Wael Farouq, el cardenal Matteo Zuppi y Davide Prosperi (Foto Romano Siciliani/Fraternità CL)

El sentido religioso. Esa semilla que madura en un camino

La presentación en Roma de la nueva edición del libro de don Giussani con prólogo de Bergoglio. Un diálogo entre el cardenal Matteo Zuppi, Davide Prosperi y Wael Farouq
Angelo Picariello

«No es simplemente una reedición, sino una forma de recuperar el sentido más profundo de vuestra –diría incluso nuestra– historia». El cardenal Matteo Zuppi, recién llegado de Kiev, va directo al tema del encuentro en el Centro Internacional de Comunión y Liberación en Roma. La sala está llena para la presentación de la nueva edición de El sentido senso religioso de don Luigi Giussani, enriquecido con el prólogo de Bergoglio, entonces cardenal y arzobispo de Buenos Aires, «que participó en 1998 en una presentación del libro en español», explica el presidente de la Fraternidad de CL, Davide Prosperi. Se trata del «libro más famoso y traducido del fundador de CL», como recuerda Andrea D’Auria, director del Centro Internacional, un texto que va al fondo del «hecho más imponente e inextirpable de la historia del hombre», dice Prosperi citando a don Giussani, es decir, a la pregunta sobre el sentido de la vida, en un mundo donde todo conspira para acallarla. Si bien es cierta la famosa afirmación de Reinhold Niebuhr («No hay nada más absurdo que la respuesta a una pregunta no planteada»), este libro está «marcado por la urgencia de “soplar las cenizas” que cubren el anhelo del corazón humano», continúa Prosperi. «Quiere animar al descubrimiento o redescubrimiento de uno mismo, de esa realidad que llamamos “yo” o “persona”, en contraste con el descuido del yo, con la gran distracción, individual y colectiva, promovida de tantas maneras, que atenta contra el auténtico florecimiento de nuestra vida». Pero el camino que recorren las lecciones de Giussani «no quiere dar nada por descontado, no nos pide que secundemos su tesis con los ojos cerrados, sino que propone un camino de conocimiento que todos pueden hacer y que compromete hasta el fondo nuestra razón».

El arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana define como «interesante» el método que propone el libro, «el del encuentro y el asombro», no movidos por un intento de proselitismo sino por una «pasión por lo humano». Zuppi siguió con gran interés la vibrante intervención de Wael Farouq, profesor de árabe en la Universidad Católica de Milán, contando el redescubrimiento de su fe musulmana gracias a su encuentro con El sentido religioso, no por una fascinación intelectual o teológica, sino como un auténtico encuentro propiamente dicho. Atraído por la respuesta un tanto atípica de un alumno que le dijo que el motivo por el que había decidido estudiar árabe era por una sugerencia que le había hecho don Giussani de profundizar en la cultura árabe. Tal fue su sorpresa que le pidió alguno de sus textos para comprender mejor una apertura tan insólita. «Era el año 1999, pero El sentido religioso que me regaló estuvo ahí durante un año. Lo que me empujó a leerlo fue la conciencia que fue creciendo en la relación con este chico, que luego me enteré que era de los Memores Domini», y que a sus ojos no cumplía con ninguno de los estereotipos occidentales. «No le preocupaba especialmente la ropa, no iba detrás de las chicas, no comía carne, yo le llamaba “el musulmán perfecto”. Cuando leí el libro, se convirtió en mi Evangelio, me ha hecho redescubrir todo mi sentido religioso a través de estos 23 años de compañía con rostros concretos». Una gratitud que “pagó” con la publicación “por cuenta propia” («puesto que no encontré editores disponibles») de la edición árabe del libro y su presentación en la prestigiosa Biblioteca de Alejandría, que parecía un fortín inexpugnable para un libro así.

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«Podría responder –intervino el cardenal– diciendo que ojalá todos los cristianos fueran así». El relato de Farouq confirma, para Zuppi, la bondad y eficacia del método, «la inteligencia de la fe que se hace inteligencia de la realidad». Mediante el encuentro «de un hombre con otro hombre, con Cristo en definitiva, que es el mayor buscador del yo». Un encuentro capaz de «liberar energías para que el hombre deje de ser un ansioso recolector de interpretaciones» porque el narcisismo, la enfermedad colectiva de la era de las redes sociales, supone «la muerte del yo». Un yo que busca compulsivamente el contacto con el mundo pero que sin embargo acaba viviendo «en soledad, en una trágica incomunicación que define la relación del hombre moderno con su destino».

Algo que Giussani percibió ya con mucha anticipación en sus clases del Liceo Berchet y después en la Universidad Católica, lecciones que llevaron en 1958 a la primera edición de este texto imperecedero, cuya reedición, como explicó Prosperi, resultaba necesaria para volver a ser, después de tantos años, el texto de la Escuela de comunidad. «La tentación de censurar el anhelo del corazón es enorme. Por eso somos conscientes de lo decisivo que es contar con una compañía que nos ayude a recuperar nuestra auténtica naturaleza, a desear que en todo –trabajo, familia, hijos, amores, pasiones, enfermedad, soledad, alegrías y penas– domine una relación reconocida y vivida con el Misterio. Esto es lo que siempre nos ha llevado a concebir la Escuela de comunidad como un momento de trabajo y puesta en común abierto a cualquiera que pueda estar interesado, no solo para los miembros de CL». Según Zuppi, El sentido religioso «nos ofrece la oportunidad de volver a empezar. Lo hemos masticado bastante, es una historia de amor que dura desde hace muchos años y el prólogo de Bergoglio es el testimonio de una comprensión antigua» que ahora se renueva, en este momento histórico en que la Iglesia nos llama a volver a proponer el anuncio cristiano. El cardenal Zuppi señaló las consonancias con varios pasajes de la exhortación apostólica del Papa Evangelii gaudium, porque «el carisma nunca es algo fijo, sino que madura en camino –concluyó–. Y la semilla que don Giussani plantó seguirá dando mucho fruto».