Una mujer ucraniana en su casa descruida cerca de Jarkov (Ansa)

Prosperi. El sentido de la oración por la paz

El jueves 7 de septiembre en Milán habrá un momento público de oración promovido por asociaciones, movimientos y grupos de la diócesis. Las palabras del presidente de la Fraternidad de CL
Davide Prosperi

El Comité Diocesano de Milán, del que forman parte asociaciones, movimientos y grupos, entre ellos Comunión y Liberación, ha convocado para mañana un momento público de oración guiado por el arzobispo Delpini: Dona nobis pacem. Un camino simbólico en el que unos partirán del consulado ruso y otros del ucraniano para acabar encontrándose en la iglesia de María Reina de la Paz. En su viaje a Mongolia, el papa Francisco ha vuelto a exhortar a todos a «construir un futuro de paz».

A nadie deja indiferente esta insistencia del pontífice, aunque cada vez está más extendida la idea de que se trata de un esfuerzo tan noble como carente de perspectivas. También muchos piensan que la misión por la paz en Ucrania llevada a cabo por el cardenal Zuppi no dará frutos inmediatos. En realidad, ya hay un fruto que está brotando inesperadamente, y no es poco, de todos los esfuerzos que está realizando la Iglesia: la esperanza. La esperanza de que lo que el hombre no puede realizar, Dios en cambio pueda hacerlo.

En efecto, el cristiano no solo se lanza a una empresa cuando tiene una mínima esperanza de éxito sino cuando sabe que solo Dios puede realizarla porque es buena. Por lo demás, quien tiene verdadera esperanza sigue esperando incluso contra toda razón aparente. Decía el Papa hace unos años: «Nuestra esperanza no se sostiene en razonamientos, previsiones y garantías humanas; y se manifiesta allí donde no hay más esperanza». Puede parecer una locura o una posición infantil. Al contrario, la esperanza cristiana se fundamente en la certeza de la presencia de Jesús, y por tanto no hay nada más razonable. Claro que la fe es una Gracia, ¿pero acaso una esperanza así no es deseable para todos? ¿Acaso no exalta una petición de paz y bien que todos llevamos en el corazón? Porque el corazón es ante todo petición. Y la forma más alta de petición, como nos enseñó don Giussani, es la oración. Participar en este gesto en Milán es por tanto la primera contribución fundamental que todos, creyentes o no, pueden aportar por la paz: ser signo de auténtica esperanza contra toda esperanza.

Publicado en el Quotidiano Nazionale