Crecer con apertura, libres de prejuicios

Siete empresarios y siete minutos para contar cómo han navegado dentro de la tempestad del Covid. Un encuentro organizado por la Compañía de las Obras en Milán para no perder lo que hemos aprendido
Paolo Perego

Un experimento para crecer. Siete emprendedores con siete minutos cada uno para hablar de su trabajo, de la tempestad causada por el Covid y de cómo la han afrontado. Porque hay que mirar lo que ha sucedido para entender cómo caminar ahora y hacia dónde, afirma Alessandro Kadolph, consultor profesional de empresas. Kadolph colaboró en la preparación de este experimento, un encuentro online organizado por la Compañía de las Obras en Milán el pasado lunes 22 de junio para hablar de «personas en movimiento, protagonistas de intentos pequeños pero maravillosos en este tiempo tan complicado», como decía en su presentación Mauro Cattaneo, director de la asociación. Noventa asociados se conectaron por Zoom para escuchar los relatos y experiencias de sus colegas. «Experiencias de las que aprender», señaló Kadolph. «Sin aprender, es decir, sin juzgar, las cosas que pasan se quedan en una mera sucesión de hechos y condiciones, pero de esta manera la sociedad no crece. No crecemos».

Y aquí están esos hechos, esas experiencias. Como la de Giovanni Porcu, fundador y director de una empresa del sector de la restauración con varios locales en franquicia. «El Covid nos ha pillado en un momento fuerte, con 550 empleados y unas expectativas de más de treinta millones de facturación para 2020». Ingresos a cero, todo lo contrario que los gastos. «Al principio nuestra preocupación era “resistir”, en pocos días nos reunimos para tratar de ver si lo que estaba pasando podía ser una oportunidad». Bastó con abrir un cajón y sacar un proyecto que estaba aparcado desde hacía tiempo. «Podíamos empezar a producir nuestra propia cerveza con una marca propia». Un cambio de mentalidad, pero aún más. «Nos dimos cuenta de que teníamos que apostar también por la proximidad, creando una plataforma para entregar los pedidos a los clientes, también nuestra. En este sentido el Covid ha sido como un acelerados de procesos que ya se estaban produciendo en el mercado».



Luego intervino Marco Magnelli. No es empresario en el sentido literal pero dirige el Banco de Alimentos de Lombardía. «Atendemos a 1.180 entidades caritativas, llegando a un total de 215.000 personas. Hablamos de 19.000 toneladas de comida al año, el equivalente a 38 millones de menús». Una actividad que se vio sacudida por el Covid inmediatamente. «Nos quedamos sin voluntarios, casi todos mayores de 65 años, obligados a quedarse en sus casas». No solo eso, «las peticiones no dejaban de aumentar justo cuando todo se había parado. Incluso ahora que la emergencia sanitaria ha remitido, las peticiones siguen creciendo». Habla de los sintecho, de comunidades enteras donde prevalece el trabajo precario, como la comunidad filipina. «Hemos mantenido el trabajo con las entidades que seguían abiertas y hemos intentado reinventarnos», explica Magnelli. «Nos hemos puesto en contacto con las 800 empresas que nos apoyan, que nos han respondido poniendo a nuestra disposición productos específicos para necesidades muy concretas, y hemos creado nuevas redes, colaborando también con la protección civil». ¿El denominador común de todo lo que han vivido? «Que las empresas están hechas de personas, y este virus ha afectado a todos. He visto una solidaridad inesperada, y la necesidad de salir de esta juntos. Todo esto muestra un enfoque distinto al modo de “hacer empresa”, solidario y sostenible, integrado, alejado de la idea de “dejar las migajas para la acción social”».

Siete minutos pasan enseguida cuando están tan llenos de hechos. Jacopo y Mattia Brenna son la tercera generación de la familia al frente de una empresa química en el corazón de la Brianza. En una semana se revolucionó su plan de negocios y de estrategias de producción para ofrecer en el mercado hasta 70 productos distintos de desinfección, «todos inéditos, nunca los habíamos hecho», cuenta Jacopo. «También han sido el fruto de redes que antes no existían, no solo con socios y proveedores sino hasta con empresas de la competencia, que han ampliado el mercado hasta el punto de compartir recursos». ¿Resultado? Un 20% de nuevos clientes y una facturación que cumple las previsiones. «Hemos revisado toda la organización interna, la estrategia empresarial, valorando el trabajo de equipo con los empleados, teniendo en cuenta hasta en los detalles sus necesidades personales en este tiempo. Y ha dado frutos, también en el rendimiento», apunta Mattia.



Hacer equipo, hallar espacio donde muchos ven límites, crear redes con la competencia… «Hay que liberarse de todos los prejuicios, y abrirse totalmente», resume Kadolph antes de dar paso a la cuarta experiencia de la velada, la de Roberta Randazzo, directora de una agencia que organiza viajes de estudio al extranjero, sobre todo con estudiantes durante el verano. «No hace falta que explique los efectos que el bloqueo mundial nos ha causado». Inmediatamente los doce empleados pasaron a teletrabajar, con la hipótesis de organizar cursos online. «En abril empezamos a recrear la manera de estudiar en los college de toda Italia». Cinco localidades repartidas por toda la península con cursos temáticos programados por edades y preferencias, con profesores de altísimo nivel. «¿Cómo saldrá? Ya os lo contaremos», anuncia Randazzo. «Pero he visto en la gente que está trabajando, no solo conmigo, que la emergencia y la necesidad son capaces de sacar la verdadera esencia de las personas. Y más para bien que para mal».

Nada que ver con la ocupación de Marco Ungari, titular de la empresa que fue de su padre y uno de los líderes de la asistencia y mantenimiento de carretillas elevadoras en Milán. Una entidad de cuarenta empleados que no se ha parado, con los empleados de las oficinas trabajando desde casa y con la creación de dos equipos técnicos para atender a las fábricas que no habían cerrado. «Ha sido la ocasión de revisar nuestra organización interna partiendo de nuestros defectos, retomar ciertas ideas y planificar otras». Como el reparto de máscaras de plexiglás, por ejemplo, o servicios de desinfección certificada para las carretillas. «Luego hemos creado un pequeño comercio electrónico ad hoc, con un portal para seguir en contacto con los clientes». Ungari retomó algunos temas que ya se habían planteado. «Tenemos una posibilidad real de cambiar el modelo económico predominante. Yo también he visto a la gente moviéndose, empresas competidoras colaborando, empleados acercándose a sus empresas en los peores momentos…».

Después fue el turno de Alessia Merenda, representando a una empresa familiar de pescado en la provincia de Varese. «Gran parte de nuestro trabajo consistía en servir a restaurantes. Con el cierre empezamos a dar más espacio a una actividad que ya hacíamos antes sin dedicarle demasiados recursos: la entrega a domicilio a particulares». Fue un éxito que permitió salvar su proyecto de remodelación de un edificio que estaba en su recta final justo antes del Covid, cuyos plazos y pagos pendientes se pusieron en grave peligro. «Hemos trabajando en el embalaje y producción a la medida de la “familia en cuarentena”, organizando todo el servicio completo de entregas. Muchas veces hablando con los clientes, orientándoles sobre el producto, contándoles cómo lo hacíamos y hasta corrigiendo falsas creencias… una continua remodelación en el flujo del trabajo, día a día».



«Todo un manual de marketing experiencial», apuntó Kadolph antes de dar paso a la última intervención, la de Luca Marzola, ingeniero y titular de una empresa dedicada a los sistemas antiincendios. «Si cerraban los almacenes, nos quedábamos parados», dijo nada más empezar. Los que podían empezaron a trabajar desde casa, «pero creamos un grupo directivo de jóvenes que se reunía todos los días para evaluar la situación». Dice que llegaba con la «garganta seca a la noche», por la cantidad de llamadas a sus empleados. «Hablé con todos, no quería dejar solo a nadie. Ahora me doy cuenta, cuando hablo con gente que viene de otros trabajos, que no en todas partes ha sido así. Mucha gente se ha sentido sola». En su empresa también se las han ingeniado para reconvertir su trabajo. En parte con proyectos que seguían esperando en los cajones, «creando oportunidades para los próximos dos años, por lo menos». Pero han sido meses en los que han podido afrontar el verdadero punto débil de la empresa. «No tenemos comerciales, confiamos en la marca y eso significa que no somos capaces de mantener la relación con los clientes, más de diez mil en todos estos años… ¿por qué no aprovecharnos de esos instrumentos tan sencillos como el móvil e internet, que tanto hemos usado este tiempo?». Así nació la idea de hacer una serie de cursos que, solo en estos meses, les ha permitido retomar la relación con 1.500 clientes, según Marzola, que añadió un dato común a todas las intervenciones. «Esto no habría sido posible sin la compañía y el apoyo de un grupo como el de la Compañía de las Obras. Dentro de una dinámica así, construyes relaciones y ves cosas que tal vez años después resulten ser de gran utilidad».

Cuarenta y nueve minutos de hechos, relatos, fatigas, reacciones. «De realidad que pide ser mirada y comprendida», concluía Kadolph, liberándose de todos los prejuicios posibles.