Davide Prosperi y Ciccio

«¿Tener la casa limpia os bastará para ser felices?»

Algunos fragmentos del diálogo de Davide Prosperi con la comunidad de Lugo, una de las más afectadas por las inundaciones

El pasado 25 de mayo, Davide Prosperi visitó una de las zonas más afectadas por las inundaciones de Emilia Romagna, la comunidad de Lugo, con la que tuvo una asamblea que comenzó con una oración ante la imagen de la «Madonna del fango», tal como la ha llamado su creador, el pintor Franco Vignazia, una imagen que representa a la Virgen, dolorida y conmovida hasta las lágrimas, acogiendo bajo su manto a los afectados por el aluvión, representados con picos y palas, que se han convertido en sus herramientas de trabajo durante las últimas semanas.

«¿Por qué estamos aquí?». El presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación quiso empezar desafiando a la comunidad con esta pregunta, pues no es obvio que con todo lo que queda por hacer, toda esta gente decidiera detener sus labores de limpieza durante una hora y media para celebrar esta asamblea. «Esta es la primera pregunta que debemos hacernos seriamente, para evitar responder de manera superficial o instintiva». Retomando la oración ante la que ya han adoptado como su “Virgen del fango”, Prosperi fue el primero en lanzar una hipótesis de respuesta. «Estamos aquí porque la experiencia que hemos vivido estos días del manto de la Virgen es nuestra compañía. Ese es el manto que nos alcanza y nos protege. Y es una experiencia concreta, tan concreta que entra en nuestras casas introduciendo una esperanza que viene a responder los sentimientos tan contradictorios que hemos podido tener ante lo que estaba pasando».

Antes de llegar a Lugo, Prosperi pasó por Forlí, visitando a las familias afectadas, hablando con ellas y comprobando que «la esperanza se ve y se nutre dentro de las dificultades. Muchas veces podemos hablar de esperanza cuando los problemas ya han pasado, pero lo que he visto y oído aquí es que la esperanza es algo real y concreto, que se ve y se toca, cuando uno está metido en problemas. Ahí se ve qué es la esperanza que sostiene la vida, no cuando vemos que ya podemos salir adelante, sino ante la enormidad de algo que nos supera por completo».

La necesidad de juntarse para mirar y juzgar juntos lo que está sucediendo responde a una exigencia que va más allá de la emergencia y que afecta tanto a los que han perdido sus casas como a los que se han movilizado para ayudar. «Porque si no llegamos a entender el sentido, el motor original de este deseo de darse, de toda esta generosidad, cuando acabe la emergencia volverán a aparecer los signos del malestar que nos acecha todos los días». Pero ni siquiera es necesario verlo todo claro ni estar todos de acuerdo, el Misterio se vale incluso de nuestras resistencias, más aún, cuenta ya con ellas. «Ante una realidad tan concreta como esta, se ve aún más claramente que Dios es quien pone la energía necesaria para que la luz empieza a brillar en nosotros. A veces nuestra resistencia nos parece una objeción insalvable, pero nuestros límites no impiden el designio de Dios en la historia. Somos como una bombilla, cuya resistencia es necesaria para permitir que su luz se difunda. Sin resistencia, la corriente no pasa y no hay luz. Dios pone la energía pero nos necesita, con todos nuestros límites y resistencias, necesita que estemos disponibles ante lo que se nos da, no solo por nosotros sino para que todos puedan ver su luz, a través de vuestra humanidad».



Prosperi retomó en este punto un famoso ejemplo que ponía Giussani sobre la niebla que a veces puede ofuscarnos. «Cuando conduces con niebla sabes que la carretera está ahí, pero si no quieres salirte tienes que estar muy atento a los signos, a los pocos signos que puedes ver. El destino se hace visible a través de esos signos, que como tales piden ser reconocidos. Si no retiras el fango, empezará a incrustarse y luego será muy difícil quitarlo. Lo mismo pasa con nuestra humanidad. Para que el barro no se incruste en nuestro corazón necesitamos este lugar que educa nuestra mirada. Porque mañana ya no hará falta que venga gente a ayudarnos a limpiar la casa, pero seguiremos necesitando un corazón que reconozca el sentido».
«¿Cómo podemos hacer que el corazón sea el criterio original que nos permita mirar la realidad y no lo que nos dicen los medios o lo que oímos por ahí? Ayudándonos a juzgar, hacer falta un juicio. Podemos pensar que ahora lo urgente es dejarlo todo limpio y después ya pensaremos en juzgar. Pero no. El juicio está al principio, juzgar es lo que te permite vivir de un modo plenamente humano la situación que te toca afrontar. No es que Dios la haya tomado con nosotros. Como padre, siempre nos pide cosas más grandes que las que creemos poder hacer. Porque un padre quiere que sus hijos crezcan y por eso no solo le pide cosas que ya saben hacer, sino cosas que todavía no sabe hacer. Dios no lo hace para castigarnos o ponernos a prueba, somos nosotros los que razonamos así, pero un padre bueno pone a prueba a sus hijos para que crezcan, para que crezca su fe, para que se den cuenta de qué es lo que verdaderamente necesitan pare crecer, para que su vida se cumpla, para llegar a su destino. ¿Tener la casa limpia os bastará para ser felices? ¿Eso bastará para que vuestra vida tenga sentido?».

«Lo que marca la diferencia es entender que la circunstancia no es un accidente ante el cual yo tengo que gastar todas mis energías para demostrar algo. Lo que marca la diferencia es tomar conciencia de haber sido elegido, llamado dentro de esta circunstancia. Muchas veces se nos olvida que las circunstancias que tenemos que afrontar coinciden con una llamada, y por eso nos cuesta tanto afrontarlas, porque perdemos el sentido de lo que vivimos, no respondemos a las circunstancias respondiendo a un Tú que nos elige ahí. Pero toda la historia de la salvación es la historia de una elección, de una llamada, y de la respuesta a esa llamada: “Sí, Señor, aquí estoy”».
Cuando uno vive así, toda circunstancia se convierte en un paso del camino que hace junto con otros. «Debemos ayudarnos a vivir todo lo que se nos da sin perder de vista el camino que hacemos en esta compañía. El Papa nos invitaba a tomar en serio la responsabilidad que tenemos respecto del carisma que hemos encontrado. ¿Pero en qué consiste esa responsabilidad? El potencial del carisma aún está por descubrir, pero para descubrirlo debemos poner en juego nuestra experiencia, lo que se nos pide, lo que se nos pone delante, lo que vivimos y sobre todo la conciencia que tenemos de lo que vivimos. Otros pueden encontrar lo mismo que hemos encontrado nosotros por la manera en que vivimos la realidad que nos toca, a través de la comunión que vives con la realidad que tienes delante y que genera tu iniciativa en medio del mundo. Que no solo te genera a ti, sino que genera el lugar al que perteneces. Estamos llamados a ser responsables de esto dentro de las circunstancias de nuestra vida, que a veces pueden ser violentas sacudidas, como esta. Necesitamos ayudarnos mutuamente para estar delante de lo que Dios nos pide a todos de la manera más verdadera. Por eso estoy yo aquí, porque necesito vuestra ayuda».