Una mujer huye en la frontera de Medyka (Foto Attila Husejnow/Sipa USA/Mondadori Portfolio).

CL con el Papa. No a la guerra en Ucrania

La nota difundida por el movimiento a propósito del conflicto. «Estamos con todos aquellos que se están volcando por detener el horror de esta guerra. Pero qué frágil es el deseo de la paz cuando no se convierte en tarea, en responsabilidad cotidiana»

Estamos con el Papa y con todos aquellos que se están volcando por detener el horror de esta guerra. Estamos con el Papa, que defiende y proclama la paz. Pero qué frágil es el deseo de la paz cuando este deseo no se convierte en tarea, en responsabilidad cotidiana para construir experiencias que garanticen a nuestro pueblo, a todos los pueblos, educación, trabajo, caridad y justicia.

Mucho se ha hablado y mucho se hablará sobre las causas y posibles efectos a corto y largo plazo de esta insensata invasión de Ucrania por parte del ejército ruso. Como cristianos, nuestra mirada se dirige ante todo hacia la persona: hombres, mujeres, niños, ancianos, enfermos y dependientes, que se ven inesperadamente amenazados por la pesadilla de los bombardeos, la falta de alimentos y bienes de primera necesidad, la pérdida de sus seres queridos, y que se ven obligados a huir de sus casas, dejándolo todo y encaminándose hacia lo desconocido. ¿Encontrarán a alguien que quiera acogerlos?

No podemos pensar en quedarnos mirando los acontecimientos esperando a que pasen. No solo porque esta vez el conflicto golpea el corazón de Europa, sino porque durante mucho tiempo sufriremos las consecuencias de este trágico episodio bélico. Ya Esquilo señalaba que la primera víctima de cualquier guerra es la verdad. La mentira alimenta el odio, crea enemistad, abre surcos profundos entre los cristianos, hermanos en la fe que combaten sin saber por qué.

Sentimos especialmente verdaderas en este momento las palabras del papa Francisco en la Fratelli tutti: «Toda guerra deja al mundo peor que como lo había encontrado. La guerra es un fracaso de la política y de la humanidad, una claudicación vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal. No nos quedemos en discusiones teóricas, tomemos contacto con las heridas, toquemos la carne de los perjudicados. […] Prestemos atención a la verdad de esas víctimas de la violencia, miremos la realidad desde sus ojos y escuchemos sus relatos con el corazón abierto. Así podremos reconocer el abismo del mal en el corazón de la guerra y no nos perturbará que nos traten de ingenuos por elegir la paz».

En el momento de la angustia y el tormento, de la incertidumbre por la suerte de nuestros hermanos ucranianos, sumándonos a la Jornada de ayuno que el Papa ha propuesto a toda la Iglesia el próximo Miércoles de Ceniza (2 de marzo de 2022), invocamos la intervención del Espíritu Santo por la intercesión de la Virgen María, la única “fuente viva” de esperanza.