El puerto de Beirut tras la explosión del 4 de agosto (foto Unsplash/Rashid Khreiss)

Líbano. «No basta con reconstruir las casas»

Un mes después de la explosión en el puerto de Beirut, el futuro del país, ya postrado antes de la tragedia, sigue siendo incierto. La Iglesia, AVSI y otras entidades ayudan al pueblo libanés a volver a empezar. Y a no abandonar su tierra
Maria Acqua Simi

Estos días son importantes para el Líbano. Moustapha Adib, embajador libanés en Alemania, es el encargado de formar un nuevo gobierno de unidad nacional. El futuro del país nunca ha sido tan incierto y el Ejecutivo necesita desesperadamente una guía segura. De hecho, la deflagración del pasado 4 de agosto no solo ha tenido repercusiones económicas sino también sociales. La población, que lleva semanas saliendo a la calle pidiendo el cambio generacional de la vieja clase dirigente, rancia y corrupta, parece más cansada que nunca. La explosión en el puerto de Beirut mató a casi doscientas personas y destruyó miles de casas, comercios e infraestructuras. Hay que reconstruirlo todo en esta nación que ya estaba postrada antes del accidente.

Beirut (Foto Avsi)

Las que más necesidad tienen son las familias que han visto cómo sus casas se derrumbaban en pocos minutos, los coches ardían, los escaparates de las tiendas saltaban en mil pedazos. A ellos se dedica la labor de muchas ONG como AVSI, que lleva décadas trabajando en este país. El proyecto #LoveBeirut trata de ayudar a todos aquellos que no tienen acceso a financiación bancaria para reconstruir su casa y, sobre todo, para ayudar concretamente a los que ya antes les costaba llegar a fin de mes. Desde hace tiempo el 50% de la población vive bajo el umbral de la pobreza y normalmente en las familias solo trabaja uno de sus miembros, a menudo de manera ocasional e irregular.

Los equipos de AVSI han visitado los barrios más afectados por la explosión para identificar a los beneficiarios de las ayudas más urgentes: ancianos, viudas y familias a las que la onda expansiva ha arrancado puertas y ventanas. Son más de cien las casas y comercios que tienen que volver a empezar.

Pero no solo hay que reconstruir muros. También la confianza de la gente está siendo sometida a una dura prueba. Bien lo sabe Andreina, esposa de Roni y madre de dos jóvenes: «He vivido la guerra pero esto es peor porque no sabemos cuándo acabará esta incertidumbre y como madre solo quiero que mis hijos puedan tener un futuro en paz. Estos días he podido releer algunas intervenciones de Julián Carrón yme he dado cuenta, tal vez por primera vez, de lo que significa vivir intensamente lo real. Porque vivir la realidad cuando no es bella o cómoda no es fácil, de hecho dan ganas de huir. Pero hemos conservado la fe y por eso quedarse en el Líbano, a pesar de las circunstancias adversas, es un acto de confianza en el Señor que siempre quiere el bien de sus hijos».

LEE TAMBIÉN Carrón en el Meeting: «¿De dónde nace la esperanza?

El padre Firas Lufti, fraile franciscano de la Custodia de Tierra Santa, añade: «Creo que se puede volver a empezar sobre todo por los jóvenes. Ellos están luchando más que nadie por el bien del país. Beirut era un cúmulo de escombros pero en unos días ellos limpiaron las calles, ayudaron a desescombrar las casas dañadas y recogieron los cristales rotos. ¿Acaso eso no es un signo de amor y confianza? También he hablado con familias muy probadas por todo esto, padres atemorizados por el futuro de sus hijos... Muchos se plantean marcharse del Líbano. Pero todos buscan la cercanía de la Iglesia y nosotros intentamos estar presentes con alegría. Siempre nos duele ver gente que se va pero nunca intentamos hacerles cambiar de opinión. No podemos darle a nadie la receta correcta, solo proponemos una Presencia. Si el Señor es fiel, lo será siempre. Aquí o en otro lugar. En las circunstancias buenas y también en las menos buenas».

Habla también de la crisis económica, la de la pandemia y el "golpe de gracia" de la explosión, que han transformado a Beirut de ciudad de la luz a ciudad de las tinieblas. «Nuestro convento está semiderruido, el techo arrancado, y sabemos que cuando lleguen las lluvias será un problema porque todo quedará anegado. Por las mañanas me levanto en mi habitación, sin puertas ni ventanas, y toco la campana de la iglesia para que la gente venga a rezar. El sonido de las campanas quiere ser un signo de esperanza, signo de una Iglesia presente en medio de la destrucción, cercana al sufrimiento del pueblo. Es como un reclamo para todos a tener fe en el Señor de la vida, que no drja atrás a nadie y que es fuente de esperanza, alegría y consuelo. Con esta certeza, ayudamos como podemos a las personas más afectadas, cristianos y musulmanes, para que puedan volver a entrar en sus casas antes de que el invierno azote al país».

Hay mucha desesperación por las calles. La comunidad cristiana está entre las más afectadas, pues los barrios cristianos de Beirut están cerca del centro histórico y del puerto. «En Oriente Medio siempre hemos vivido una historia sufriente, marcada por guerras y destrucción, pero los cristianos somos como un brote que el Señor ha plantado en esta tierra. Estamos seguros, porque Dios lo ha prometido, de que las puertas del infierno no prevalecerán. Nuestra presencia aquí ayuda a recordarlo».