(Foto: Giovanni Palumbo)

Una historia que continúa

En Catania, un encuentro por el centenario de don Giussani con Carriquiry, Prosperi y el arzobispo Luigi Renna. En 1959, el fundador de CL decía a los primeros bachilleres de aquí: «La grandeza de ánimo se mida exclusivamente por la fidelidad»
Giuseppe Di Fazio

Celebrare los cien años desde el nacimiento de Luigi Giussani y encontrarse dentro de una historia que continúa hoy, con un pueblo alegre, capaz todavía de construir espacios de solidaridad y belleza. Y ver concretamente que el carisma confiado a Giussani sigue dando frutos, tantas veces inesperados e imprevisibles.

El arzobispo de Catania, monseñor Luigi Renna, que solo lleva diez meses al frente de la diócesis, pudo ver esos frutos en acto en un evento público que tuvo lugar en el palacio de congresos Sheraton el pasado 16 de diciembre. En el escenario, a su lado, el vicepresidente emérito de la Comisión Pontificia para América Latina, Guzmán Carriquiry, y el presidente de la Fraternidad de CL, Davide Prosperi. Como anfitrión, Massimo Palumbo, responsable diocesano de la Fraternidad. Durante el encuentro se leyó una carta de Giussani a sus amigos de Catania escrita en el lejano 1959. «Espero –dice el texto– que vuestra iniciativa continúe porque, si el coraje ya se demuestra en el punto de partida, la grandeza de ánimo se mide exclusivamente por la fidelidad». Esa grandeza de ánimo, fruto de la fidelidad según el arzobispo Renna, era evidente en el pequeño pueblo que poblaba el palacio de congresos. Gracias a la gran amistad que se entabló entre don Giussani y don Ciccio Ventorino, el alma de CL en Catania y Sicilia. De esa fidelidad, Renna destacó tres aspectos. En primer lugar, el carácter eclesial, la disposición a caminar juntos «en la Iglesia de nuestro tiempo». A continuación, la capacidad generadora, «según el testimonio de Giussani que, con su labor educativa, ayudó a cada uno a descubrir su propia vocación». Y por último, la atención a la pobreza, también la educativa, así como la económica y social. Aquí el obispo recordó las obras vinculadas a personas del movimiento que ha visitado estos meses: el Instituto Ventorino, la guardería Mammola, el Banco de Alimentos o la Casa Livatino. Detrás del escenario se proyectaban imágenes del encuentro del 30 de mayo de 1998 de Juan Pablo II con los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades, donde se veía a Guzmán Carriquiry acompañando a Giussani, al término de su intervención, para acercarse al Papa. Carriquiry, conmovido, evocó la etapa de la irrupción de los movimientos en la vida de la Iglesia y contó así su primer encuentro con don Giussani: «Fue un abrazo de humanidad, como si la caridad de Dios me tocara el corazón».

Sobre el presente del movimiento, también sugirió tres palabras: unidad, autoridad –«como servicio a la guía del movimiento y reclamo a la obediencia al Papa y a los obispos, y al mismo tiempo obediencia al carisma, del que cada uno es corresponsable»– y misión.

Por último, Davide Prosperi dio un testimonio personal de su relación con don Giussani, indicando después las prioridades de la nueva etapa que el movimiento está llamado a vivir. «El verdadero sentido de este centenario es descubrir qué nos sugiere don Giussani hoy». Y concluyó diciendo: «El paso que estamos viviendo es histórico. Va en continuidad con el acontecimiento del 30 de mayo de 1998. Pero ahora no están los fundadores. El carisma continúa en nuestra corresponsabilidad».
Como los bachilleres de Catania en 1959, el partido de hoy se juega en la grandeza de ánimo, que se mida por la fidelidad a lo que hemos encontrado.