David Schindler (Foto: Pontifical John Paul II Institute de Washington)

David Schindler. El mensaje de Prosperi

El mensaje del Presidente de la Fraternidad a las comunidades de CL en Washington DC y Estados Unidos por la muerte del teólogo americano, primer director de la edición norteamericana de "Communio". Y gran amigo de don Giussani y del movimiento

Queridos amigos:
Quiero expresar en nombre de todo el movimiento mi más conmovida cercanía a los hijos, familiares y a todos vosotros en este momento de gran tristeza por la llamada al Cielo de nuestro amigo fraterno, el profesor David L. Schindler, el pasado 16 de noviembre.

Muchos conocen a David por su trabajo académico, fruto de su amistad y de su intenso diálogo con figuras como Von Balthasar, Ratzinger, Juan Pablo II y don Giussani. Primer director de la revista Communio. International Catholic Review, ha sido uno de los grandes teólogos católicos norteamericanos de nuestro tiempo. Lo que movía su corazón era la memoria de Dios, que «tiene que ver con todo, está en el centro de todo, en cada momento», como solía decir.

Siendo profesor de la Universidad de Notre Dame, dejó este prestigioso ateneo para dar clase en el naciente Instituto Juan Pablo II para el Matrimonio y la Familia en Washington DC. En Juan Pablo II y en varios autores cercanos a él, encontró esa percepción del Ser como don y amor que constituye la naturaleza de Dios, el hombre y de la historia. También manifestó su servicio a la Iglesia mediante la educación de cientos de personas que, a través de sus lecciones, descubrieron la verdad y la profundidad de la fe. Muchas de ellas se convirtieron.

David se sentía extremadamente cercano a don Giussani. Se encontró con él varias veces. Nos ayudó a dar a conocer El sentido religioso y Educar es un riesgo, organizando conferencias en Washington DC y presentando el primer volumen del curso básico en Naciones Unidas y en Nueva York en 1997. Fue un gran amigo de los Memores Domini y de la Fraternidad San Carlos Borromeo, y compartió su camino de muchas maneras. Nos recordó que «la vida es un don y, con la gracia de Dios, hay que dar la vida de forma definitiva y total a Dios» para la felicidad de los hombres y la fecundidad de la Iglesia.

Infinitamente agradecidos por su vívido testimonio del camino hacia la santidad a la que todos estamos llamados, me uno a vuestras oraciones para que la Virgen interceda por él ante el Señor y que lo acoja en su Gloria.

Davide Prosperi