Julián Carrón (Foto: Lupe de la Vallina)

«La pandemia ha sacado a la luz un vacío existencial»

La entrevista a Julián Carrón publicada en L'Eco di Bergamo con motivo de su encuentro con monseñor Francesco Beschi, organizado por Bergamo Incontra. Título: “Peor que esta crisis, es solo el drama de desaprovecharla”
Vincenzo Guercio

«Peor que esta crisis, es solamente el drama de desaprovecharla». Este título está tomado de una famosa frase del papa Francisco en la primera misa con pueblo, en San Pedro, después del primer confinamiento, y ha servido como lema para el encuentro organizado por la asociación Bergamo Incontra y Comunión y Liberación, con el obispo Francesco Beschi y Julián Carrón, presidente de CL, el domingo 20 de diciembre a las 21h por el canal de YouTube de Bergamo Incontra.

¿Esta pandemia puede servir como una ocasión para darnos cuenta más vivamente de la «burbuja», del vacío existencial en que vivimos?
La pandemia ha hecho saltar, estallar, la burbuja. La segunda oleada nos está poniendo aún más a prueba. Es verdad que podemos desaprovechar la ocasión. La característica de este desafío es que dura más de lo que querríamos y esperábamos. No se puede pasar página y volver a la antigua imagen de “normalidad” como si no hubiera pasado nada. Se pone en cuestión la confianza en muchas de nuestras certezas. Este es el desafío actual, que nos ha despertado de un torpor al que nos habíamos acostumbrado, pero es un despertar que no se sostiene. Desaprovechar la ocasión quiere decir posponer, no resolver, hasta que la vida emerja de nuevo con toda su dramaticidad.

Retomando el subtítulo de su libro Un brillo en los ojos, «¿qué nos arranca de la nada?».
Una presencia suficientemente atractiva que nos implique por entero, que sea capaz de resistir a todas las dificultades, desafíos, circunstancias que la vida no nos ahorra. Como todos hemos podido comprobar, ante el miedo y la incertidumbre que vivimos ahora, no todo resiste. No todo es capaz de ofrecer un fundamento adecuado a nuestra vida. Ahí uno empieza a comprobar si existe algo que resista a la nada, algo que permanezca…

¿Qué es ese “algo”? Su libro sugiere que un signo es nuestro irreductible deseo de absoluto, de algo más, de ser queridos y amados.
La respuesta a esta pregunta cada uno tiene que interceptarla en su propia vida. Hemos visto caer delante de nuestros ojos muchas imágenes que nos habíamos construido. Solo en la experiencia podremos ver si hay algo que demuestre estar a la altura de nuestra espera. Nosotros hemos encontrado en la presencia de Cristo que vive en la Iglesia una respuesta adecuada para porque hemos comprobado su consistencia en la experiencia. Para otros, “Jesús” puede ser solo una palabra, una ética. Solo quien vive una experiencia en la que puede sorprender qué es lo que resiste podrá empezar a entender qué es ese “algo” y vincularse a ello. Para eso tendrá que comprobar qué es capaz de dar un significado a la existencia, una respuesta a esta vida que nos paraliza y nos corta las piernas, como diría Pavese, de resistir a todo, y pienso concretamente en Bérgamo, que ha vivido duramente el drama del Covid.

Recientemente alguien le ha escrito una carta diciendo: «Estando en casa sin trabajo he empezado a experimentar en mi propia piel qué es esa nada de la que hablas». El trabajo es un recurso existencial importante.
A veces podemos no darnos cuenta de la nada porque la vida está llena de tantas cosas que nos hacen creer que podemos vivir congestionando las jornadas con actividades y distracciones que culminan en un vacío. Pero cuando hay que parar, todos estos intentos se ven desafiados. Entonces aparece ante nuestros ojos ese vacío. Pero, al mismo tiempo, sale a la luz nuestra dignidad. Siempre me sorprende en Leopardi esta percepción del vacío, de la ausencia, la insuficiencia de todas las cosas para llenar el deseo del alma, todo eso es para él signo de la grandeza humana. Muchas veces nos reducimos hasta el punto de pensar que no somos tan grandes, que no deseamos tanta plenitud, que no necesitamos nada más. Y eso ahora está emergiendo con toda su potencia.

En un frente que se suele entender como las antípodas al deber y al trabajo, tampoco el placer, efímero y tan buscado, resulta ser un analgésico suficiente.
Es otra manera de intentar llenar el vacío. No estoy para nada en contra del trabajo, el placer ni el goce. Pero para alguien que quiere ser plenamente consciente de sí mismo, estas cosas no le bastan. La única manera de gozar plenamente de algo limitado –trabajo, afecto, una excursión, una velada con amigos– es que esas cosas no sean un relleno del vacío, sino que sean signos, etapas concretas de un camino hacia el propio cumplimiento, que por tanto puedan vivirse cien veces más intensamente. No para huir de la nada. Para los cristianos, todo se multiplica al encontrar una respuesta “presente” para el deseo humano. Como dice Jesús, «quien me siga tendrá el ciento por uno aquí abajo». Podemos disfrutar cien veces más de cualquier cosa porque hemos encontrado algo que es más interesante que todas esas cosas juntas, que puede responder a todo lo que el hombre espera. El hecho de creer en el más allá no significa que se vacíe el más acá, al contrario. Precisamente porque creemos en el más allá, llenamos de sentido el más acá.