Concierto en Lisboa

Lisboa. El pueblo canta

La comunidad de CL de la capital portuguesa ha organizado un concierto para celebrar el centenario de don Giussani. De las notas de Beethoven a los cantos rusos, pasando por el fado y Claudio Chieffo
Margarida Pacheco de Amorim

El pasado 23 de mayo, el Teatro São Luiz de Lisboa se llenó de gente para escuchar las expresiones musicales que más impactaron a don Giussani. En el centenario de su nacimiento, la comunidad de CL organizó un concierto que comenzó con la Sonata de piano n. 5 de Beethoven, la pieza que don Gaetano Corti tocaba para don Giussani todos los domingos durante un año entero cuando llegaba al seminario agotado tras una larga jornada en Milán. Don Giussani se crio en una casa donde la música clásica siempre estaba presente y su padre intentaba ir a misa a una iglesia donde actuaba un gran coro polifónico aunque tuviera que desplazarse lejos de casa. La vida de don Giussani está marcada por la belleza de la música y del canto, que tanto han contribuido al carisma que nació de él.

Del piano pasaron a los cantos rusos, que don Giussani estimaba tanto porque son cantos populares. En los cantos rusos el pueblo es el que canta, el solista solo está en función del coro. Además, los cantos rusos expresan una profunda percepción del misterio que encierra la realidad.

Luego llegó el turno de los cantos populares que él siempre proponía: «Hay que cantarlos porque son preciosos». Son signo de la existencia de un pueblo. Recuperamos canciones de la tradición popular de varias partes del país y naturalmente el fado, y también a Simplus, como expresión de la creatividad que atraviesa toda la experiencia del movimiento.

El concierto se cerró con La strada, de Claudio Chieffo, un canto inseparable de la experiencia del movimiento, que nos recuerda el valor del camino. Esa noche había un pueblo que cantaba. A continuación, el testimonio de alguien que formaba parte del coro:

En una palabra, cantar en el coro y participar en el concierto ha sido una experiencia gratificante. Entré en el coro hace casi dos años. Me daba un poco de miedo porque no tengo formación musical y, aunque me gusta cantar, soy consciente de mis limitaciones. Pero nadie me ha pedido cuentas de esto nunca. Al contrario, siempre me han recibido con los brazos abiertos, con mi disponibilidad y mi deseo de cantar. Digo siempre, medio en serio medio en broma, que una de las cosas que más valoro de estar en el coro es tener que obedecer y seguir, en vez de estar “al mando”. Cantar en el coro es sin duda un “ejercicio” de obediencia y seguimiento.
Siempre he visto el canto como una forma hermosa y profunda de expresar la vida, la petición, la alegría y la tristeza. Todo eso estaba presente en la preparación de este concierto. La vida de don Giussani, la petición de que nos mantenga en el camino que nos ha indicado, la alegría y la tristeza que expresan ciertos cantos populares, que dicen tanto quiénes somos.
Es realmente misteriosa la forma de estar juntos universitarios y trabajadores, jóvenes y mayores, cómo nos juntamos para cantar y ensayar, cómo algunos graban su parte para que otros practiquen durante la semana, cómo, cuando alguien tiene alguna duda, siempre hay alguien que repite su parte para ayudar a los demás a captar el tono, el ritmo, la pronunciación correcta. Una paciencia y una caridad misteriosas de unos con otros. Y siempre una alegría.
Creo que solo entendí realmente la grandeza de lo que estábamos haciendo el día del concierto. A pesar de los innumerables ensayos, la serenidad de todos, incluido el maestro, hizo que la preparación no fuera pesada. Sin que decayera nunca nuestro compromiso. Aunque respondíamos todos los días, en todos los cantos, en todos los ensayos, siguiendo lo que se nos pedía, creo que solo al final logramos percibir la totalidad de lo que sucedía. Al final, aquel día, Él vino a cantar con nosotros, haciendo grande y bello lo que nosotros podíamos dar. Ver algo así es misterioso y gratificante.
En el coro veo lo que pasa cuando sigues a alguien, al maestro, y al mismo tiempo al que tienes al lado. Es muy importante cantar escuchando a los demás. Cuando uno desafina, el de al lado también puede desafinar, pero si mantenemos el tono, aunque cada uno cante solo su parte, se crea la armonía, y perdura. Todo eso es un gran desafío ya en los ensayos, pero este concierto suponía un desafío aún mayor, pues íbamos a cantar en ruso. Siempre me he preguntado por qué don Giussani amaba especialmente los cantos rusos. Preparando el concierto, nos hemos adentrado en su vida y en su mirada, y eso también ha cambiado mi mirada.
He seguido sobre todo porque sigo la fidelidad que veo en tantos otros y porque quiero colaborar en la construcción de algo hermoso en memoria de alguien muy querido, ofreciendo lo que sé hacer, aunque sea algo pequeño y limitado. El resultado ha sido maravilloso, más de lo que podía imaginar. Ha sido un conjunto de preciosos momentos musicales: piano, cantos populares y fado. Después escuché nuestra actuación en los videos que nos han mandado y ha sido realmente precioso. El tiempo voló, me habría gustado seguir cantando.
¿Qué es lo que más me ha impactado? Equivocarnos al empezar el canto ruso. Sentí un escalofrío cuando nos equivocamos y Antonio nos paró. Ese silencio en la sala… En esos instantes se me pasaron por la cabeza muchas cosas. ¿Y ahora? Respiramos profundamente, Antonio volvió a darnos el tono y volvimos a empezar todos juntos, con fuerza y entusiasmo.
La vida es así. Esta conciencia de mí misma, de lo que soy y de a Quién pertenezco, ha hallado una nueva expresión en este concierto.

Filipa