El papa Francisco durante la audiencia del 15 de octubre de 2022 (Foto: Roberto Masi/Fraternità di CL)

Nuestro camino

La carta de Davide Prosperi, presidente de la Fraternidad de CL, a todo el movimiento después de la audiencia con el papa Francisco

1982, Reconocimiento pontificio de la Fraternidad:
“Lo que ha sucedido (…) es sin duda la mayor gracia en toda la historia del movimiento”
(Don Giussani)

2002, XX aniversario del reconocimiento pontificio de la Fraternidad:
“La carta que el Santo Padre me ha enviado (…) es el gesto más decisivo de nuestra historia”
(Don Giussani)

2022, Audiencia con el papa Francisco por el Centenario del nacimiento de don Luigi Giussani



Queridos amigos:
Lo sucedido el sábado pasado en la audiencia con el papa Francisco ha superado todas las expectativas posibles. De hecho, habíamos decidido hacer coincidir este evento con nuestra Jornada de apertura de curso pero lo que hemos vivido ha sido incomparablemente más: un auténtico nuevo inicio.
Hay un sentimiento que prevalece sobre todo lo demás: el agradecimiento. Agradecimiento a Dios por el don de don Giussani y de su carisma, y agradecimiento a don Giussani porque una vez más ha hecho que todo nuestro pueblo se reuniera en torno a la guía de la Iglesia. Imagino que como muchos de vosotros, estoy todavía profundamente conmovido después de haber visto lo que la semilla plantada por don Giussani ha sabido generar: un gran flujo de humanidad, desbordante de afecto y reconocimiento por la Gracia recibida. Por tanto, también estoy agradecido a todos vosotros por haber sido, con vuestra presencia en la plaza de San Pedro, signo de esa Gracia delante del mundo.
Y, por último, mi agradecimiento –y el nuestro– solo puede ir dirigido al papa Francisco. En primer lugar, por las palabras tan afectuosas y profundas que ha dedicado a don Giussani, «por todo lo que él ha sabido sembrar e irradiar por todos lugares por el bien de la Iglesia». Nos ha llenado el corazón de asombro y alegría oír decir al Santo Padre, justo el día del Centenario del nacimiento de don Gius, que la Iglesia tiene un «recuerdo agradecido de su presencia […] en la comunión de los santos, desde donde intercede por todos los suyos», y que reconoce «su genialidad pedagógica y teológica», considerándolo un «verdadero apóstol», «padre y maestro» para todos los que se encontraban con él. Es un signo claro del reconocimiento del valor que tienen el Siervo de Dios don Luigi Giussani y sus enseñanzas en la vida y en la historia de la Iglesia. Para ser fieles al don recibido, cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de tomar aún más conciencia de que lo que se nos ha dado es ante todo para servir a la misión de la Iglesia en el mundo.
En segundo lugar, estamos verdadera y profundamente agradecidos al Papa por habernos indicado no solo el punto al que debemos tender, sino también el camino que recorrer para llegar hasta ahí. Por tanto, todos dedicaremos las próximas semanas –personalmente y en nuestras comunidades– a retomar con atención y seriedad el discurso del Santo Padre.
Para no perder el impacto de este hecho extraordinario en el que hemos participado, a continuación deseo señalar –en comunión con aquellos que comparten la responsabilidad que se me ha confiado– algunos puntos esenciales.

La crisis hace crecer – El Papa se ha referido varias veces, confirmándolas, a las indicaciones que estos meses nos ha señalado la autoridad de la Iglesia, concretamente el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida. Son, por tanto, «tiempos de crisis». Pero como tal es una ocasión de crecimiento, de maduración de nuestra fe. El Pontífice ha hablado de «serios problemas», de «divisiones», de «un empobrecimiento en la presencia»: la primera forma de tomar en serio su corrección paterna es reconocer la verdad de todo ello, comprendiendo el significado y el peso de estas palabras. El papa Francisco, como señalaba arriba, también nos ha indicado los pasos a dar: estos deben ser para nosotros «tiempos de recapitulación», en los que interrogarnos sobre cómo nos educamos para vivir las dimensiones de cultura, caridad y misión, «tiempos de discernimiento crítico de lo que ha limitado el potencial fecundo del carisma» y «tiempos de renovación y relanzamiento misionero».

Unidad en el seguimiento – Es reconfortante oír en palabras del Santo Padre una confirmación del camino emprendido estos meses, desde los Ejercicios de la Fraternidad al trabajo en la Asamblea internacional de responsables. «Unidad no quiere decir uniformidad. No tengáis miedo de las diferentes sensibilidades y del debate en el camino del movimiento». Pero, ¿qué es lo que garantiza la unidad? El seguimiento, es decir, la «unidad con quienes y con cuantos guían el movimiento, unidad con los pastores, unidad en el seguir con atención las indicaciones del Dicasterio», «y unidad con el Papa».

Humildad para redescubrir siempre el carisma – El papa Francisco nos ha dicho que «no es el carisma el que debe cambiar»: «son las formas de vivirlo que pueden constituir un obstáculo o incluso una traición al fin con el que el carisma ha sido suscitado». Por tanto, se nos ha pedido «reconocer y corregir las modalidades engañosas», con «actitud humilde y bajo la guía sabia de la Iglesia». El carisma donado a don Giussani tiene un «potencial» que «está todavía en gran parte por descubrir». Por ello, no debemos pretender haberlo ya asimilado y comprendido completamente. Hay que descubrirlo y redescubrirlo, profundizarlo, actualizarlo, en una lógica de reforma permanente.

Carisma y autoridad – «Don Giussani enseñó a tener respeto y amor filial por la Iglesia y, con gran equilibrio, ha sabido siempre tener unido el carisma y la autoridad, que son complementarios, ambos necesarios». Esto también vale necesariamente dentro del movimiento: «algunos tienen tareas de autoridad y de gobierno, para servir a todos los demás y señalar el camino correcto», pero «junto al servicio de la autoridad es fundamental que, en todos los miembros de la Fraternidad, permanezca vivo el carisma». Y vale naturalmente en la relación entre los movimientos (que contribuyen a «mostrar el carácter atractivo y de novedad del cristianismo») y la autoridad de la Iglesia (a la que «corresponde indicar con sabiduría y prudencia sobre qué camino los movimientos deben caminar»). Después de subrayar la relación entre autoridad y carisma, el papa Francisco nos ha indicado una tarea y un método, que don Giussani testimonió –como dijo el entonces cardenal Ratzinger en su funeral– de manera límpida. «Todos estamos llamados a esto: ser mediadores para los otros del encuentro con Cristo, y después dejar que ellos recorran su camino, sin atarlos a nosotros». Esto puede ayudarnos a superar cualquier tentación de personalismo.

Son solo algunos puntos para empezar a trabajar juntos. El discurso del Papa tiene para nosotros un alcance histórico: nos pide una verdadera conversión para que descubramos siempre como algo nuevo la Gracia del carisma, gozando con humilde gratitud de la belleza incomparable de la compañía de Cristo presente. Solo así podrá arder en nuestros corazones esa «santa inquietud profética» por la paz, por la presencia de Dios en los pobres y en los abandonados, por el anuncio de Cristo en todas las naciones y culturas del mundo, como nos ha exhortado el Papa. Por tanto, ¡preparémonos para una nueva etapa misionera!

Tras el extraordinario acontecimiento del sábado, nuestra tarea se ha concretado: la propuesta educativa de los próximos años tendrá como finalidad fijar los pasos del camino trazado por el Santo Padre. Cuanto más dispuestos estemos a seguirle, tanto más nuestra compañía, siendo fiel al carisma recibido, será un lugar vivo, lleno de luz, de unidad y de esperanza para la Iglesia y para la humanidad entera, y más podrá corresponder –con todos los límites de nuestras pobres personas– a las expectativas que el papa Francisco nos ha expresado con vigor paterno: «la Iglesia, y yo mismo, espera más, mucho más» de vosotros. Firmemente arraigados en la roca del origen, estamos deseosos de afrontar los desafíos del momento presente.

Con amistad,


Davide Prosperi