(Foto: pellegrinaggio.org)

El inicio de una unidad que de otro modo sería imposible

El mensaje de Davide Prosperi, presidente de la Fraternidad de CL, con ocasión de la peregrinación Macerata˗Loreto el 11 de junio

Queridos amigos, no tengo otra razón para dirigirme a vosotros que la vida que comparto con cada uno de vosotros.
La peregrinación nos recuerda que estamos en camino. En este momento de nuestra historia y de la historia del mundo, ¿qué se nos pide? En primer lugar, que cada paso, personal y comunitario, invoque a la Virgen para que nos permita estar disponibles ante el Misterio que nos sale al encuentro en esta compañía en la que Él está presente. Esta es la gran responsabilidad a la que nos llama la Iglesia. No dejemos que nos distraigan otras preocupaciones que no respetan el método que Dios ha elegido para conducirnos hacia el destino.

La figura de Marta nos indica el camino. Solo el encuentro con Jesús la cambió realmente, valorando su humanidad como nadie. Desde el día en que Él entró en su casa, todo lo que Marta hacía era una respuesta a la preferencia de Aquel que le había recordado que solo una cosa es necesaria para vivir: reconocer y seguir esa Presencia que llama a la puerta de su humanidad y de la nuestra.
Ahora, en este momento oscuro de la historia, frente a algo que parece imposible de realizar, es decir, la paz, ¿qué es lo que más necesitamos?

Nosotros solos, con todas nuestras buenas intenciones, no somos capaces de hacer justicia. Somos unos pobrecillos y nunca debemos olvidarlo: «Quien no tiene en el trasfondo la conciencia de ser pecador carece de un acento de verdad en cualquier relación» (L. Giussani, Un acontecimiento en la vida del hombre, Encuentro, Madrid 2021, p. 25). Igual que a Marta, que se inquietaba por mil cosas, solo nos falta lo único necesario, lo único que el papa Francisco no se cansa de pedir como respuesta a todo lo que está pasando: Cristo vivo, «fuente de la verdadera paz».
Que esa sea también nuestra petición durante la peregrinación. De modo que estas palabras de don Giussani entren en la carne de nuestras jornadas: «La paz imposible entre hombre y mujer, la imposible paz entre vecinos, la fraternidad imposible, el servicio imposible, la acogida imposible, la aceptación imposible del dolor, del sacrificio, de la muerte... La palabra “imposible” se ha convertido para nosotros en un gozo y también en una promesa: lo que es imposible para los hombres no es imposible para Dios» (Litterae Communionis CL, 1991, n. 10). Solo Él puede librarnos del mal.

¡Pero cuántas veces esto nos parece demasiado poco! Con palabras decimos que Dios lo puede todo, pero luego vivimos como si fuera una ilusión. ¡Deseémoslo al menos! Que este sea el contenido de nuestro diálogo con el Misterio a lo largo del camino o en nuestras casas. «Que la oración sea, en los confines de nuestro horizonte, la avanzadilla de nuestra persona, de nuestra humanidad que va a la batalla, porque la condición de la lucha es inexorable e inevitable en la vida. Es más, para el Señor implicó subir a la cruz. […] Que ningún error, ninguna reincidencia en nuestros errores, nos detenga. Porque Dios es misericordia. […] ¡Virgen María, madre del Hijo, tú que fuiste madre de tu hacedor, asístenos! […] Ayúdanos, madre nuestra, a estar seguros ante la jornada que nos toca vivir: dolor o alegría; dolor y alegría» (Litterae Communionis-Huellas, 2002, n. 9).

Como nos recordaba el padre Mauro˗Giuseppe Lepori en los Ejercicios espirituales de la Fraternidad, «la novedad que Cristo ha traído al mundo [es] una novedad en las relaciones, una fraternidad, una hermandad nueva, una amistad que para el mundo es inconcebible y, sobre todo, imposible sin Cristo».
Comenzar a mirar con asombro a nuestro compañero de camino como a un hermano porque está Cristo, ese es el inicio de una unidad entre los hombres que de otro modo sería imposible, para nosotros y para el mundo entero.
En el centenario de su nacimiento, que la memoria agradecida de don Giussani –que nos testimonió a «Cristo, vida de la vida»– nos haga ser colaboradores cada vez más activos en la misión de la Iglesia guiada por el papa Francisco, dispuestos a dar la vida por la obra de Otro.

Con mi amistad,
Davide Prosperi