Hacia la JMJ de Lisboa (Foto COD Lisboa)

JMJ. «La vida es una tarea»

Las palabras del Presidente de la Fraternidad a los bachilleres y a los universitarios de último curso que peregrinan a Lisboa en ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud y el encuentro con el Papa Francisco
Davide Prosperi

Queridos amigos:

Sin duda es una profunda y conmovida gratitud por el testimonio que sois para mí y para todo el movimiento lo que me empuja a enviaros este mensaje de parte de toda nuestra gran compañía. Vuestro «sí» a este gesto tan significativo es para todos nosotros ejemplo luminoso de una sencillez de corazón y de una libertad pura que es preludio de ese «sí» más grande a la llamada de Cristo que se nos pide en cada instante de la vida.

En su mensaje dirigido a los participantes en la JMJ, el papa Francisco ha dejado bien claro el contenido de esta propuesta, y permitidme que os diga que en mi experiencia se trata del secreto más decisivo de la vida: «¡Mi mensaje para ustedes, jóvenes, el gran mensaje del que es portadora la Iglesia, es Jesús! Sí, Él mismo, su amor infinito por cada uno de nosotros, su salvación y la nueva vida que nos ha dado. Y María es el modelo de cómo acoger este inmenso don en nuestras vidas y comunicarlo a los demás, haciéndonos a su vez portadores de Cristo, portadores de su amor compasivo, de su generoso servicio a la humanidad que sufre».

Al miraros, ahora que os disponéis a hacer este camino juntos, con la mirada fija en el «sí» de la Virgen para aprender de ella, nosotros los adultos también volvemos a aprender que la vida es una tarea. Hemos sido elegidos por Cristo, y hemos sido elegidos para un fin: colaborar a que todos le reconozcan. «Cristo todo en todos», como anuncia la carta de san Pablo a los colosenses. Vuestro «sí» de hoy es el primer reconocimiento de que Dios nos ha llamado y ser llamados coincide con ser enviados. Así, cada instante de la jornada puede ser el inicio de la misión. Obedeciendo al designio de Jesús y permaneciendo dentro de la gran compañía de la Iglesia, es posible empezar a experimentar, en los lugares de vuestra vida cotidiana (familia, amigos, clase, trabajo, etc.) y luego allí donde os lleven las grandes decisiones que os esperan, ese “ciento por uno aquí abajo” que Él mismo nos prometió. Y os sorprenderéis deseosos de testimoniarlo a todos. De hecho, os deseo que podáis sorprenderos viviendo no solo por vosotros mismos, sino por cosas grandes, ofreciendo cada respiro vuestro como respuesta a Su llamada.

El mundo necesita esto hoy más que nunca. Decía don Giussani: «Darse cuenta de la propia vocación, plantear la vida siguiendo su llamada, concebir la existencia como un servicio al todo: he ahí el compromiso vital de nuestro propio ser al que obliga lúcidamente el Espíritu de Cristo, dándonos la fuerza para comenzar y para ser fieles. La concepción moderna de la vida en ninguna otra cosa se manifiesta tan lejana del Espíritu de Cristo como en este punto. El criterio con el que la mentalidad de hoy acostumbra a mirar el futuro se centra en el provecho, el gusto o la comodidad para el individuo. El camino que elegir, la persona a la que amar, la profesión que desarrollar, la facultad donde matricularse: todo está dispuesto de tal modo que se erige como criterio absoluto la utilidad particular del individuo. […] Está totalmente ausente la devoción al Todo, la preocupación por el Reino, y exiliada la realidad de Cristo. “¿Qué me podrá dar todo? ¿Cómo conseguir la mayor ventaja posible en todo?”: estos son los criterios inmanentes de la sabiduría más extendida y del buen sentido más reconocido. En cambio la mentalidad cristiana invierte esas preguntas, las contradice, las mortifica, y agiganta justamente el imperativo opuesto: “¿Cómo podré darme con todo mi ser, servir más al Todo, al Reino, a Cristo?”. Este es el único criterio educativo de una personalidad humana tal y como la ha redimido la luz y la fuerza del Espíritu de Cristo. La primera juventud es la única etapa donde segura y fácilmente pueden desarrollarse esa sinceridad lúcida y comprensiva y esa magnanimidad tenaz que requiere la concepción cristiana de nuestra existencia» (El camino a la verdad es una experiencia, Encuentro, Madrid 2007, p. 93).

Dad crédito a estas palabras de don Giussani, seguid al Papa, seguid a don Francesco y a la compañía que os ha puesto para que cada paso sea seguro, y os sorprenderéis construyendo su Iglesia. Os aseguro que así la alegría que sentiréis en los próximos días llevando vuestras preguntas a la Madre de Jesús al lado de tantos jóvenes como vosotros procedentes de todo el mundo, esa alegría que se siente cuando nuestra sed de felicidad y de bien encuentra una correspondencia inesperada e inmerecida, será una posibilidad siempre ofrecida a vuestra vida. También le podéis pedir esto a Aquella que llevó en su seno la luz de la vida: que la dulce mirada de la Virgen esté con vosotros, también en los momentos más duros o dolorosos, también en los momentos de tristeza y oscuridad, la lámpara siempre encendida para que ninguna tiniebla pueda jamás cubrirlo todo. La esperanza fundada en la alegría de la amistad con Jesús, vivida dentro de la historia, es el mayor tesoro que siempre llevaréis encima: «a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé» (Jn 15,15-16). No estamos solos. Cristo nos ha puesto juntos, regalándonos esta amistad definitiva.

Confío a vuestras oraciones a la Madre de Jesús la conversión de todos nosotros.

Con afecto,

Davide Prosperi