Wael Farouq (Foto Meeting Rimini)

La fuerza de su pensamiento en el mundo árabe-islámico

Wael Farouq, profesor de Lengua árabe en la Universidad Católica de Milán, cuenta su encuentro con la cultura cristiana y con don Giussani
Wael Farouq

En 1990 tenía 16 años. Como la mayoría de mis coetáneos egipcios, crecí con dos culturas, entre las dos orillas del Mediterráneo: la cultura árabe-islámica y la occidental. Estudiábamos las dos. En esa época la pregunta que resonaba dentro de mí era: si los europeos no dejan de huir de su pasado, mientras que los musulmanes no dejan de huir a su pasado, ¿en qué presente podrán encontrarse entonces?

Mi generación y yo vimos derrumbarse un mundo. Con la caída del muro de Berlín cayó el comunismo y comprendimos cuánto mal había detrás. La ocupación de Kuwait por parte de Iraq –¡un país árabe invadiendo otro país árabe!– hizo que se derrumbara otro gran relato: el del nacionalismo árabe. Luego siguieron las dos guerras del Golfo y llegó el turno del liberalismo, que cayó anegando las luces de la libertad en la negrura del petróleo. Ni siquiera se libró la religión. Justo en los años 90 comenzó la ola del terrorismo islamista, con muchísimas víctimas inocentes que murieron en atentados sangrientos. El sufismo, optando por retirarse del mundo, perdió el camino hacia Dios, mientras los cristianos se atrincheraban en sus iglesias de altos muros y campanas campañas altisonantes.

En esos años empecé a leer los libros de don Giussani. Para mí fue un gran descubrimiento porque, como tantos intelectuales árabes de la época, vivía con el corazón y la mente divididos entre tiempos y lugares diferentes. Por un lado estaban los tradicionalistas, que pensaban que la única manera de superar la crisis era volver a la edad de oro de la historia árabe-islámica. Los tradicionalistas rechazaban su tiempo, el presente que vivían, se consideraban pertenecientes al pasado. Por otro lado estaban los modernistas y todos aquellos que creían en la modernidad laica occidental. Los modernistas rechazaban el lugar donde vivían, su país. Sus corazones estaban en otra parte, en Occidente. La situación no ha cambiado mucho: una parte de los árabes vive en el aquí pero no en el ahora y otra parte, en cambio, vive en el ahora pero no en el aquí.

Pero con don Giussani no pasaba nada de eso. En su libro El sentido religioso, la persona se presentaba como lo que da forma a la tradición. Gracias a él, comprendí por fin que yo mismo era la solución a la crisis: la forma contemporánea, viviente, de mi tradición y de mi religión. Cuando los profetas de una ideología u otra, en los años 90, me pedían que los siguiera con los ojos cerrados, sintiéndose dueños de la verdad absoluta, don Giussani, por el contrario, me pedía que abriera los ojos porque para seguir la verdad hay que tener los ojos bien abiertos y dejarse guiar por una pregunta viva, como una herida que no cicatriza.

A partir de ese momento, ya no tenía que elegir entre huir del pasado o al pasado. Solo debía abrir mis ojos al “aquí y ahora”. Era el método del “ven y verás” de Jesús, que además es el mismo que encontramos también en la tradición islámica, porque cualquier invitación a la fe islámica parte siempre de una llamada a “ver”. El testimonio de fe en el islam se llama justamente shahàda, que deriva del verbo shahida, es decir, ver. Por tanto, el que abraza una fe es porque “ha visto”.
Por eso, después de leer ese libro decidí publicarlo en árabe. Tras largos meses de trabajo y viajes, el libro se presentó en la Biblioteca de Alejandría. Fue uno de los eventos culturales más importantes de la Biblioteca, según sus responsables. Lo más relevante del acto fueron las intervenciones del público. El comentario más notable fue el de una mujer musulmana que dijo: «Después de leer el libro y escuchar a los ponentes, creo que deberíamos revisar nuestra manera de educar a los hijos».

Aún hoy sigo encontrando continuamente a don Giussani en todas las personas que le conocieron y le amaron. Con cada uno de esos encuentros ha ido tomando forma en mí un nuevo gran relato: la esperanza fundada en la razón, la realidad y la experiencia auténtica. Esta presencia en el mundo, en la realidad vivida, es el secreto de la influencia que Luigi Giussani tenía en todos los que se encontraba, independientemente de cómo se produjera ese encuentro. Incluso en el mundo árabe.

Publicado en Libero, 14 de octubre de 2022