Juan Pablo II con Luigi Giussani

Giussani, o la obediencia libre y creativa a Pedro

La segunda edición de las jornadas dedicadas a Luigi Giussani construyen un retrato exhaustivo de su persona y su obra, poniendo el foco en su vigorosa conciencia de pertenencia a la comunión eclesial
Ignacio Santa María

El salón de actos de la Universidad San Pablo-CEU acogió del 31 de marzo al 2 de abril las II Jornadas Internacionales de Estudio sobre Luigi Giussani, inauguradas por el cardenal arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, y organizadas por Ediciones Encuentro, la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) y la asociación Universitas, coincidiendo con el centenario del nacimiento del fundador de CL, para ilustrar la relación de don Giussani con los papas san Pablo VI, san Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco.

La fisioterapeuta de Giussani en los últimos 10 años de su vida, Jone Echarri, lo definió como «un hombre atrapado por el encuentro con Cristo y la pertenencia a Él, factores que se habían convertido en el continuo motivo de su existencia». Ella acompañó de forma cotidiana a Giussani en la etapa más dura de su vida: los años en que la enfermedad de Parkinson fue deteriorando su cuerpo, no así su lúcida conciencia y su espíritu, que continuaron dilatándose.
«Es en el momento de la enfermedad y el sufrimiento cuando más sale a la luz por qué uno vive», señala esta fisioterapeuta especializada en neurología que trató primero al inspirador de CL y más tarde a Juan Pablo II de esta patología caracterizada por síntomas como la lentitud y torpeza de movimientos, la dificultad para mantener el equilibrio, la rigidez y el dolor. Echarri recordaba bien el momento en que, tras haber recibido la primera sesión de fisioterapia y notar un alivio de los síntomas de su enfermedad, exclamó: «Si uno experimenta un beneficio tan grande cuando es tocado por las manos de otra persona, ¿cómo será ser tocado por el Ser?».

Y es que él vivía cada circunstancia, desde la más trivial hasta la más dramática, en una constante búsqueda del bien último, con la certeza inmarcesible de que ese bien último era el mismo Jesucristo. Este era el leit motiv de su cotidianidad. «Un día estábamos comiendo espaguetis con aceite, ajo y guindilla, y exclamó: “¡Qué rico!”, usando una expresión italiana análoga a ¡qué bondad! Inmediatamente se detuvo a pensar y soltó: “Pero, ¿cómo puedo decir ¡qué bondad!, si no hago referencia a la bondad última que hay detrás de todo?”. Y es que, en toda comida o cena, él era consciente de que había siempre otro Huésped (con mayúscula) junto a nosotros».

«Cada día me planteaba un desafío –rememora Jone–. Un día me dijo: “Para sostener la esperanza de pacientes como nosotros, hace falta una fuerza que tú no puedes mantener. ¡No te hagas ilusiones!, esa fuerza la tendrás solo si haces contantemente memoria de Cristo, si no, irás perdiendo esa esperanza, esa atención, esa mirada y la conciencia de que estás cuidando la obra maestra de Dios: ¡el hombre!”». Una vez fue Jone la que se atrevió a preguntarle: «Pero tú, ¿cómo haces para vivir tan intensamente toda la realidad?». Giussani le contestó con un imperativo: «¡Debes decidir, debes tomar la iniciativa de dejar que Cristo entre en todos los aspectos de tu vida!».

Giussani acogió la enfermedad y el deterioro físico como un don de Dios. Por ello, decía cosas como: «De este modo, me ha evitado la tentación del orgullo» o «Si atravieso esta circunstancia hasta llegar a Aquel que está detrás, llegaré a conocerle mejor y más rápido», y finalmente: «Mi último sentimiento es de gratitud porque esta vida de sufrimiento proviene de Él». Jone Echarri desveló también algunas de las conversaciones que mantuvo con san Juan Pablo II, a quien trató de la misma enfermedad. Un día que encontró suficiente coraje, Jone le preguntó cómo hizo para soportar la dura dominación de Polonia, primero por los nazis, por los comunistas después. El Papa Wojtyla le contestó: «Muchos abandonaron la Iglesia con el argumento de que Dios no podía permitir tanto mal durante tanto tiempo. Pero para mí fue la ocasión de pensar: ¡Qué grande es Cristo que es capaz de abrazar tanto mal y subir a la cruz cargando con él para redimirlo! Quien eleva su mirada a Cristo en la cruz, vence con Él; Yo soy un vencedor».

Javier Prades y Massimo Camisasca. Foto: ACdP

«Siga adelante». Las principales ponencias siguieron una estructura cronológica para trazar un recorrido en el que se viera la relación entre Giussani y cuatro de los últimos hombres llamados a ocupar la Cátedra de Pedro (no se abordó la figura de Juan Pablo I por la brevedad de su pontificado). El sacerdote Massimo Camisasca, obispo emérito de Emilia-Guastalla y autor de la historia más completa del movimiento Comunión y Liberación, se ocupó de cartografiar las relaciones entre el que fuera profesor de religión en Milán y creador de Gioventù Studentesa primero y CL después, con cardenal arzobispo de la capital lombarda, Giovanni Battista Montini, quien sería nombrado Papa en 1963, bajo el nombre de Pablo VI.
Los primeros años de GS no fueron fáciles por la dificultad que una realidad tan joven e inédita tenía para encajar en la rígida estructura eclesial de los años 50 y 60. «A Montini como arzobispo, y luego como Papa, siempre le llegaron protestas sobre la nueva realidad eclesial que había nacido en torno a Giussani, quejas de obispos y sacerdotes denunciando que los giessinos (nombre con el que se conocía a los miembros de este movimiento estudiantil) entraban en las parroquias y se llevaban a los mejores jóvenes», describía Camisasca. A pesar de ello, el arzobispo de Milán y sucesor de Juan XXIII siempre fue prudente y alentó con discreción la obra de don Gius. «Le dijo en más de una ocasión: “No entiendo sus métodos, pero aprecio sus frutos; siga adelante”».

«Entre Montini y Giussani hubo diferencias de temperamento, pero un mutuo respeto intelectual y afectivo», señaló Camisasca, quien remataba con la siguiente observación: «Los dos se encontraron, se conocieron y se estimaron». Cómo la Iglesia debía anunciar a Cristo al hombre del siglo XX y cómo debía afrontar la modernidad era la cuestión que más preocupaba a ambos. «La diferencia estriba en que los textos de Montini, tanto durante su etapa de obispo como en su pontificado, centran el problema en discernir qué se puede rescatar y qué se debe rechazar de la modernidad, mientras que Giussani, desde un gran conocimiento de la historia del pensamiento moderno, sostenía que, en lo más profundo del hombre, sigue vivo el mismo corazón con sus evidencias y exigencias que ha latido en todas las épocas de la historia y que es a ese corazón al que se debe dirigir el anuncio cristiano».

«Cristo, centro del cosmos y de la historia». Una sintonía total de carácter, pensamiento y acentos, así como una gran amistad presidieron la relación y el diálogo entre san Juan Pablo II y Luigi Giussani. Esta es una de las afirmaciones que enunció en su ponencia Alberto Frigerio, profesor del Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Milán. «Ambos insistieron en una visión teológica en la que Cristo ocupaba el centro de todo, posición que quedó plasmada en el documento Cristo, centro del cosmos y de la historia. La esencia del cristianismo es el acontecimiento de un encuentro», esta era, según Frigerio, una de las más importantes convicciones que compartían Juan Pablo II y el sacerdote ambrosiano. Y también que «la fe ilumina todos los ámbitos de la vida en que se mueve la persona: desde la familia a la presencia social, desde la cultura a la política».
También la actitud del papa Wojtyla hacia Comunión y Liberación fue de una paternidad afectuosa, como recordaba Frigerio. «Se hicieron frecuentes los encuentros del Papa con jóvenes del movimiento en un lugar de los jardines del Vaticano, donde se encuentra la reproducción de la gruta de Lourdes, que comenzó a ser conocido como el “patio de CL”». Además, Juan Pablo II hizo una histórica visita en persona al Meeting de Rímini.

El cardenal Osoro (en el centro) con Camisasca y Alfonso Bullón de Mendoza, presidente de la ACdP. Foto: ACdP

«Dios tiene que ver con todo». El vicario de Cultura y Medios de Comunicación de la Diócesis de Alcalá, Juan Miguel Prim, fue el encargado de glosar la relación de amistad que se fraguó entre Benedicto XVI y Luigi Giussani. Ya en su época de vicerrector de la Universidad de Ratisbona, Josep Ratzinger entró en contacto con algunos jóvenes de Comunión y Liberación, entre ellos el cardenal Angelo Scola, que se habían ofrecido para apoyar el lanzamiento de una revista teológica que recogiera artículos de algunos importantes teólogos del Concilio Vaticano II y del postconcilio, como Hans Urs Von Balthasar, Henri De Lubac, Jean Guitton y el propio Ratzinger. Con el apoyo del futuro Papa nació en los años 70 la revista Communio.
La relación con Giussani se intensificó cuando Ratzinger fue nombrado prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. El fundador de CL acudía con frecuencia a visitar al cardenal alemán. «Como un torrente en crecida pedía con humildad un juicio, una corrección o una confirmación de sus enseñanzas por parte de Ratzinger y se sorprendía cuando veía que todas las veces el cardenal le manifestaba su aprobación y le manifestaba su sintonía», describe Prim.

Así, Giussani le planteaba algunos de los postulados centrales de su pensamiento teológico (pensando que tal vez «eran heréticos»), por ejemplo: «Si el Verbo se ha hecho carne, es a través de “una carne” como podemos conocer al Verbo»; o también: «El cristianismo no nace de una doctrina sino del encuentro con una Persona, del cual se deriva todo lo demás: moral, misión, caridad, cultura, iniciativa social…». No solo es que Ratzinger le dijera que estaba de acuerdo, sino que incorporaba muchos de estos planteamientos a su propio magisterio.
Finalmente, el vicerrector de Cultura de Alcalá remarcó dos hechos que manifestaron a las claras el gran aprecio de Ratzinger a Comunión y Liberación: que presidiera el funeral por Giussani en la catedral de Milán en 2005 y que, ya como papa Benedicto XVI, quisiera convivir en su propia casa con cuatro miembros de los Memores Domini, la fraternidad de laicos consagrados nacida de CL.

Bergoglio y Giussani. Quizás la ponencia más difícil fue la que pronunció el periodista José Luis Restán para terminar las jornadas, ya que tuvo que trazar un paralelismo entre las enseñanzas de don Giussani y el magisterio de Francisco, partiendo del hecho de que ambos nunca se conocieron personalmente. Bien es cierto que el actual sucesor de la Cátedra de Pedro ha reconocido explícitamente en varias ocasiones la influencia que los libros del sacerdote milanés ejercieron en él.
De hecho, como obispo de Buenos Aires, presentó en la ciudad porteña cuatro libros de Giussani y, luego, ya como Papa, en la audiencia que concedió a los miembros de CL en la plaza de San Pedro el 7 de marzo de 2015 pronunció estas inequívocas palabras: «Estoy agradecido a don Giussani por varias razones. La primera, más personal, es el bien que este hombre me hizo a mí y a mi vida sacerdotal a través de la lectura de sus libros y de sus artículos. La otra razón es que su pensamiento es profundamente humano y llega hasta lo más íntimo del anhelo del hombre».

Restán reconoció que había centrado su intervención en las sintonías entre ambas figuras y no tanto en las diferencias de acentos, temperamento, matices… que, no obstante, reconoció que también las hay. Sin embargo, recalcó que algunas de esas sintonías están relacionadas con aspectos esenciales, no menores, del magisterio de Francisco.
En aquella breve intervención de Francisco en la plaza de San Pedro ya estaban todas y cada una de esas coincidencias: el “encuentro” en el origen de la experiencia cristiana («Todo en nuestra vida, hoy como en tiempos de Jesús, comienza con un encuentro»), la moral como una respuesta conmovida a una gracia que nos primerea, que nos precede («Jesucristo siempre es el primero, nos primerea, nos espera, Jesucristo nos precede siempre; y cuando nosotros llegamos, Él ya nos estaba esperando»), o la misión como aspecto esencial del ser cristiano («Así, centrados en Cristo y en el Evangelio, podéis ser brazos, manos, pies, mente y corazón de una Iglesia “en salida. El camino de la Iglesia es salir para ir a buscar a los lejanos en las periferias»). Ya vemos aquí tres expresiones que han sido emblemáticas en el pontificado de Francisco: primerear, “Iglesia en salida” y “periferias”. Muy significativo.

LEE TAMBIÉN - Giussani: un pie en el Alfa y otro en la Omega

Los cinco ponentes, los participantes de la mesa dedicada a la mirada de Giussani hacia los movimientos contestatarios juveniles del postconcilio y los autores de las diversas comunicaciones enviadas al congreso: todos ellos han ayudado, desde diferentes perspectivas, a componer un retrato exhaustivo de la que es indiscutiblemente una de las figuras más importantes de la Iglesia del siglo XX. Con todo, cualquier retrato que quiera hacerse de la inmensa y profunda humanidad del sacerdote milanés siempre quedará inacabado.