de uno mismo. Es una forma de decirle al único que puede hacer posible lo que para nosotros es imposible: nos ponemos a tu disposición. Comunión y Liberación se suma a este llamamiento en todo el mundo, uniéndose a las iniciativas promovidas en las diócesis o bien organizando otras con realidades católicas laicas.

En una sociedad tan secularizada como la nuestra, ¿cómo hacer creíble y practicable la vía de la oración y del ayuno ante la inmensidad de la violencia, la opresión y la injustica, que parecen tener la única y última palabra sobre el destino de los pueblos?
Todos miramos impactados la violencia y la crueldad que se han producido y sin duda comparto el derecho de Israel a defenderse. Lo que el papa Francisco y el patriarca Pizzaballa intentan proponer es una lógica nueva que pueda interrumpir la espiral frente al mal, tan inexplicable humanamente, que hace que parezca imposible responder a la violencia y a la guerra de otra manera que no sea más violencia y más guerra. Por eso es razonable practicar la vía de la oración y el ayuno, porque nos ayuda a cambiar la mirada y confiar en Aquel que nos ha mostrado un camino distinto. Como sucedió ante la persona de Jesús, sobre todo con sus enseñanzas. “Poner la otra mejilla” es una locura para el hombre de hoy, pero encuentra justificación cuando se muestra con los hechos, y no solo con palabras, que existe una mirada humana totalmente consciente de que el otro también tiene un destino bueno del que yo no puedo disponer. Y luego está la cruz. Cristo asume sobre sí todo el mal y todo el pecado de los hombres, lo sigue haciendo hoy, y con su sangre paga el precio de la sangre que derramamos. Si Cristo ha hecho esto, lo más razonable hoy es confiarle toda nuestra fragilidad e incapacidad, que él ya ha redimido con su sacrificio.

Entrevista publicada en Avvenire