Monseñor Massimo Camisasca (Foto: Ansa)

Camisasca: «Europa es un continente sin alma»

Entrevista con el obispo emérito de Reggio Emilia en La Verità: «La democracia está en crisis. Tiene muchas oportunidades, pero se debe replantear a la luz del totalitarismo cultural-financiero predominante»
Giulia Cazzaniga

Le preocupaba la participación electoral. Incluso había hecho sus apuestas, esperaba que aumentaría. Desde el pasado mes de enero, Massimo Camisasca es obispo emérito después de nueve años de ministerio en Reggio Emilia. Escritor, educador, fundador de la Fraternidad de misioneros de san Carlos Borromeo, siempre ha seguido con interés los acontecimientos sociales, culturales, políticos y económicos de su país y ha sido miembro de la comisión de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) para las migraciones. «He fallado completamente en mis previsiones», afirma una semana después de la votación con cierto pesar. «En realidad, más que una previsión era un deseo. Que los italianos, en un momento tan dramático para el país, aprovecharan la oportunidad de manifestar con su voto su confianza en uno u otro candidato. La desconfianza política tiene unas raíces cada vez más profundas.

¿Cuáles, y por qué le preocupan tanto?
Hay dos fundamentales. La primera, el bajo nivel cultural y moral de la clase política. La segunda, la conciencia de que las decisiones se toman en otro sitio, sobre todo en centros de poder financiero, tecnológico y comunicativo que están en California o en cualquier sitio menos en Italia.

¿Está en riesgo la democracia? Durante la campaña electoral y todavía ahora es uno de los temas que más señalan los que se oponen a los vencedores, ¿usted qué cree?
La forma de gobierno democrático tiene dificultades en muchos países, lo que requiere una profunda reflexión. ¿Qué puede hacer la democracia ante la globalización? Estoy convencido de que el gobierno democrático todavía tiene muchas oportunidades, pero se debe replantear a la luz del totalitarismo cultural-financiero aparentemente predominante en este momento.

«La ultraderecha europea está de fiesta», hemos leído estos días. ¿Cree que corremos el riesgo de enfrentarnos a una nueva etapa de soberanismos y nacionalismos?
El nacionalismo ha causado muchos males en Europa en el siglo XX y es anacrónico. Otra cosa es un amor por la propia historia, la propia cultura, la propia nación. Debemos trabajar por una Europa que respete la pluralidad de culturas e almas. Al contrario de lo que sucede hoy, que tenemos una Europa sin alma o, mejor dicho, su alma es el dinero y el comercio, cubiertos con batallas ideológicas en nombre de ciertos derechos.

¿Le preocupa el populismo?
No sé muy bien qué se entiende por populismo. Si esta palabra implica servirse del pueblo para resultar elegido, solo puedo estar en total desacuerdo.

Nada más cerrar las urnas, la primera ministra francesa dijo que velaría por el respeto de los derechos humanos y el derecho al aborto en Italia. ¿Es una injerencia?
Es un ejemplo de lo que acabo de decir. Si no hay respeto mutuo, no se puede construir una Europa como casa común.

En julio, la CEI afirmó que la caía de Draghi penalizaría a los pobres. ¿Le parece necesario hacer un esfuerzo especial en relación a la pobreza? ¿Hasta qué punto es un problema grave?
Es extremadamente grave. Basta con preguntar a las Cáritas diocesanas, que desarrollan una labor encomiable en esta situación de crisis económica, a la que se ha sumado una crisis sanitaria y una crisis bélica que está causando problemas en los suministros de energía. Todos nos hemos empobrecido un poco y, además, muchas familias no consiguen llegar a fin de mes.

Es difícil salir de ahí…
Todos debemos aprender a ser más sobrios y esenciales. Espero que las familias ayuden a los jóvenes a adquirir una visión menos consumista de la vida y más ligada a objetivos reales de crecimiento cultural y espiritual, que además son las bases de un verdadero crecimiento económico.

¿Qué tipo de colaboración necesita la Iglesia por parte de la política para responder a esta emergencia?
La primera finalidad de la Iglesia no es responder a las necesidades de los hombres. Esa es la tarea de la política. Pero la Iglesia tiene una gran posibilidad de educar a la gente. En este sentido, puede desarrollar una misión decisiva para abrir los corazones al reconocimiento de la presencia de Dios en la historia personal y social, y por tanto a la caridad. Como he dicho muchas veces, si Dios desaparece de la pantalla de la vida, toda la humanidad se empobrecerá radicalmente.

Si la defensa de los más vulnerables se reparte entre los partidos de izquierda, queda un espacio de recuperación para la coalición vencedora, de centro-derecha.
La defensa de los más vulnerables debe ser un objetivo prioritario de quien quiera gobernar y permanecer en el gobierno, sea de derechas, de izquierdas o de centro. Si es que estas denominaciones todavía tienen sentido…

¿Y la inmigración? En su opinión, ¿qué es lo que está en juego y qué es lo que hace falta?
He hablado decenas de veces sobre este tema, como obispo que participaba en la Comisión para las migraciones en la CEI. Hay que saber conjugar la acogida con procesos serios de integración. El egoísmo de Europa desvela lo que decía antes: un continente sin alma.

Sobra la guerra en Ucrania el Papa está hablando claro, pero parece que nadie le escucha. ¿Hace falta un cambio de rumbo?
Las palabras del Papa son muy claras y son las únicas razonables. Hay que hacer todo lo que se pueda para detener la guerra y para que cese, o se reduzca, el comercio de armas. La guerra conlleva destrucción y muerte, no resuelve sino que complica los problemas que la han provocado.

¿Podemos tener algún papel importante sin que se nos tache de defensores de Putin o detractores de la OTAN?
Es evidente para todos que el culpable de la situación es Putin, que Ucrania ha sido agredida y que hay que defender todos sus derechos. Dicho esto, también hay que plantearse ciertas preguntas: ¿podemos imaginar una Europa sin Rusia?, ¿de verdad queremos volver a una Guerra Fría?, ¿queremos que Rusia caiga totalmente en brazos de China?, ¿cuáles son los intereses de la industria de guerra americana y europea en esta historia?

De la agenda Draghi a la agenda Camisasca: ¿cuáles son para usted las prioridades absolutas que exigen una respuesta inmediata?
No hagamos bromas poniendo mi nombre al lado del de Draghi. Mi agenda, que uso desde 1968, es la agenda Quo Vadis. Dejando a un lado el humor, creo que ya he respondido. Pero para no eludir la pregunta, diría lo siguiente: trabajo, educación, libertad para todos los sujetos presentes en el país.

Defensa de la vida, apoyo a las familias, a la educación y a su libertad. ¿El centro-derecha ofrece garantías en estos temas? ¿La Iglesia puede encontrar interlocutores válidos en el gobierno actual?
El gobierno todavía no se ha conformado. Dentro de los partidos que forman la mayoría de centro-derecha veo una gran atención a estos temas que usted señala. No en todos ni de la misma manera. No creo que haya derechos de serie A y derechos de serie B.

¿Qué quiere decir?
Los pobres deben estar en primera fila. Una madre que tiene miedo a no poder llevar su embarazo a término por diversos motivos es un pobre al que hay que ayudar; un enfermo terminal, un anciano solo, una familia cuyos padres han perdido su empleo… son pobres a los que hay que ayudar. Los jóvenes que ya no saben estudiar son pobres a los que hay que ayudar, así como los que no encuentran perspectivas de futuro. Espero que haya una interlocución profunda y libre entre la Conferencia episcopal y el nuevo gobierno.

Un diálogo que hay que generar, ¿o ya hay interlocutores?
En Roma no es difícil encontrarse. Lo digo por experiencia.

Entre los temas que siempre le han preocupado está la defensa de la libertad de expresión, en la opinión y en la escritura, ¿corre peligro? ¿Cómo puede afrontar la política este momento de cambio cultural?
Sí, corre peligro. Porque la cultura dominante que viene de California trata de marginar y ridiculizar cualquier otra expresión que no sea la propia, que es la que impone. Ejercer una presión cultural políticamente correcta en temas de paridad de género, homofobia, sexismo y racismo a través del cine o las redes sociales no es la mejor manera de ayudar al crecimiento de una conciencia civil.

Entrevista publicada en La Verità