(Foto Meeting de Rimini)

Sin replanteamientos ni fisuras: amistad por el destino

Las cartas de don Giussani a Angelo Majo, Bergoglio a Scalfari, y Agustín a la espera del Bautismo. Una relación que tiene el sabor de la “providencia”. A propósito del lema del Meeting 2023
Giuseppe Frangi

Cuántas sugerencias suscita el lema del Meeting este año, “La existencia humana es una amistad inagotable”, frase tomada del libro de don Giussani El camino a la verdad es una experiencia. Una idea que toca las fibras más profundas de la existencia, devolviéndoles la claridad de un destino, una idea que disuelve todas las nieblas en torno al gran misterio de la vida. La amistad es como una declaración del creador: un “hacerse claro” en relación con sus criaturas.

Intentemos hacer una reflexión libre. Podríamos preguntarnos, por ejemplo, si no es más pertinente hablar de “amor” en lugar de “amistad”. Sin embargo, lo revelador es justamente la categoría de amistad (declinación de un sentimiento amoroso, pues la raíz etimológica es la misma para ambas). Se trata de una pequeña variación fruto de la genialidad teológica y pastoral de don Giussani: la amistad, en efecto, implica inevitablemente la necesidad de una relación y presupone una correspondencia. Es impresionante pensar que el corazón de la creación no se reviste de tinieblas arcanas sino que se explicita en una relación: no hay nada oculto, desde el origen. Una relación abierta entre el creador y sus criaturas. Lo aclara muy bien un pensamiento del papa Francisco. «Me pregunta si pensar que no hay nada absoluto y, por tanto, tampoco una verdad absoluta sino solo una serie de verdades relativas y subjetivas, es un error o un pecado», escribió Bergoglio respondiendo por carta a Eugenio Scalfari, fundador del diario italiano La Repubblica. «Para empezar, no hablaría, ni siquiera para quien cree, de verdad “absoluta”, si se entiende absoluto en el sentido de inconexo, que carece de cualquier tipo de relación. Para la fe cristiana, la verdad es el amor de Dios por nosotros en Jesucristo. Por tanto, ¡la verdad es una relación!».

La frase del lema del Meeting en el texto del que está tomada se completa después con otro adjetivo. Aparte de «inagotable» esta amistad original es también «omnipotente». Siempre hemos asociado la idea de omnipotencia a un Dios que todo lo puede, transformándolo en un Dios resolutivo, un símil de Superman; pero aquí se nos anuncia una idea de omnipotencia más real, que se puede verificar en cada instante, es decir, cada vez que se topa con uno de los eslabones de la inmensa cadena que esa amistad inicial y gratuita ha hecho nacer, llenándose de historia y de historias. Es una omnipotencia en acto que para afirmarse recurre al método más sencillo y humano: el encuentro entre el creador y sus criaturas. Escribe don Giussani en esa página: «La fuerza del hombre reside en Otro, su certidumbre radica en Otro: la existencia es un diálogo profundo, la soledad queda abolida en la misma raíz de cada momento de la vida».

Avanzando en nuestra reflexión, nos encontramos ante la razonable necesidad de medirnos con un concepto distinto de “amigo”. Vivimos replegados sobre la idea de que amigo es aquel con el que sentimos afinidad o con quien nos encontramos bien. Las redes sociales solo son el resultado extremo de esta cerrazón. Como si el amigo fuera una fotocopia de nosotros mismos, que comparte el mismo recinto en el que nos encontramos y nos hace sentir bien dentro de ese espacio protegido. La experiencia de don Giussani tiene una dinámica opuesta, como documenta su maravillosa correspondencia con su “amigo” Angelo Majo. «Hace algunas noches, pensando, he descubierto que tú eres mi único amigo: no por exclusivismo estéril; esa vibración inefable y total de mi ser ante las “cosas” y las “personas” no la sorprendo más que en tu modo de reaccionar». Luego Giussani especifica que esa vibración de Angelo tiene una característica «armoniosa», mientras que la suya es «violenta». «Pero esto no importa», subraya. Amigo no es tanto aquel con el que se tiene o se busca afinidad en el carácter o en la forma de pensar, sino aquel que remite a esa amistad que es la raíz de la existencia y que nos hace criaturas. En otra carta de agosto de 1945 decía: «Y además, entre dos amigos profundos, ¿qué se desea? La aspiración de la amistad es la unión, es la de identificarse, llegar a ser una sola cosa, llegar a ser la misma persona, tener la misma fisonomía del Amigo… ser una sola cosa con Él». Recuerdan a las páginas de las Confesiones donde Agustín evoca su camino de conversión en su casa de Verecondo a Cassiciaco, en el corazón de la Brianza, donde se “apartó” con sus amigos a la espera del Bautismo. Pero su manera de apartarse coincidía con abrirse a «la espera del corazón que se asomaba en sus ojos» en esa relación de amistad original. Escribe Agustín: «Dichoso el que te ama a ti, y al amigo en ti, y al enemigo por ti, porque solo no podrá perder al amigo quien tiene a todos por amigos en aquel que no puede perderse. ¿Y quién es ese sino nuestro Dios, el Dios que ha hecho el cielo y la tierra y los llena, porque llenándolos los ha hecho?».

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Esta imagen de Dios como amigo que llena continuamente cielo y tierra nos lleva a ese adjetivo que cierra el lema del Meeting: “inagotable”. Es decir, una amistad siempre en acto, que no contempla posibles replanteamientos o fisuras. En cada instante marca con su bondad natural el destino de la historia, como la “providencia” de Manzoni, actuando incluso cuando los tiempos parecen adversos. Por eso la esperanza es fiable, un fundamento sobre el que poder construir una “vida buena” para todas las comunidades humanas. Como seguía diciendo Giussani a su amigo Angelo: «Lo importante es que para nosotros es inconcebible e injusto que exista una belleza como la que tú has visto, y yo imagino, sin que nosotros no nos sacrifiquemos hasta el fondo por “los demás”». Esa relación de amistad que está en el origen de nuestra existencia actúa de un modo verdaderamente inagotable.