El cardenal Matteo Zuppi, arzobispo de Bolonia

Fuera del torpor. El diálogo entre Zuppi y Carrón

En un encuentro a raíz de la pandemia, el arzobispo de Bolonia cuenta cómo ha vivido la emergencia sanitaria. Un diálogo a dos voces –distintas y consonantes– en compañía del abad Pierre, Paul Claudel, Etty Hillesum y Van Thuan
Stefano Filippi

El cardenal Matteo Zuppi no se esconde tras las palabras. ¿Miedo al coronavirus? «Sí, te hace sentir vulnerable». ¿Y por qué olvidamos las preguntas más hondas de la vida? «Como dice el salmo 49, “el hombre no perdura en la opulencia, es semejante a las bestias, que perecen”». ¿La Iglesia ha sido condescendiente al suprimir las misas? «Al principio, cuando vi las mesas eucarísticas prohibidas y las de los restaurantes abiertas, pensé que algo no iba bien. Luego se cerró todo y ahora me alegro de volver a celebrar con el pueblo, pero a todos digo: estad atentos, sobre todo por respeto a los más débiles».

La noche del lunes 18 de mayo, el arzobispo de Bolonia compartió una videoconexión con Julián Carrón en un encuentro titulado “Cuerpos y almas ante el vértigo de la pandemia”. Ambos han publicado estos días un texto sobre este periodo tan dramático (Zuppi, No estamos solos. Creer en tiempos del Covid-19; Carrón, El despertar de lo humano. Reflexiones de un tiempo vertiginoso). Con lenguajes diferentes, el presidente de la Fraternidad de CL y “don Matteo” se encuentran muy cercanos. Que todos hayan vivido la misma situación facilita la comunicación, reconocen ambos.Francesco Bernardi, presidente de la asociación cultural Encuentros Existenciales, recordó la presencia del purpurado en el Duomo, en San Luca, con los taxistas, con los enfermeros. Citó al alcalde Virginio Merola, del PD, que una vez finalizado su segundo mandato se pondrá a disposición del obispo, «que para él ha supuesto uno de los encuentros más significativos de los últimos años». Zuppi insistió en el encuentro, en la cercanía, poniendo en guardia frente a la «banalización de las relaciones». «En el distanciamiento, paradójicamente, la pandemia nos ha acercado, ha causado un profundo cambio. Supone un gran patrimonio de relaciones que no deberíamos desperdiciar».

El miedo es una de las mayores sombras que acecha al mundo y Carrón señala un aspecto que no se puede dar por descontado. «Cada uno, allí donde se encuentre, se ve obligado a movilizarse ante un hecho desconocido tanto en sus dimensiones como en su duración. Hasta los que creían que podrían salir indemnes han tenido que rendirse a la realidad. Los que se habían encerrado en su zona de confort cotidiana no han podido escapar de la realidad». Zuppi ahondó en la cuestión: «La epidemia ha puesto de manifiesto lo que somos, vulnerables pero también capaces de una energía insospechada. El mundo ha entrado en nuestras casas para cambiar la vida sin reparos. Bien pensado, es una humillación. En esta época, la más narcisista e individualista de la historia, hemos descubierto que, como dice el papa Francisco, no podemos ilusionarnos con vivir sanos en un mundo enfermo». La «burbuja» en que nos encontramos llega un punto en que estalla y nos sorprendemos frágiles aunque no hayamos enfermado.

En la pantalla del ordenador aparecían cuatro figuras citadas en los libros que marcan el camino. El abad Pierre, que se entregó por completo a los pobres. «El mal es un misterio que creemos que podemos eliminar nosotros solos», dijo Zuppi. «Luego llegan imágenes sobrecogedoras como las de los camiones cargados de féretros y dolor». Otra imagen fue la del escritor Paul Claudel y su tormentosa conversión. «El dolor», añadió Carrón, «entra por su propio pie y despierta las preguntas más profundas del vivir, nos saca del torpor en que podemos caer. Ni siquiera a Jesús se le ahorró la muerte, ni la angustia que lleva a preguntar a Dios: “¿por qué me has abandonado?”. Pero él pudo afrontarlo llevando en sus ojos la gran presencia del Padre». El cardenal insistió: «El bienestar favorece el olvido y hace vivir el sufrimiento como una culpa que ocultar o un escándalo que censurar».

Luego la imagen del rostro de Etty Hillesum, que pudo librarse de los campos de exterminio pero no quiso abandonar a su gente. «Debemos ser compañeros de camino», señaló Zuppi. «La gente tiene hoy preguntas tortuosas, confusas. El aislamiento ha desvelado una gran fragilidad, pero debemos implicarnos. Corremos el riesgo de actuar como hermanos mayores que repiten “te lo dije” o “por fin lo has entendido”. Nuestra actitud no debe ser la de “tener razón” como el hermano mayor sino la sobreabundancia de la misericordia del padre». Por último, la sonrisa del obispo vietnamita Van Thuan, encarcelado por el régimen durante 13 años. «Podía maldecir al poder», afirmó Carrón, «pero en cambio aceptó su condición como llamada de Otro y vio florecer su humanidad tras los barrotes, y la incidencia histórica de su vocación. Se puede vivir todo, desde la cárcel hasta la pandemia, como respuesta a una llamada. Es una decisión de la libertad».