El Papa con Doha en la iglesia de la Inmaculada Concepción de Qaraqosh

Iraq. «Refugiados, pero testigos de la gloria del Señor»

En Qaraqosh, el Papa se ha reunido con cristianos iraquíes. Este es uno de los testimonios que Francisco escuchó en su encuentro con la comunidad local
Doha Sabah Abdallah

Me llamo Doha Sabah Abdallah. Os cuento lo que he vivido y sigo viviendo: la gracia de la esperanza que he recibido. La mañana del 6 de agosto de 2014 la ciudad de Qaraqosh despertó con el estrépito de los bombardeos. Todos sabíamos que el Isis estaba a las puertas y que, tres semanas antes, había invadido la ciudad y los pueblos de los yazidíes, tratándoles con mucha crueldad. Por eso huimos de la ciudad y abandonamos nuestras casas. Al cabo de dos o tres días volvimos, sostenidos por la fe, conscientes de nuestro ser cristianos y dispuestos al martirio.

Aquella mañana estábamos atareados con nuestros quehaceres habituales y los niños jugaban delante de casa cuando tuvo lugar un incidente que nos obligó a salir. Oí un disparo de mortero y salí corriendo de casa. Las voces de los niños enmudecieron mientras aumentaban los gritos de los adultos. Así me enteré de la muerte de mi hijo, su primo y una joven vecina que estaba preparando su boda.

El martirio de estos tres ángeles fue una advertencia muy clara. Si no hubiera sucedido aquello, la gente de Qaraqosh se habría quedado, cayendo en manos del Isis. Su muerte salvó a toda la ciudad. Desde entonces empezamos a hacer frente a una prueba durísima: vivir dispersos por las calles, las plazas, los parques, sin refugio ni alimento. Ahora no hay tiempo para expresar ni explicar todo lo que vivimos aquellos tres años de huida. Pero debo decir que con la fuerza de Dios, pudimos colaborar con el servicio sacerdotal –«juntos somos sacerdotes»– para ayudar a las familias, acompañarlas, repartirles comida, ropa y ayuda.

Los tres años que vivimos como refugiados no han sido años malditos, sino años en los que el Señor nos ha colmado de bendiciones. Luego el Señor nos mostró su Gloria tras la liberación de nuestras ciudades y pueblos. Todo había quedado completamente arrasado: iglesias y miles de casas quemadas, todo saqueado, los servicios esenciales destruidos. Pero el Señor no nos abandonó, ha sido un milagro devolver la vida a esta ciudad.

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Y aquí estamos hoy en nuestra querida Qaraqosh. ¡Qué alegría ver a Su Santidad entre nosotros! ¿Quién iba a pensar que un día contaríamos con su presencia, Santo Padre, en este pequeño pueblo, aunque soñábamos con ello? Santo Padre, gracias por estar hoy con nosotros, mostrándonos la Gloria de nuestro Señor en la Iglesia y en el mundo entero. ¡Bendíganos y llévenos en su corazón!