¡Hola amigos! Es curioso usar esta palabra –amigos– cuando hay tantos años de vida y tantas experiencias vividas que nos separan. Podríais ser mis hijos, de hecho entre vosotros están dos de mis hijas. Sin embargo, podemos decirlo, es justo decirlo. Y en estos días descubriréis por qué. Vuestros amigos mayores, que os guían en el gesto del Triduo pascual, me han pedido que viniera a saludaros. Lo hago con mucho gusto. Es más, he pensado vivir este gesto junto a vosotros. No es algo habitual para mí, pero este es un año especial. La pandemia del Covid os ha impedido durante muchos años reuniros aquí todos juntos y ahora lo retomamos para no perder la memoria.
Me doy cuenta de que cada uno de vosotros tendrá en este momento sus propios sentimientos y expectativas, muy personales. Pero quiero daros un consejo a cada uno de vosotros, y me permito hacerlo por la experiencia que he madurado todos estos años, ¡de algo tendrá que servir ser más viejo! Es importante que hayáis decidido venir aquí, es importante que hayáis elegido estar, sea cual sea el estado de ánimo que tuvierais antes de venir o el que tengáis ahora estando aquí. Este es mi consejo: estad disponibles, disponibles para todo, verdaderamente para todo lo que se os proponga. No lo entenderéis todo enseguida, pero dejaos aferrar por lo que se os propone. Estáis aquí, no tenéis nada que perder. Recuerdo cuando, hace muchos años, yo estaba ahí, en vuestro lugar –un poco inseguro de estar en el lugar donde quería estar– y algún día, si Dios quiere, alguno de vosotros estará en el mío. Recordad estos días…

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