(Foto Archivo Meeting)

Prosperi: «Lo que hace posible lo imposible»

Un Meeting dedicado a la amistad. Comunión y Liberación, y esa “compañía guiada hacia el destino” de la que hablaba Giussani. Avvenire entrevista al presidente de la Fraternidad
Paolo Viana

En la casa de CL siempre gira todo en torno a la amistad. Una amistad basada en la pedagogía de Giussani. No en vano el Meeting se llama “de la amistad entre los pueblos”. Además, el lema de este año está dedicado a la amistad “inagotable” de Dios. Porque una amistad entendida teológicamente es la clave de la unidad de CL y de su relación con la Iglesia, como confirma en esta entrevista el presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación, Davide Prosperi.

¿Por qué han querido hablar de amistad?
El Meeting tiene su propia autonomía organizativa y de propuesta pero, como todos saben, es una forma expresiva del movimiento y por tanto siempre compartimos sus lemas, este especialmente. Este año también se ha elegido con el deseo de dar un juicio sobre el momento histórico que está viviendo el movimiento. De hecho, la amistad es la forma con la que se han desarrollado las enseñanzas de Giussani y con la que han tomado cuerpo las comunidades, la presencia pública y las obras del movimiento, incluido el Meeting. Además, la amistad como criterio para profundizar nuestra relación con la realidad contiene también un juicio, en ciertos aspectos revolucionario, sobre el tiempo que vivimos, marcado por un individualismo que, como ha señalado el cardenal Zuppi precisamente en el Meeting, deja a la gente profundamente sola.

¿Cómo explicar esta amistad, basada en abrazos, debates y encuentros, a las generaciones digitales?
Nuestros jóvenes son hijos de su tiempo, y así debe ser. Pero la finalidad de un movimiento como el nuestro no cambia: es y sigue siendo una educación en la fe según el método de conocimiento basado en testigos. Hoy la dinámica del conocimiento ha cambiado, lo queremos todo y ya. La superficialidad se ha convertido así en la clave de cualquier relación. Proponemos a los jóvenes que sigan una presencia humana concreta, que es fundamental para tener una relación auténtica con la realidad. De otro modo prevalece la proyección que cada uno hace sobre las cosas. Por eso la amistad es central. Cristo se comunica mediante la participación en una compañía que lo reconoce como alguien presente.

El término “compañía” aparece muchas veces, ¿pero qué significa concretamente?
Giussani hablaba de “compañía guiada hacia el destino”. “Compañía” significa gratuidad, es decir, uno que se preocupa por el destino del otro, y viceversa. Eso significa que uno, dando la vida por el otro, comprende que así cumple también su propia vida. Además es una compañía “guiada”: se sigue a alguien que indica el camino. Y por último es una compañía guiada “hacia el destino”, es decir, lleva dentro ese “para siempre” que anhela nuestro corazón. La amistad de Cristo dentro de una compañía entendida así ofrece a todos los hombres y mujeres la certeza de no estar solos y nos libera verdaderamente del mal y del miedo. Por eso nos llamamos Comunión y Liberación. Creo que es una propuesta interesante para cualquiera, sea o no creyente.

¿Qué es hoy Comunión y Liberación?
Un movimiento eclesial con fuerte vocación misionera, como todos los movimientos post-conciliares. Existimos por un carisma particular que ha sido capaz de fascinar a generaciones de jóvenes, devolviéndoles ardor y entusiasmo secundando una experiencia cristiana. Giussani nos enseñó a no guardarnos esa belleza.

¿Por qué muchas veces los movimientos logran llegar al corazón de los jóvenes y la Iglesia no?
No comparto esa distinción porque los movimientos son parte de la Iglesia. Desde los años 50 la gente, sobre todo los jóvenes, se fueron marchando progresivamente de los lugares sociales “cristianos” por definición, como los oratorios o parroquias, hacia otros ámbitos. La característica, mejor dicho, la vocación de los movimientos es justamente la de estar presentes en esos “nuevos” ambientes. Además, en un tiempo de profunda incertidumbre existencial, Giussani supo comunicar certezas. No dogmas a los que había que adherirse, sino una humanidad integral, una amistad cristiana basada en palabras, acción y vida comunitaria gracias a la cual también es posible redescubrir la belleza y la necesidad de la tradición y de la doctrina. Por tanto, no hay contraposición. Si un carisma es auténtico, es decir, está generado por el Espíritu Santo, da frutos para toda la Iglesia. Creo que los últimos Papas han reconocido esto ampliamente.

¿Es muy difícil mantener la unidad del movimiento?
Sería imposible si dependiera de nosotros, de nuestra capacidad para “hacer” unidad. No puede ser fruto de un equilibrio ni de un compromiso. La unidad está en el origen, antes que cualquier visión personal. Lo que nos une es el hecho de Cristo. Cuando se reconoce esto, es posible hacer un camino juntos. Como recordaba el papa Francisco en su mensaje al Meeting, es el propio Cristo quien eligió este método: confiando su misión a la unidad entre los discípulos, lo apostó todo por la amistad entre aquellos que le reconocieron, haciéndola así “inagotable”. Ahora nos toca a nosotros “apostar” en cada instante, construyendo un pueblo, como decía monseñor Baturi hablando del lema del Meeting, capaz de salir al encuentro de todos. Reconocer juntos a Cristo presente en la vida es algo que hace realmente posible lo imposible…

¿Por ejemplo?
El 15 de octubre éramos 70.000 en la plaza de san Pedro. El movimiento salía de un periodo de sufrimiento y pocos habrían apostado por una participación así. Sin embargo, la conciencia de nuestro origen nos llevó a responder a todos, cada uno poniendo en juego su propia libertad, ante la llamada del Papa. Así pudimos dar testimonio de que lo que nos interesa en el fondo es estar pegados a Cristo, significado de la vida y de la realidad, dentro del camino de la Iglesia.

¿Qué será de CL?
Estamos dando pasos importantes en términos de conciencia. Después del gran florecimiento de los movimientos que llegó a su culmen en el famoso encuentro con Juan Pablo II de 1998 con los principales fundadores, los movimientos eclesiales, no solo CL, están afrontando estos años desafíos comparables a los que afrontaron las órdenes religiosas siglos atrás. Está en marcha, y nos afecta a todos, el intento de dar una forma estable a nuestra experiencia y reconocer cuáles son los factores esenciales del carisma que permanecerán y darán fruto. Creo que los pasos que estamos dando en este momento nos están ayudando a renovar la conciencia de esta tarea. Que no solo se proyecta en el futuro, pues se nos pide responder a las preguntas del hombre contemporáneo: ¿cómo responde Cristo hoy a las preguntas de nuestro corazón?

Publicado en Avvenire