(Foto: Mercedes Laviña)

Madrid. Una nueva mentalidad que nos hace profetas

Crónica de la presentación en Madrid del manifiesto de CL por la profecía de la paz. Un diálogo con monseñor Bernardito C. Azua, nuncio apostólico en España; el político Eugenio Nasarre y el profesor Javier Restán
Yolanda Menéndez

La profecía por la paz del papa Francisco aterrizó el pasado jueves 9 de febrero en Madrid. En el auditorio de la Fundación Pablo VI se dieron cita monseñor Bernardito Cleopas Auza, nuncio apostólico en España; Eugenio Nasarre, vicepresidente del Consejo Federal Español del Movimiento Europeo; y Javier Restán, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Francisco de Vitoria, en un diálogo moderado por la periodista Cristina López Schlichting. Antes de empezar, Jesús Carrascosa, responsable del movimiento Comunión y Liberación en España, presentó los motivos del encuentro: responder a la petición explícita del papa Francisco, en su audiencia del centenario de Luigi Giussani, a CL a colaborar con él en la profecía por la paz. «La prueba de que la Iglesia es continuidad de Cristo es que es una, santa, católica y apostólica; la Iglesia es comprensiva e incluyente, y esos son rasgos humanamente imposibles porque como vemos en la guerra de Ucrania parece que para afirmarme a mí te tengo que negar a ti. Sin embargo, comprender e incluir es el alma de la paz».

«Este acto responde al grito de un hombre asustado por lo que está pasando», empezó diciendo López Schlichting en referencia a las palabras de Francisco en Roma el pasado 15 de octubre. «Lo que parecía imposible está pasando desde hace un año. No hay perspectiva alguna de conversaciones de paz, ni siquiera intentos internacionales contundentes. ¿Qué puede hacer un hombre anciano como el Papa? ¿Y qué podemos hacer nosotros?».



El nuncio tomó la palabra agradeciendo y mostrando su satisfacción por este acto. «Me siento movido a acompañaros en vuestra intención, que es la realización de un propósito que el Papa os ha pedido: que arda en vuestros corazones esta inquietud santa y profética. El nacimiento de Jesús es anuncio de paz y no se resuelve en un sentimiento sino en el ejercicio de la misericordia, favoreciendo la convivencia». Monseñor Auza destacó algunas palabras del Santo Padre en su mensaje por la Jornada Mundial de la Paz: «El virus de la guerra es más difícil de vencer que los que afectan al organismo, porque no procede del exterior, sino del interior del corazón humano, corrompido por el pecado». El nuncio señaló que «la guerra es la negación de cada uno de los derechos humanos, cada acto de violencia es una falta de respeto a la dignidad humana, en una cultura del descarte en la que anida una violencia sorda llena de desprecio. En medio de todo esto la Iglesia propone lugares alejados de esa mundanidad que denuncia el Papa». Terminó apelando a no descuidar nunca la oración, «esencial en la promoción de la paz. Gracias por vuestra contribución y que Dios bendiga este manifiesto».

Después de que la moderadora describiera la larga e intensa carrera política de Eugenio Nasarre, este quiso aclarar que «la causa más noble de mi trayectoria política creo que es luchar por la unidad europea». Recordó el 75 aniversario del congreso de La Haya que puso los cimientos de Europa. «Sus conclusiones hacían un llamamiento fundamental, indicando que la conquista esencial de Europa se llama dignidad del hombre y requiere la unidad de nuestro continente. A esta misión la llamaba de “salvación pública” porque el proyecto europeo ha sido y es un proyecto de paz». Nasarre no ocultó el sufrimiento que le causa esta guerra, que calificó de «mazazo cultural, espiritual y político. Yo mismo me considero aliado del pueblo ucraniano y si el cese de hostilidades se produjera porque Putin consigue sus objetivos derramaré lágrimas de amargura».
Respecto a la tarea de los cristianos en una situación tan dramática, Nasarre destacó una cita de Maritain afirmando que «la paz es insuficiente. Él propone una sanación espiritual, un acto de conciencia de los pueblos confesando lo que cada uno ha hecho mal. Iba más allá de la responsabilidad jurídica o penal y propugnaba una tarea persuasiva y pedagógica que es lo que podríamos llamar reconciliación, cuyo símbolo fue el Te Deum en la catedral de Reims con el saludo entre Adenauer y De Gaulle, sellando así la paz franco-alemana tras la segunda guerra mundial. Ojalá pudiéramos volver a ver algo así, un gesto de dos dirigentes de sendos pueblos que vuelvan a entenderse y a reconocerse».

Por su parte, Javier Restán hizo una lectura pormenorizada y muy personal del manifiesto de CL. «Para mí este documento ha supuesto una gran ocasión. Lo empecé a leer pensando en el fondo que ya sabía lo que me iba a encontrar, que sería poco incidente para el nivel de tragedia al que nos enfrentamos, pero a medida que lo leía, me iba adhiriendo más a él». Insistió en que no se trata de un documento político ni geoestratégico. «Es un intento de secundar explícitamente la petición del Papa de colaborar con él en la profecía de la paz. Puede ser incompleto pero va a la raíz». Restán destacó la apuesta del manifiesto por el diálogo, «propuesta que podemos mirar con cierto escepticismo, ¿es lo más conveniente? El manifiesto no solo dice que sí, sino que es cuestión de vida o muerte. En un momento en el que crece irresponsablemente la convicción de que este conflicto solo puede acabar con la derrota absoluta de una de las partes, alimentando así una polarización que envenena las relaciones sociales y nos introduce en una dinámica de guerra fría». En este sentido, Restán citó al sociólogo Víctor Pérez Díaz, que a propósito del documento de CL ha afirmado que «el diálogo es clave. Si queremos el bien de los otros necesitamos comprenderlos, comprender cómo y por qué entienden su propio bien del modo en que lo hacen». En opinión de Restán, es fundamental esta «reivindicación de la escucha que implica el sacrificio de entender las razones del otro. La raíz es el reconocimiento de que el otro, sea quien sea, es un bien».
Javier Restán terminó apelando a la necesidad de estar dispuestos a ser educados. «Como dice la cita de Giussani al final del manifiesto y como dice el Papa en su mensaje de la Jornada Mundial de la Paz, que Dios transforme nuestros criterios habituales para concebirnos como un nosotros, disponibles a cambiar y a ser educados. Debemos secundar iniciativas que nos muevan a abrazar las necesidades del pueblo ucraniano. De esta forma se va conformando una nueva mentalidad que nos hace profetas de la paz. En momentos tan dramáticos se ve con gran nitidez la necesidad de ser Iglesia, donde la voz del Papa suena como contrapunto a las demás voces de los poderosos».