Bachilleres brasileños por videoconferencia

Brasil. El corazón no está en cuarentena

Una velada cultural promovida por un grupo de bachilleres por Zoom. No para buscar un momento de entretenimiento sino siguiendo una provocación, por el «bombardeo de un deseo»
Giovanna Ottoni

Nuestra experiencia con el grupo de bachilleres durante esta pandemia empezó ante el impacto de un extraño y aparente (¡aparente!) “límite”. El coronavirus, como señaló Carrón, hizo saltar por los aires todos nuestros planes y nos invitó «bruscamente a responder». La primera cita anulada fue nuestra Jornada de apertura de curso. Ante ese dolor inesperado, surgió la propuesta de mantener el gesto de manera online.
Después de la Jornada, las Escuelas de comunidad se desarrollaron semanalmente, involucrando cada vez a más ciudades. En este camino hemos vivido la experiencia de un live en Instagram que provocó un montón de mensajes en las redes sociales pidiéndonos más encuentros como ese con los jóvenes. Como la página de Instagram está gestionada por los propios jóvenes, uno de ellos empezó a escribirme y a mandarme audios insistiendo en hacer otro encuentro live. Luego, sin rendirse, expresó su deseo de hacer un encuentro por Zoom con cantos, una experiencia muy propia de nuestro carisma.

No podía menos que custodiar lo que le estaba pasando a este chico y su “bombardeo” lleno de deseo y de ideas. Así que un día pensamos en una velada con poesía y música, abierta a todos los amigos de Brasil. Para mí, en resumen, la sorpresa fue que en aquellos días en que se hablaba de sufrimiento por la situación que atravesaba el país, la confusión política, nuestra impotencia, me daba cuenta de que basta con un corazón despierto, un corazón que no entrara en cuarentena, para movilizarse y construir una historia original. Ante este corazón único, otros corazones –como el mío– se adherían con alegría y entusiasmo a la propuesta.

Mirando lo que sucedió durante aquella velada, me decía: ¡es verdad! Las palabras de Carrón en El despertar de lo humano lo describen perfectamente: «A veces, debido a las dificultades de la vida o simplemente por pereza, detenemos el camino de la mirada y nos quedamos en la apariencia, permaneciendo en la superficie de las cosas, como si todo el mundo se redujese a los lugares comunes que respiramos o a lo que vemos a través del ojo de la cerradura de nuestra medida racionalista: una medida angosta, demasiado pequeña, y al final asfixiante (la asfixia es precisamente el piloto que nos indica que nos hemos quedado en la apariencia)».

Después de la velada, que se celebró el sábado 20 de junio, muchos amigos escribieron hablándonos de este “volver a respirar”, de una experiencia “plena” allí donde antes había angustia o cansancio por la realidad, de un “verse sorprendidos” ante una nueva manera de vivir la relación con las familias que participaron juntas, y una multitud de relatos conmovidos por la experiencia que habíamos vivido juntos desde tantos lugares distintos de Brasil. Cuando todo conspira para frenar nuestra mirada en esta apariencia, en la superficie, la velada fue una inmersión en las aguas profundas de nuestro ser, de nuestra humanidad, «de nuestra pertenencia», como decía una amiga que me escribió agradecida.

Es imposible no desear vivir a la altura de preguntas como la que nos propone Carrón: «¿Nos estamos sorprendiendo más libres?». Este desafío es evidente en estos tiempos. «Se ha dicho que saldremos de esta gran pandemia cambiados. Yo añado: saldremos cambiados, pero solo si empezamos a cambiar ahora. Es decir, si nos damos cuenta de lo que está pasando, si estamos presentes en el presente y aprendemos ahora a juzgar lo que estamos viviendo, confinados en nuestras casas o implicados en primera línea para hacer frente al contagio. El cambio no se produce por simple acumulación de impactos, de eventos o de impresiones de las cosas que suceden, sino por una comprensión del sentido de lo que nos sucede, es decir, como adquisición de conocimiento. Por eso nuestro cambio no puede ser mecánico. Saldremos de esta situación cambiados si profundizamos ahora, a través de las provocaciones que la realidad nos dirige, en el descubrimiento de quiénes somos, de para qué merece la pena vivir y de qué nos permite no estar aplastados».

La invitación para el evento online

Solo nosotros podemos decidir hacer este trabajo. Es un trabajo precioso de conciencia. Como testimonian Jean de Belo Horizonte y Duda de Brasilia, que colaboraron en la organización del encuentro:

«Frente a la experiencia de libertad que estoy viviendo durante la cuarentena, siempre me he preguntado qué podía permitir vivir esta libertad a otras personas, visiblemente determinadas solo por la frustración que este tiempo nos ha traído, y experimentar la libertad sin poder salir de casa parecía una locura. Luego, cuando llegó la propuesta de esta velada, encontré la oportunidad de mostrar a estas personas otra perspectiva. Pero no con una teoría sino con experiencias de vida, con la experiencia de mis amigos. Creo que eso es exactamente lo que ha pasado. La velada no fue un momento más de distracción como tantos que estamos teniendo, donde la gente se olvida un rato de los problemas, de la cuarentena, y se siente mejor momentáneamente. La velada fue un Acontecimiento. Un Acontecimiento que ayuda a mirar esos problemas, la cuarentena, de un modo más profundo. No se detiene en la apariencia. Un Acontecimiento que nos ha hecho despertar al día siguiente de una manera distinta. La casa era la misma, la cuarentena continuaba, los problemas seguían ahí, pero nuestro yo ya no era el mismo». (Duda, Brasilia)

«Todo empezó al principio del aislamiento social, cuando nos dijeron que haríamos la Jornada de apertura de curso por Zoom. Luego empezamos a hacer así la Escuela de comunidad con amigos de todo el país, utilizando la misma plataforma, y más tarde con un live en Instagram. Todo aquello me despertó porque, estando aislados en casa, lejos físicamente, con las clases online, con una nueva rutina, alguien había sacado tiempo para dedicarse a lo que se nos estaba proponiendo.
Un día leí el testimonio de una chica italiana cuya madre estaba ingresada grave en el hospital pero en esa situación había conocido a los bachilleres italianos y, a través de dos encuentros dominicales con cantos por Zoom, logró vislumbrar un significado para todo lo que le estaba pasando. Luego vi una experiencia parecida con los amigos de Argentina, que también quedaban online para cantar juntos virtualmente. Entonces pensé: ¿por qué no hacerlo también con mis amigos? Hemos vivido muchas cosas bonitas en este tiempo, y sobre todo tenemos a muchos artistas entre nosotros, el canto y el arte es algo que siempre nos ha unido. Así que se lo propuse a Giovanna, que es una de nuestras responsables y amiga mía. Al principio me hizo un montón de preguntas, pero luego acogió mi propuesta y se la envió a personas “clave” para poder organizar un momento así. En una Escuela de comunidad, Fabiola de Manaos dijo: “Nuestro corazón no está en cuarentena”. Ese mismo día, Ana Maria, de Brasilia, hizo un cuadro precioso con esa frase. Todo aquello nos sirvió de inspiración para la velada, que se celebró el 20 de junio, y resultó ser una gran sorpresa. Tuvimos casi 120 conexiones por Zoom y se inscribieron 30 personas para participar. Fue una velada preciosa y memorable. Yo, concretamente, que ya esperaba mucho de ella, he visto mis expectativas totalmente superadas.
Pero aun así, después de la velada, echaba en falta a algunos amigos y pensaba: “si este o aquel hubieran estado con nosotros, les habría encantado…”, o “que fulanito no se haya conectado es una enorme falta de consideración”. Pero todos esos pensamientos se desvanecían ante el Señor, que me decía: “Jean, mira bien todo lo que he hecho, ¿no te basta? Mira cuántos corazones despiertos, ¿no te basta?”. Después me di cuenta de que nada de aquello había sucedido gracias a mis propias fuerzas ni porque yo lo hubiera querido, sino porque lo había querido Él»
. (Jean, Belo Horizonte)