Sergio Daniotti muestra al Papa "La coronación de espinas" de Bernardino Luini

El Papa al Banco Farmacéutico: «Globalizar el tratamiento»

Francisco recibió en audiencia a 200 voluntarios de la fundación que organiza la Jornada de recogida de medicamentos. «Compartir los bienes pueden mejorar nuestra sociedad y testimoniar ese amor que nos propone el Evangelio»
Davide Perillo

«Globalizar el tratamiento», en vez de la indiferencia. Y ensanchar «la posibilidad de acceso a esos medicamentos que podrían salvar tantas vidas», como la vacuna anti-Covid. «Y para ello necesitamos un esfuerzo común, una convergencia que involucre a todos. Vosotros sois el ejemplo de este esfuerzo común».
Este «vosotros» al que se dirige el papa Francisco eran los voluntarios del Banco Farmacéutico, recibidos en audiencia el pasado sábado por la mañana para celebrar el veinte aniversario de esta obra. Doscientas personas procedentes de toda Italia y reunidas en el Aula Nervi, con las mascarillas y distancias de seguridad establecidas. En todo caso, la vanguardia de una realidad que cada año implica a más de veinte mil personas en su Jornada de Recogida de Medicamentos a finales de invierno, fármacos que luego reparte entre 1.800 entidades de asistencia a personas pobres. Voluntarios que trabajan duro todo el año para responder a una forma de pobreza menos valorada que la del hambre pero también muy dura para los que la sufren. Especialmente en estos tiempos de pandemia, que han hecho estallar la necesidad de medicinas en un momento en que la circulación de dinero escaseaba y el confinamiento ralentizaba las ayudas. «Hemos tenido que inventarnos una docena de proyectos nuevos», contaba a primera hora, durante el desayuno, Sergio Daniotti, presidente de la Fundación desde hace tres años. Nuevas alianzas, caminos inexplorados, que han permitido recoger solo en los primeros seis meses de 2020 cerca de 1.200.000 fármacos, el equivalente a 15,6 millones de euros.

Cifras impensables cuando el Banco se puso en marcha en el año 2000, un comienzo que Daniotti recordó en su saludo al pontífice, retomando las raíces de esta iniciativa, la idea de un grupo de jóvenes farmacéuticos, «hijos espirituales del Siervo de Dios Luigi Giussani», que pidieron ayuda a la Compañía de las Obras y a Federfarma «para responder a la necesidad de gente que no podía permitirse comprar medicamentos». También describió la conciencia que mueve el trabajo del Banco: «Los recursos y el dinero que farmacias, empresas y ciudadanos nos donan no son para los pobres, sino de los pobres». Recordó que en la Jornada de recogida «farmacéuticos y voluntarios invitan a donar» y, juntos, «desarrollan una tarea complicada. De hecho, los que entran en la farmacia a menudo son gente que sufre o está preocupada por su salud o la de un ser querido. Se trata de una invitación dirigida a alguien que sufre». Y planteó al Papa un deseo: «poder ofrecer la ayuda del Banco a una realidad que usted considere necesaria».



El Papa respondió con un discurso intenso, mostrando cuánto le preocupa este tema. Habló de «marginalidad farmacéutica», un problema muy olvidado pero que hace que «algunas personas en el mundo no tengan acceso a ciertos medicamentos, y así se crea una brecha». Apeló a la necesidad de no generar nuevas injusticias, añadidas a las que ya provoca una economía demasiado basada en el descarte. «Si existe la posibilidad de curar una enfermedad con un medicamento, este debería estar al alcance de todos, de lo contrario se comete una injusticia. Demasiadas personas, demasiados niños siguen muriendo en el mundo porque no pueden tener ese medicamento, o esa vacuna». La mención a lo que podría suceder en los próximos meses, en los que se espera el remedio contra el coronavirus y una pandemia que roza el millón de víctimas, se hizo explícita al insistir en que «sería triste si al proporcionar la vacuna se diera prioridad a los más ricos, o si esta vacuna se convirtiera en propiedad de esta o aquella nación, y ya no fuera de todos. Debe ser universal, para todos». No era un llamamiento solo a los voluntarios o farmacéuticos, claro está. Francisco se dirigía también a la industria farmacéutica y a los gobernantes, «llamados a construir un mundo más justo en el que no se abandone a los pobres, o peor todavía en el que se descarten».
Por eso Francisco terminó dando las gracias a los voluntarios «por el servicio que prestáis en favor de los más débiles. Gracias por lo que hacéis. La Jornada de recogida de medicamentos es un ejemplo importante de cómo la generosidad y la compartición de los bienes pueden mejorar nuestra sociedad y testimoniar ese amor al prójimo que nos propone el Evangelio».

Un agradecimiento sentido, acompañando los pasos al encuentro de Daniotti, que le regaló una reproducción de La coronación de espinas de Bernardo Luini, cuyo original, en la Pinacoteca Ambrosiana, lo encargó en 1522 la Hermandad de la Santa Corona, creada por doce nobles que se juntaron para repartir medicinas entre los pobres de la época, es decir, un Banco ante litteram.

Francisco acabó con una ronda de saludos, a distancia por seguridad, pero lo suficientemente cerca como para bendecir a un par de niños en la sala y asegurar sus oraciones a los que se las pedían por algún familiar enfermo. «Y preguntaba por el nombre para poder rezar», señala Daniotti. «Me ha confirmado que es una persona un poco especial, única. Con un corazón más convertido que el mío». Y con una mirada que lo hace compañero de camino, más aún después de este encuentro. «Nos dijo palabras que nos animan a continuar. Nuestro corazón está en la jornada de recogida, un gesto fundamental al que no renunciaremos nunca, una invitación a todos a donarse. Pero también creo que tenemos el deber de recordar a la sociedad la existencia de este problema, y de implicar a otros para afrontarlo. Cuando se colabora, siempre se obtiene más que cuando cada uno se ocupa solo de su parte». Un esfuerzo común, para que nadie quede descartado.