La exposición del Meeting de Rímini 2022 (Foto: Archivo Meeting)

Memorial. Nobel a quien no renuncia a vivir

«Un reconocimiento a la sociedad civil y al valor de la persona». Giovanna Parravicini narra la experiencia de Memorial y lo que supone el Premio Nobel de la Paz que ha recibido junto a Ales Bialitski y el Centro ucraniano de libertades civiles
Giovanna Parravicini

La asignación del Premio Nobel de la paz a la Asociación Memorial, así como al bielorruso Ales Bialiatski y al Centro ucraniano de libertades civiles en este momento histórico tan dramático tiene un significado muy profundo. Es un reconocimiento a la sociedad civil y al valor de la persona, a su libertad y responsabilidad, es el testimonio de un «nosotros» siempre posible entre los hombres de buena voluntad a pesar de cualquier violencia o barrera. “Hombres a pesar de todo”, como dice el título de la exposición que Memorial realizó en la última edición del Meeting de Rímini junto a la Fundación Rusia Cristiana.

«Nuestro metro para medir es el hombre». Así resumía el trabajo de Memorial Arseni Roginski, gran historiador y amigo que estuvo entre los fundadores de Memorial, de la que luego fue presidente, después de Andrei Sajarov (que también fue Premio Nobel de la paz en 1975). Durante mi larga colaboración con Memorial, siempre me ha impresionado su atención a la persona y su disponibilidad para dejarse interpelar ante cualquier situación o interlocutor: una curiosidad humana compartida por sus colaboradores y por una amplia red de voluntarios –una especie de gran familia formada por gente de todas las edades, que trabajando para Memorial se sienten evidentemente en casa, que sienten esa obra como algo suyo–, y que, a pesar de tratarse de una asociación laica, acababa abriendo en muchos una pregunta religiosa y una herida.
Recuerdo, por ejemplo, el interés casi incrédulo con que Roginski leía en mi casa los textos del entonces cardenal Ratzinger publicados en la edición rusa de La nueva Europa o en Huellas, o su conmoción en un auditorio de Varese, oyendo hablar a una monja que –ignorando que él estaba presente entre el público– citó su nombre en el listado de presos de conciencia por los que estuvieron rezando en el monasterio durante los años del régimen soviético. Un episodio que él, agnóstico, repetiría después a muchos, entre ellos un amigo suyo que era miembro de la academia, poco antes de morir, en diciembre de 2017.

'Hombres a pesar de todo'', la exposición en Rímini (Foto: Archivo Meeting)

Y es que esa apertura humana es contagiosa, como demuestra también la exposición del Meeting de Rímini, que surgió de la pasión que el trabajo de Memorial despertó en un grupo de universitarias italianas que pasaron una temporada en Moscú. Lo que vieron y escucharon allí les hizo sentirse tan identificadas que quisieron compartir su experiencia con todos a su regreso.
Sin esta postura humana, hoy Memorial probablemente solo sería una más de las muchas asociaciones que nacieron y murieron a lo largo de la perestroika y en las etapas siguientes del desarrollo social ruso. De hecho, las grandiosas iniciativas que Memorial ha realizado a lo largo de los años y que testimonian una lúcida visión histórica y cultural, se han visto alimentadas por la capacidad humana de «no acostumbrarse» a vivir, sino –al contrario– despertar continuamente una pregunta, una mirada cargada de atención y de estima por el ser humano y por la realidad.

El primer núcleo de Memorial nació a finales de los años 80, dando voz a la exigencia de muchos en aquella época de arrojar luz sobre lo que había sucedido durante las décadas del régimen soviético, especialmente sobre la suerte de las innumerables víctimas del aparato represivo: una exigencia que era fruto tanto de la necesidad de hacer justicia a tantas vidas destrozadas, como del sentido de responsabilidad frente al pasado y el futuro del país, intentando que los horrores del pasado no volvieran a repetirse y con el deseo de dar a conocer el patrimonio de humanidad que manaba de las historias de todos aquellos que, como dice Grossman, nunca renunciaron «a responder al término de hombres», ni siquiera en las condiciones más inhumanas. De ahí la propuesta de promover una rehabilitación real a las víctimas y crear un archivo, un museo y una biblioteca, como herramientas que ayudaran a formular un juicio sobre el pasado, a realizar un trabajo sobre la memoria, identificando las verdaderas causas de la catástrofe que sacudió a pueblos enteros apresados en la Unión Soviética, y valorando el «factor humano» como protagonista de la historia.
Exactamente ese trabajo sobre la memoria cuya falta ha contribuido considerablemente a favorecer la trágica situación actual de conflicto. En 1993 también nació el “Centro Memorial en defensa de los derechos humanos”, que trabajaba en Chechenia con los migrantes y apoyando a los presos políticos, y hoy se dedica activamente a los refugiados que llegan a Rusia desde Ucrania.

Con el tiempo, la labor de Memorial se fue articulando progresivamente mediante la creación de un gigantesco y riguroso centro de documentación, un archivo y una base de datos con las víctimas del régimen (más de tres millones de personas); un concurso nacional para centros educativos titulado “El hombre en la historia del siglo XX”, el programa “Última dirección” (placas instaladas en las casas para recordar públicamente el nombre de las víctimas de la represión), etcétera.

Concretamente, el 30 de octubre, jornada de las víctimas de las represiones políticas, desde hace varios años y por iniciativa de Memorial, miles de personas se reunían en el centro de Moscú (y ahora también en otras ciudades) para leer el nombre de las personas desaparecidas a manos de la maquinaria represiva: cada uno con una tarjeta y una vela en la mano, esperando pacientemente en fila para devolver simbólicamente una voz y un rostro a los desaparecidos, para pedir perdón por el mal cometido.

Paradójicamente, Memorial recibe el Nobel en un momento en que su existencia en Rusia está a punto de borrarse. El pasado mes de diciembre la asociación fue clausurada por la Fiscalía de Moscú y estos días se está celebrando un proceso que podría retirarle los locales de su sede. Pero como decía Elena Zemkova, directora ejecutiva de Memorial, a los jóvenes voluntarios de la exposición de Rímini, «los que habéis conocido Memorial la habéis hecho vuestra de algún modo, la habéis asumido, y Memorial sigue viviendo en cada uno de vosotros».
De Memorial –y el Nobel ahora es una confirmación importantísima del valor de su trabajo– quedará el fruto generado, y el que seguirá generando mediante el deseo y la exigencia de dar vida, en los propios ámbitos de la vida, a través de cada uno, al tejido social.