Encuentro del 30 de enero en el Allianz Cloud de Milán (Foto Manuela Cipolla)

Elecciones regionales. ¿Qué está en juego?

Más de tres mil personas en el antiguo Palalido de Milán, entre ellos los candidatos a la presidencia de Lombardía, para escuchar la voz de seis protagonistas de la sociedad civil sobre subsidiariedad, familia y educación
Maurizio Vitali

La primera sorpresa es ver, la noche del 30 de enero, el viejo Palalido de Milán - ahora Allianz Cloud totalmente renovado y lleno de miles de personas interesadas en un tema que, en estos tiempos de desafecto por la política, no suena especialmente atractivo, “Elecciones regionales 2023. ¿Qué hay en juego?”. La segunda sorpresa es que los tres principales candidatos a presidir la región de Lombardía –Attilio Fontana (centro derecha), Letizia Moratti (Tercer polo) y Pierfrancesco Majorino (centro izquierda-M5S)– están presentes pero no para hablar en el escenario, sino b>en platea para escuchar. En ese mismo lugar donde hace 50 años, el 31 de marzo de 1973, confuso como uno más en medio de una multitud de jóvenes, estaba sentado Aldo Moro, que vino para escuchar y entender quiénes éramos y qué tenían que decir esos católicos que sorprendentemente se presentaban «en las universidades italianas por la liberación».
Ahora se escucha a seis protagonistas de la sociedad civil lombarda, invitados por la Compañía de las Obras y moderados por el presidente de la Cdo en Milán, Andrea Dellabianca.

Todavía resuena la palabra “liberación” del canto de Claudio Chieffo con el que comenzó el acto (El pueblo canta su liberación), seguida de la Canción de la pertenencia de Giorgio Gaber (veinte años después de su muerte).

En primera fila, Attilio Fontana, Letizia Moratti y Piefrancesco Majorino (Foto Manuela Cipolla)

Entra enseguida en el campo la palabra clave para una posible reconciliación entre la sociedad civil y la política: la palabra subsidiariedad, criterio «fundamental para la sociedad de hoy», explica la constitucionalista Lorenza Violini, «que hunde sus raíces en el valor primario de la persona y de las formaciones sociales». La subsidiariedad dio lugar a los mejores momentos de la historia de Italia, generando desarrollo social. Hoy ha entrado explícitamente en la Constitución italiana que, según Violini, la señala como nuevo camino que recorrer para evitar la contraposición entre un estado de Leviatán opresivo y una sociedad de individuos aislados y dominados por el mercado, favoreciendo en cambio la cooperación entre la administración pública y la sociedad, con sus cuerpos intermedios, especialmente el tercer sector.

El primer tema que se aborda es la sanidad, que supone más de tres cuartas partes de los presupuestos regionales. Lorenzo Mantovani es profesor de Higiene y Sanidad pública en la Università degli Studi de Milano-Bicocca. «¿Qué es lo que está en juego?», pregunta nada más empezar: «El futuro. De hecho, estamos viviendo una transición muy consistente». A sus espaldas, una historia de éxito que en pocas décadas ha elevado en muchos años la esperanza de vida. Los ancianos con más de 65 son actualmente el 22%, y en 2040 serán el 33%. «Hemos tenido una sanidad dedicada principalmente, como debía ser, al cuidado de los agudos», apunta Mantovani. «Ahora debemos afrontar la multimorbilidad. El hospital debe seguir trabajando, pero hay que seguir a la persona allí donde vive». Multimorbilidad y medicina territorial implican dar un paso «de la complicación a la complejidad, del cuidado de los órganos al cuidado del organismo, y obligan a un nuevo modelo organizativo». Para los gobernantes, es fundamental el conocimiento. «El mundo sanitario está dispuesto a colaborar ofreciendo datos e información. Luego les toca intervenir a los administradores» con equilibrio y diligencia.

Por la izquierda, Lorenza Violini, Lorenzo Mantovani, Francesco Magni y Andrea Dellabianca (Foto Manuela Cipolla)

La educación es tal vez el tema que más preocupa. Lo afronta Francesco Magni, investigador de Pedagogía general y social en la Università degli Studi de Bergamo. Cita a don Giussani: «Pueden hacernos salir desnudos a la calle pero que no nos quiten la libertad de educar». Y comenta: «Esa frase significa también que cada persona tiene valor, que nadie puede quedar abandonado». El fracaso escolar en Lombardía es del 11%, no es de los más altos, y los ni-ni –los que ni estudian ni trabajan– son el 18%.
¿Cuáles son las prioridades? Magni señala en primer lugar el pluralismo educativo. «Quien toma la iniciativa de desarrollar propuestas y centros educativos debe ser apoyado». Una segunda prioridad, en su opinión, es el relanzamiento de la formación técnica y profesional. «No puede ser la segunda opción para los que no sacan buenas notas. Debe ser un itinerario de calidad y excelencia». Se trata de valorar los talentos de cada uno, que no son siempre iguales. «El igualitarismo ideológico –señala el pedagogo– tira hacia abajo y penaliza al pobre, mientras que los ricos siempre encuentran la manera de mejorar». Sobre la universidad, apuesta por convertirla en «una plataforma del conocimiento».

También habla de la universidad la joven Marta Ghidoli, presidenta del Consejo de Estudiantes del Politécnico de Milán. Explica cómo llegó a interesarse por la política universitaria. «No porque me llamara la atención, sino por una forma de vivir la universidad que me ayudara a madurar personalmente. Un camino educativo ha hecho crecer en mí un interés apasionado por la realidad, e implicarme con la realidad que vivo ha despertado en mí el sentido de responsabilidad». De este modo, la universidad «debe estar en condiciones de presentarse como un lugar de crecimiento para todos los estudiantes». Con espacios que favorezcan el estudio y la convivencia, implementando y adecuando las medidas necesarias para garantizar el derecho al estudio. «Hace falta que la formación de los jóvenes –este es el llamamiento de Marta– esté en el centro del debate público». No como un apéndice.

Marta Ghidoli, Gigi De Palo y Luca Sommacal (Foto Manuela Cipolla)

Otro gran tema, la familia, lo abordaron Gigi De Palo, presidente del Fórum de Asociaciones Familiares, y Luca Sommacal, presidente de Familias para la Acogida. «Se habla mucho de familia, pero poco o nada a la familia», arrancó diciendo De Palo. «La familia es un ahorro (para el Estado). Se la suele considerar como un problema, cuando en cambio es la solución, la respuesta. Basta con ver su labor en las emergencias». Hay que pasar de las intervenciones “spot”, de «medidas parciales, paternalistas y asistencialistas», del «descuido y la mediocridad» de ciertos programas electoralistas a una ley orgánica de familia, que tenga en cuenta que la familia es «la realidad más subsidiaria que existe». Entre esas medidas, la prioridad de las prioridades sería hacer frente al descenso de la natalidad. Tener un hijo no puede ser, como ya es, la segunda causa de pobreza (después de la pérdida de empleo). «Si cae la natalidad, caen el bienestar, la sanidad, las pensiones…».

La familia es un sujeto que coopera al bien común también con la acogida, la adopción, la hospitalidad con los refugiados. Sommacal destaca que las Familias para la Acogida nacen «del reconocimiento del misterio y de la dignidad inviolable de todo ser humano, experimentando una inmensa gratitud por el bien que entra en una casa cuando se acoge». En las periferias existenciales, señala Sommacal, es casi siempre la única presencia constructiva. La política, por su parte, puede apoyar un proyecto de reinserción, desarrollo de redes familiares solidarias en diversos ámbitos, establecer una mesa regional o convenios con asociaciones de familias acogedoras, es decir, implicar a las asociaciones familiares en una colaboración permanente y operativa.

(Foto Manuela Cipolla)

Habría más temas, como empleo, empresa, medio ambiente, pero no podía abordarse todo de una sola vez. Tampoco se trataba de enumerar el catálogo de deseos. Se trataba de ofrecer ejemplos convincentes de cómo poner a la persona en el centro y desarrollar una cultura subsidiaria permite que salgan a flote instancias realistas y concretas, así como posibilidades de colaboración con las instituciones, contribuyendo así al intento de recomponer una relación adecuada y positiva entre la política y la sociedad civil, como señala Dellabianca: «Esta es la métrica con la que expresaremos un juicio no solo sobre los programas electorales, sino más bien sobre las decisiones que tomen en los próximos años los responsables de guiar la región y los que estén en la oposición. Como decía don Giussani, “en el primado de la sociedad frente al Estado es donde se salva la cultura de la responsabilidad”».