Meeting 2021 (Foto Roberto Masi)

Meeting 2021. El mensaje del Papa

Las palabras del cardenal Pietro Parolin y el saludo del Santo Padre dirigido a los participantes, voluntarios y organizadores del Meeting de Rímini que arranca hoy

Vaticano, 29 de julio de 2021

A Su Excelencia Reverendísima
Mons. FRANCESCO LAMBIASI
Obispo de Rímini


Excelencia Reverendísima:
El Santo Padre se congratula por que el Meeting por la amistad entre los pueblos vuelva a celebrarse “presencialmente” y le envía un saludo, a usted, a los organizadores y a todos los participantes, deseando que tenga un desarrollo fecundo.

El título elegido –«El coraje de decir yo»–, tomado del Diario del filósofo danés Søren Kierkegaard, resulta más significativo que nunca, en un momento en que se trata de volver a empezar de manera adecuada, sin desaprovechar la ocasión que nos brinda la crisis de la pandemia. “Volver a empezar” es la expresión de moda. Pero no puede hacerse automáticamente porque toda iniciativa humana implica la libertad. Lo recordaba Benedicto XVI: «La libertad presupone que en las decisiones fundamentales cada hombre […] tenga un nuevo inicio. […] La libertad debe ser conquistada para el bien una y otra vez» (Enc. Spe salvi, 24). En este sentido, el coraje de arriesgar es ante todo un acto de libertad.

Durante el primer confinamiento, el Papa Francisco invitó a todos al ejercicio de esta libertad: «Peor que esta crisis, es solamente el drama de desaprovecharla» (Homilía de Pentecostés, 31 de mayo de 2020).
Mientras imponía el distanciamiento físico, la pandemia volvía a poner en el centro a la persona, el yo de cada uno, provocando en muchos casos un despertar de las preguntas fundamentales sobre el significado de la existencia y sobre la utilidad de la vida, que desde hace demasiado tiempo habían quedado soterradas o, lo que es peor, censuradas. También ha suscitado un sentido de responsabilidad personal. Muchos lo han testimoniado en diversas situaciones. Ante la enfermedad y el dolor, ante la aparición de una necesidad, muchas personas no se han retirado y han dicho: «Aquí estoy».

La sociedad tiene una necesidad vital de personas que sean presencias responsables. Sin persona no hay sociedad, sino una agregación casual de seres que no saben por qué están juntos. El único aglutinante sería tan solo el egoísmo propio del cálculo y el interés particular, que nos hace indiferentes a todo y a todos. Por lo demás, las idolatrías del poder y el dinero prefieren relacionarse con individuos en vez de personas, es decir, con un “yo” concentrado en sus propias necesidades y derechos subjetivos antes que un “yo” abierto a los demás, en tensión por formar el “nosotros” de la fraternidad y la amistad social.

El Santo Padre no se cansa de poner en guardia a aquellos que tienen responsabilidades públicas ante la tentación de usar a la persona y descartarla cuando ya no sirve, en vez de ponerse a su servicio. Después de lo que hemos vivido durante este tiempo, tal vez sea más evidente para todos que la persona es justamente el punto por el que volver a empezar. Sin duda es necesario conseguir recursos y medios para poner en marcha la sociedad, pero sobre todo hace falta alguien que tenga el coraje de decir “yo” con responsabilidad y no con egoísmo, comunicando con su propia vida que se puede empezar la jornada con una esperanza fiable.

Pero el coraje no siempre es una dote espontánea y nadie se la puede procurar por sí mismo (como decía don Abbondio, el personaje de Manzoni), sobre todo en una época como la nuestra, en la que el miedo –indicador de una profunda inseguridad existencial– juega un papel tan determinante como para bloquear muchas energías e ímpetus hacia el futuro, que cada vez se percibe con más incertidumbre, sobre todo entre los jóvenes.

En este sentido, el Siervo de Dios Luigi Giussani advertía de un doble peligro: «El primer peligro […] es la duda. Señala Kierkegaard: “Aristóteles dice que la filosofía empieza por el asombro, y no con la duda como en nuestro tiempo”. La duda sistemática es, digamos, el símbolo de nuestro tiempo. […] La segunda objeción a la decisión del yo es la mezquindad. […] Duda y comodidad, esos son nuestros dos enemigos, los enemigos del yo» (In cammino 1992-1998, Milán 2014, 48-49).

¿De dónde puede venir entonces el coraje de decir yo? Sucede gracias a ese fenómeno que se llama encuentro. «Solo en el fenómeno del encuentro se da al yo la posibilidad de decidir, de hacerse capaz de acoger, de reconocer y de acoger. El coraje de decir “yo” nace delante de la verdad, y la verdad es una presencia» (ibídem, 49). Desde el día en que se hizo carne y vino a habitar entre nosotros, Dios dio al hombre la posibilidad de salir del miedo y encontrar la energía necesaria para el bien siguiendo a su Hijo, muerto y resucitado. Resultan luminosas las palabras de santo Tomás de Aquino cuando afirma que «la vida del hombre consiste en el afecto que principalmente lo sostiene y en el que encuentra su mayor satisfacción» (Summa Theologiae, II-II, q. 179, a. 1 co.).

La relación filial con el Padre eterno, que se hace presente en personas alcanzadas y cambiadas por Cristo, da consistencia al yo, liberándolo del miedo y abriéndolo al mundo con una actitud positiva. Genera una voluntad de bien. «Toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y cualquier persona que viva una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad ante las necesidades de los demás. Comunicándolo, el bien se arraiga y se desarrolla» (Francisco, Exhort. ap. Evangelii gaudium, 9).

Esta experiencia es la que infunde el coraje de la esperanza. «El encuentro con Cristo, el dejarse aferrar y guiar por su amor, amplía el horizonte de la existencia, le da una esperanza sólida que no defrauda. La fe no es un refugio para gente pusilánime, sino que ensancha la vida. Hace descubrir una gran llamada, la vocación al amor, y asegura que este amor es digno de fe, que vale la pena ponerse en sus manos, porque está fundado en la fidelidad de Dios, más fuerte que todas nuestras debilidades» (ID., Enc. Lumen fidei, 53).

Pensemos en la figura de san Pedro. Los Hechos de los Apóstoles reproducen estas palabras suyas, después de que le prohibieran terminantemente seguir hablando en nombre de Jesús: «¿Es justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros más que a él? Juzgadlo vosotros. Por nuestra parte no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído» (4,19-20). ¿Pero de dónde le viene ese coraje «a este cobarde que negó al Señor? ¿Qué pasó en el corazón de este hombre? El don del Espíritu Santo» (Francisco, Homilía en la Casa Sta. Marta, 18 de abril de 2020).

La razón profunda del coraje del cristiano es Cristo. Nuestra seguridad es el Señor resucitado, que nos hace experimentar una profunda paz incluso en medio de las tempestades de la vida. El Santo Padre desea que en esta semana del Meeting, organizadores e invitados den testimonio vivo de ello, haciendo suya la tarea indicada en el documento programático de su pontificado: «Muchos […] buscan a Dios secretamente, movidos por la nostalgia de su rostro, aun en países de antigua tradición cristiana. […] Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 14).

La alegría del Evangelio infunde la audacia necesaria para emprender nuevos caminos. «Hay que atreverse a encontrar los nuevos signos, los nuevos símbolos, una nueva carne […] particularmente atractivos para otros» (ibídem, 167). Es la aportación que el Santo Padre espera en la reanudación del Meeting, con la conciencia de que «la seguridad de la fe nos pone en camino y hace posible el testimonio y el diálogo con todos» (Enc. Lumen fidei, 34), sin excluir a nadie, porque el horizonte de la fe en Cristo es el mundo entero.

Excelencia, haciéndole llegar este mensaje, el Papa Francisco pide que le recuerde en sus oraciones y envía de corazón su bendición, a usted y a los responsables, voluntarios y participantes del Meeting 2021.

También yo le expreso mis mejores deseos para la celebración de este evento y aprovecho la ocasión para confirmarle mi más profunda estima.

Vuestra Excelencia Reverendísima
dev.mo
Pietro Card. Parolin
Secretario de Estado