Davide Prosperi durante la entrevista

La entrevista a Davide Prosperi en TV2000

La figura de don Giussani, la relación de los movimientos con la Iglesia y su tarea actual. La entrevista de Monica Mondo al presidente de la Fraternidad de CL, emitida el domingo 12 de marzo

Monica Mondo. Davide Prosperi, presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación, el jefe podríamos decir.

Davide Prosperi. Sí, algo así.

Monica Mondo. Milanés, fue investigador del CNR en ciencia y tecnología molecular, hoy es profesor de bioquímica y director del Centro de Nanomedicina en la Universidad Bicocca de Milán. Hablar de nanomedicina y tecnología molecular me causa desproporción y una inmensa admiración, y también preocupación porque es un campo de minas.



Davide Prosperi. Sí, pero como pasa en todas partes. La nanomedicina nace con la idea de utilizar las nuevas tecnologías para intentar mejorar las terapias existentes ante patologías como el cáncer, enfermedades neurodegenerativas y dolencias crónicas.

Monica Mondo. Es algo bueno, entonces.

Davide Prosperi. Sí, esa es la idea.

Monica Mondo. ¿Cómo ha llegado a guiar un movimiento que está presente en todo el mundo, que es una propuesta de educación en la fe que ha generado misiones, escuelas, cooperativas, empresas, que ha dado vocaciones religiosas a la Iglesia? ¿Cómo llega?

Davide Prosperi. Bueno, es una larga historia, en el sentido de que en realidad yo empecé a vivir la experiencia del movimiento siendo muy pequeño. El movimiento también tenía entonces una historia joven. Llegué por un motivo un poco accidental: mis padres se mudaron a Milán después de casarse, mi padre murió cuando yo tenía seis años en un accidente laboral y mi madre tuvo que ponerse a trabajar y encontró empleo en la primera escuela que fundaron varias familias de Comunión y Liberación. Como trabajaba allí, para tenernos cerca a mi hermano y a mí, yo tenía seis años y él cuatro, nos llevó a ese colegio, de modo que nos educamos en un contexto donde la propuesta de Comunión y Liberación se traducía de hecho en una experiencia vital, una experiencia cultural por tanto, lo que me llevo a casa de allí es una mirada positiva a la realidad, a la percepción del bien.

Monica Mondo. ¿También por parte de su madre?

Davide Prosperi. De mi madre sobre todo, pues esa quizá fue la primera vez que empecé a preguntarme qué era la fe, porque ella tenía motivos para estar enfadada o desesperada por su situación –no tenía a nadie, se quedó con dos niños pequeños– y sin embargo siempre me transmitía esa sensación de positividad de la realidad. Cuando le preguntaba «¿por qué?», ella me decía: «por la fe». Esta pregunta me acompañó siempre, luego tuve mis crisis al crecer como todos los jóvenes cuando llegan al momento de preguntarse qué quieren hacer en la vida.

Monica Mondo. ¿Y usted qué quería hacer en la vida?

Davide Prosperi. Al principio quería ser guía alpino. Me apasiona la montaña, la escalada, hasta el punto de que a la mitad de la carrera –estudiaba Química en la Universidad Estatal– me planteé abandonar los estudios a pesar de que me gustaba porque quería ser guía alpino, pero en ese momento conocí a don Giussani y ese fue para mí el encuentro de verdad, el encuentro donde empezó a madurar mi conciencia personal de la experiencia cristiana.

Monica Mondo. ¿Qué le llamó la atención de aquel cura?

Davide Prosperi. Todo. Obviamente no lo digo en términos de idolatría, estoy hablando de un ser humano, no de un extraterrestre, pero don Giussani, sobre todo cuando te encontrabas con él personalmente pero también en público, era una persona que inmediatamente te comunicaba una certeza, no una seguridad psicológica sino una certeza existencial. Te hacía ver que todo eso que a ti te generaba preguntas era algo que podías mirar y afrontar de manera plenamente humana porque la respuesta existe aunque tú no la tengas delante inmediatamente, te daban ganas de ponerte en camino porque la respuesta existe, existe con certeza. Para él eso brotaba naturalmente de la relación que tenía con Cristo. Su mayor capacidad, en mi opinión, no se debía tanto al hecho de que fuera una persona con cualidades excepcionales, que lo era sin duda y podría poner muchos ejemplos –he oído a poca gente hablar como él, con esa capacidad comunicativa, el uso de la lengua–, sino sobre todo a su mirada, una mirada penetrante que al mismo tiempo te llenaba de paz. ¿Cuál fue para mí el factor determinante que me hizo seguirle, como tantos otros? Su capacidad para comunicar la experiencia que vivía, no tanto que él fuera una gran figura, sino que lo que le hacía ser así lo comunicaba y por tanto también lo podían experimentar otros. Fascinado por esto, uno deseaba poder identificarse con lo que él vivía, con lo que él seguía.

Monica Mondo. Quiero partir de un hecho que sucedió no hace demasiado tiempo y que le ha llevado a asumir una gran responsabilidad sobre sus espaldas, cuando el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida le confió la guía de Comunión y Liberación, aprobando además para todos los movimientos nuevas reglas que tal vez no se terminan de entender. Quería preguntarle si usted ha comprendido el porqué de esas correcciones que se le han pedido a Comunión y Liberación, y en general las indicaciones que deben seguir todos los movimientos eclesiales.

Davide Prosperi. Sí, sin tener la pretensión de decir “lo he entendido”, creo que puedo decir lo que he entendido. Podemos decir dos cosas. Primero, la cuestión de la corrección. Creo que la corrección es el signo más importante del reconocimiento del valor de algo. Un profesor corrige a sus alumnos si cree que pueden crecer, que pueden mejorar, que pueden realizar incluso cosas más grandes que las que el propio profesor ha logrado hacer, y por eso les corrige. Un profesor que nunca corrige es un profesor al que no le interesa que crezcan…

Monica Mondo. Quiere decir que la Iglesia también tiene la tarea de corregir.

Davide Prosperi. Exacto. ¿Por qué la corrección, entonces? ¿Y por qué nosotros estamos dispuestos a aceptar la corrección? Primero porque lo llevamos en el ADN porque Giussani era el primero que corregía continuamente la experiencia del movimiento en la manera que tenía de hacer un cierto tipo de propuesta educativa. Toda nuestra historia ha sido así, también cuando llegó el sucesor de Giussani, Carrón, se dio cuenta de que había ciertos aspectos de la experiencia del movimiento que requerían una corrección, por ejemplo su insistencia en la personalización de la fe, para evitar que el movimiento corriera el riesgo, como tantas otras realidades, de convertirse en organizaciones y nada más, perdiendo así el ímpetu original que es precisamente el carisma. Ahora la corrección llega directamente de la autoridad de la Iglesia. Por tanto, la corrección está siempre, como cuando uno se va de viaje y desde la torre de control corrigen al piloto porque tal vez el vuelo –por el viento y otras condiciones– se está desviando de su ruta, hay que corregir.

Monica Mondo. ¿No será que la Iglesia, como institución, siempre ha mirado a los movimientos eclesiales con algo de sospecha? Al principio era así.

Davide Prosperi. Aquí llego a lo segundo que quería decir. Creo que también deberíamos mirar este fenómeno con el paso de los años, en una perspectiva histórica. Hubo un gran florecimiento de movimientos que tuvieron su momento más “glorioso”, es decir visible, a finales de los años 90, culminando en la plaza de San Pedro el 30 de mayo del ’98 con Juan Pablo II. Muchos de los entonces fundadores de algunos de los movimientos más importantes intervinieron en aquella ocasión. Hoy muchos de esos movimientos ya se encuentran sin fundador, por eso la Iglesia se pregunta qué queda, como factor de construcción de la Iglesia entera, de esos carismas digamos, es decir, de esa etapa de renovación de la experiencia eclesial dentro del laicado.

Monica Mondo. ¿Esa etapa se está agotando? Juan Pablo II hablaba del «soplo del Espíritu», ¿es que sopla un poco menos? Los movimientos comparten lo que en Europa se conoce como descristianización, indiferencia hacia Dios, etc., es decir, es un momento de crisis. Sabemos que las crisis son oportunidades, pero la realidad visible es de sufrimiento. ¿Qué puede dar un nuevo impulso a esta capacidad de comunicar la fe?

Davide Prosperi. Como decía, creo que el problema no es tanto que haya una crisis que se mida en una contracción de las cifras de adhesiones, sino que me parece que el problema que estamos llamados a afrontar en primer lugar es a renovar nuestro conocimiento sobre cuál es la tarea histórica de estos movimientos ahora que sus fundadores ya no están. Debemos ayudarnos a entender cómo todo el bagaje de experiencia y enseñanzas que hemos recibido permanece, sigue siendo actual y da nuevo vigor. Creo que esto tiene una traducción que puede ser la clave para mirar este tiempo, que es lo que el Papa nos dijo el 15 de octubre en la plaza de San Pedro cuando celebramos el centenario del nacimiento de don Giussani, apostándolo todo –o mucho– por la misión. ¿Por qué? Porque paradójicamente un movimiento como el nuestro, que nace como movimiento misionero, un movimiento educativo y misionero dentro de su ámbito, si pierde ese impulso y empieza a mirarse por dentro, dirige su mirada hacia dentro, a la gestión de su propia realidad, está destinado a morir.

Monica Mondo. Pero si hay algo que caracteriza, si he entendido bien, a Comunión y Liberación ha sido siempre la presencia en el ambiente, según la cultura, la caridad y el deseo proponer la fe. CL nunca se ha retirado del compromiso con la realidad, aun arriesgando, aun equivocándose… En la Iglesia hubo una contradicción muy fuerte, durante un cierto periodo, entre los que propugnaban la opción religiosa, es decir que la fe es un acto íntimo, privado, mientras CL decía otra cosa. ¿Sigue habiendo esta división?

Davide Prosperi. Digamos que nunca nos hemos identificado con este tipo de preocupación, la de no estar demasiado presente en los ámbitos sociales. Puede darse algún caso en que hayamos “pecado” de excesivo presencialismo en determinados ámbitos pero creo que esto forma parte del intento de las personas, y como tal debe juzgarse si llega o no llega. Pero la raíz de todo esto nunca ha sido una preocupación por estar presentes o estar de cierta manera, o incidir cambiando las condiciones del ambiente en el que estamos. La preocupación de don Giussani siempre fue la de educar a jóvenes y adultos en la fe y esta educación tenía su fundamento en la experiencia de que Cristo, puesto que está, puesto que está presente, es una presencia real, que se puede experimentar dentro de la comunidad cristiana y que incide en todo.

Monica Mondo. ¿Por qué manifestarse por ejemplo en temas objetivamente delicados y hoy superados, como la defensa de la vida, cuestiones bioéticas, qué pretenden los cristianos? En el fondo, pueden rezar, hacer sus cosas, pero sobre ciertas cuestiones es mejor callar.

Davide Prosperi. No, creo que hay dos niveles del problema y normalmente la contraposición que se observa nace de subrayar, a veces de manera ideológica, uno por encima del otro. Los dos niveles serían: primero, la justa y continuamente reclamada por el Papa acogida, acompañamiento, abrazo, es decir, el nivel de relación personal, de testimonio personal. Luego hay otro nivel que es el juicio cultural. Está fuera de toda discusión que hoy hay presiones muy fuertes para intentar dejar pasar un cierto tipo de antropología que no pertenece a nuestras raíces y que exige un juicio adecuado.

Monica Mondo. ¿Pero esas raíces no han pasado ya? Es decir, ¿no nos estaremos enrocando en posiciones anacrónicas?

Davide Prosperi. No, no son raíces pasadas porque las raíces son siempre la linfa del presente. Un árbol sin raíces está destinado a morir. Esto es lo que no se entiende. Hoy se da una carrera por perseguir frutos siempre nuevos pensando que con tal de alcanzar frutos tan gloriosos podemos decir que el presente ha superado al pasado. Pero sin raíces esos frutos están destinados a pudrirse.

Monica Mondo. Hablemos de la guerra. Sobre esta guerra, pues sabemos que hay muchas guerras, pero esta es más cercana, también porque el compromiso de Italia y Europa ha sido inmediato y continuo. Los católicos tienen posturas muy distintas, obviamente rezando y deseando todos la paz, pero hay quien pide que se dejen de entregar armas y se activen iniciativas diplomáticas, aunque no se sepa en qué sentido. ¿Cuál es la posición, si hay una posición que pueda expresar, que exprese un juicio como siempre ha hecho CL ante los hechos de más actualidad?

Davide Prosperi. El corazón del juicio que intentamos expresar es que el origen de cualquier postura que quiera tender hacia la paz realmente exige un trabajo que no solo afecta al aspecto diplomático sino que requiere una educación. Es algo muy pertinente con nuestro origen. Creo que este es el problema actual, por un lado, y por otro sin duda veo que hay necesidades urgentes e inmediatas. La política se está movimiento según sus prerrogativas. Claramente, yo no tengo todos los elementos para juzgar la forma en la que se está moviendo, pero me llama mucho la atención la insistencia del Papa que a pesar de la tendencia a pensar que es necesario armar al más débil porque en este caso también es el que ha sido invadido, el Papa sigue insistiendo en que es necesario repensarlo todo, es decir, hay que replantearse el rearme, hay que dejar de invertir en armas, hay que cambiar completamente de mentalidad, cambiar el enfoque y tal vez esto no se entiende, aunque en el fondo todos deseen la paz. Creo que el problema es que no se entiende lo que el Papa está diciendo. Se usan sus palabras pero no se comprenden desde su origen.

Monica Mondo. Tal vez es difícil llevarlo a la práctica, ¿no?

Davide Prosperi. Sí, es difícil porque choca inevitablemente con muchos intereses distintos. Pero es lo que suele pasar, es así en cualquier conflicto, incluso dentro de una familia, dentro del ambiente laboral, cuando hay muchos intereses en juego hay que decidir –y esta es una decisión que todos deberían tomar– cuál es el factor más decisivo.

Monica Mondo. Si Europa no solo fuera una realidad nominal sino una realidad cultural de hecho, aparte de económica, tal vez podría desarrollar esa labor, en lugar de dividirse según los intereses de cada país.

Davide Prosperi. Esa es la demostración de lo que decíamos antes: que hacen falta raíces. Ese factor de unidad no puede ser un ensamblaje de intereses comunes, el factor de unidad debe ser el reconocimiento de una raíz común.

Monica Mondo. Mire, hablando de familia, ¿usted tiene cuatro hijos?

Davide Prosperi. Sí.

Monica Mondo. Y la universidad. Imagino que como guía de un movimiento eclesial tendrá que viajar por el mundo, ¿no? ¿Pero su familia le apoya? Pregunta retórica: sí. ¿Pero sí de verdad?

Davide Prosperi. Bueno, no voy a negar que en ciertos momentos puede ser complicada la gestión familiar y también de algún modo el sufrimiento por no poder estar un tiempo adecuado junto a las personas de mi familia. ¿Quién no necesita esto? Yo el primero. Pero estoy descubriendo que existe una unidad más profunda, que nace del hecho de reconocer que aquello a lo que uno entrega su vida vale más para vivir y une más.

Monica Mondo. Ante esta responsabilidad, ¿la primera reacción fue “¡qué bueno!”, “es lo que quiero”, o más bien “qué es lo que está pasando”? En el fondo, para un padre de familia que trabaja en la universidad, tener esto además, y creo que no ha sido comprendido inmediatamente, ¿no? ¿Ha sido duro, difícil?

Davide Prosperi. En ciertos aspectos ha sido duro, en otros ha sido fascinante. No fascinante por la tarea o el cargo, que creo que es poco relevante. Lo que es relevante para mí es la tarea que tiene el movimiento hoy. En el momento en que me lo pidieron, fue algo totalmente imprevisto y desde mi punto de vista absolutamente inesperado, había imaginado escenarios completamente distintos, pero lo que comprendí inmediatamente es que el motivo por el que acepté enseguida sin pensarlo demasiado fue que me daba cuenta perfectamente de que yo no soy, no me considero una persona especial para realizar esta tarea, de hecho me considero uno igual que otros muchos, y creo que este es el verdadero motivo de esta elección por parte de la autoridad de la Iglesia. Ciertamente yo estaba posicionado, era el vicepresidente y por tanto al aplicar los estatutos ahí estaba.

Monica Mondo. Pero podían haber elegido a otro.

Davide Prosperi. Podían haber elegido a otro. Creo que fue debido a esto precisamente: querer dar a entender que el carisma, después de la muerte del fundador, pasa a ser responsabilidad de todos aquellos que han sido alcanzados por él. Por tanto, nos toca asumir esa responsabilidad en la Iglesia y en el mundo.

Monica Mondo. Una canción que le guste o una pieza musical que le guste.

Davide Prosperi. Durante este tiempo escucho mucho el Moldava de Smetena porque hace poco, preparando justamente un encuentro sobre la paz, volví a ver una grabación de 1960 donde un director que murió joven, a los 49 años, Ferenc Fricsay, dirige el ensayo de esta pieza. Es algo extraordinario y se lo recomiendo a todos. Creo que es el ejemplo de quién es educador.

Monica Mondo. Gracias, dedicado a los pueblos asediados y agredidos.

Davide Prosperi. Exacto. Gracias.