Manifestación contra los ataques en iglesias de Bangalore (Foto: Ansa)

Más perseguidos que nunca

Resulta alarmante el mapa del último informe de Ayuda a la Iglesia Necesitada. La persecución a los cristianos aumenta. Es lo que pasa cuando el Poder lo quiere todo
Maurizio Vitali

«Los hombres han olvidado a todos los dioses salvo la Usura, la Lujuria y el Podere». Mirando hacia Qatar, se podría añadir un cuarto dios a los tres que identificaba hace casi noventa años el gran Thomas Stearns Eliot: el Deporte. En el pequeño pero poderosísimo emirato donde se acaba de inaugurar el Mundial de fútbol que Doha se adjudicó en 2010, han muerto en el trabajo casi veinte mil personas (con la causa oficial, y falsa, de su muerte como una parada cardiaca). Todos inmigrantes, todos con contratos, como los cientos de miles de sus compañeros, con condiciones esclavizadoras. Se ha hablado de ello un poco, sí, pero nada más sonar el pitido inicial ha caído en el olvido.

En realidad, los “dioses” siguen siendo tres porque el deporte, este deporte, se ha convertido en un instrumento al servicio de la Usura, la Lujuria y el Poder. Todo puede instrumentalizarse al servicio de esa… troika. Hasta la religión. En el sometimiento a la troika, quedan reducidos o anulados los derechos humanos, incluso un derecho fundamental como la libertad religiosa, que en último término desarrolla y fundamenta todos los demás derechos, pertenecientes a la dignidad inviolable de la persona y no del estado. Por el contrario, los que están fuera del sometimiento a esa troika se exponen al riesgo de la persecución.

Significativamente, y no por casualidad, el fenómeno de la persecución golpea sobre todo, aunque no solo, a los fieles de la religión cristiana. Según la World Watch List 2022 publicada por la ONG Open Doors, 360 millones de cristianos en el mundo «experimentan al menos un nivel alto (o muy alto o extremo, ndr) de persecución y discriminación a causa de su fe». Prácticamente un cristiano de cada siete. La ONG calcula, para el periodo octubre 2020 – septiembre 2021 unos datos de 5.898 cristianos asesinados, 6.175 encarcelados sin juicio, 3.829 secuestrados y 5.110 iglesias asaltadas o clausuradas. El líder de la triste clasificación de los países más peligrosos es Afganistán, que adelanta a Corea del Norte, líder durante los últimos veinte años, según las estimaciones de Open Doors. Nigeria ocupa el séptimo lugar, pero encabeza las cifras de cristianos asesinados (4.650).

Hay un dato aún más alarmante: la persecución y la discriminación van en aumento. Lo confirma también el Informe sobre cristianos perseguidos por su fe que cada dos años realiza la fundación pontifica Ayuda a la Iglesia Necesitada. El último informe, que se acaba de presentar con el título ¿Perseguidos u olvidados?, publica los datos actualizados hasta septiembre de este año. La fundación se centra en los 24 países más preocupantes. Casi todos asiáticos (incluido Qatar) y africanos, aunque también está Rusia. El listado es el siguiente, por orden alfabético, sin clasificación: Afganistán, Arabia Saudí, China, Corea del Norte, Egipto, Eritrea, Etiopía, India, Irán, Iraq, Israel y Palestina, Maldivas, Mali, Mozambique, Myanmar, Nigeria, Pakistán, Qatar, Rusia, Sri Lanka, Sudán, Siria, Turquía y Vietnam. En tres cuartas partes de estos países, ACN constaba que la situación se ha agravado.

Fundamentalismo islámico
Los cristianos asesinados en Nigeria (7.600 entre enero de 2021 y junio de 2022) son víctimas de dos grupos yihadistas del país, Boko Haram e Iswap, pero la presión del extremismo islámico está en expansión en muchas partes del África subsahariana, aunque no solo. El odio a los cristianos suele superponerse y exasperar las divisiones tribales. En Afganistán, los talibanes han llevado al poder absoluto la intolerancia religiosa en virtud de un islamismo político totalizante. Es la realización extrema de una dificultad, o incapacidad, para reconocer que la libertad religiosa, y no la imposición del poder, es el camino a la verdad.
¿Y nuestras vacaciones en Maldivas? Tranquilos que no hay peligro. Hay libertad: a un no musulmán, aunque sea de Occidente, se le permite el ocio. La ciudadanía no; antes tiene que convertirse a la religión de Mahoma.

Iglesia exiliada
En Oriente Medio, la presión anticristiana ha provocado un auténtico éxodo. En Siria, los cristianos han pasado de 1,5 millones antes de la guerra a 300.000, es decir, del 10 al 2% de la Población. En Iraq, había 300.000 cristianos en 2014; hoy, a causa sobre todo del Isis, son la mita. La disminución de los cristianos afecta a casi todos los países orientales, a pesar de que muchos de ellos son cuna del cristianismo, lugares santos o tierras donde se formaron las primeras comunidades cristianas.

Nacionalismos asiáticos
En India son cada vez más habituales los casos de intolerancia por parte de extremistas hindús contra cristianos y miembros de otras religiones, “con la cobertura” del partido nacionalista hindú (Bahrativa Janata Party) en el gobierno. En Sri Lanka hay una situación análoga, los protagonistas son el nacionalismo hindutva y el budismo singalés, siempre favorecidos por las autoridades políticas.

Modelo ateo-comunista
En Corea del Norte, se estableció desde el principio una prohibición de culto total. Aquí el “viejo” modelo comunista y ateo de tradición soviética-marxista-leninista-estalinista-maoísta se aplica sin excepción ni matices. Punto. ¿Y China? Las autoridades han aumentado la presión sobre los cristianos, con detenciones arbitrarias, cierre forzoso de iglesias y sistemas de vigilancia opresivos. El cardenal Zen, arrestado el pasado mes de mayo, ahora está procesado con otros cinco imputados. La línea del gobierno chino impone a los líderes religiosos «amar a la patria, apoyar a los líderes del partido comunista y al sistema socialista», y no «minar la unidad nacional» ni «dividir el país».

La desidia de Occidente
El informe concluye con una crítica a Occidente, donde «se difunde una percepción cultural errada, que sigue negando que los cristianos sigan siendo el grupo religioso más perseguido». El papa Francisco es casi el único que en los últimos años ha insistido repetidamente en señalar el drama de los cristianos perseguidos y su testimonio (palabra con que se traduce el “martirio”) de fe. No muchos lo siguen. No es fácil ver grandes figuras como el padre Romano Scalfi o don Francesco Ricci, que apoyaron con Rusia Cristiana y el Centro de Estudios de Europa Oriental una amistad operativa con las comunidades cristianas y las personalidades disidentes y del samizdat oprimidas por el comunismo, llamando la atención de un mundo que, aunque católico, vivía distraído, pusilánime o connivente con esta situación.

Esa «percepción cultural» errada deriva de una percepción diluida de la fe. Una fe que no se hace cultura (cf. Juan Pablo II) no es una fe «plenamente acogida, enteramente pensada ni fielmente vivida». Si se diluye, si no está presente ni incide en la vida personal y social, podrá flotar sin problemas en el nihilismo alegre sin entender cómo es posible sufrir persecución a causa de Cristo y del odio a él. Mejor será empezar a moverse.

Artículo publicado en Il Sussidiario