Beppe, ganadero en la provincia de Cremona

«La fe pone al miedo en su sitio»

Beppe se dedica a ordeñar 300 vacas en la provincia de Cremona. Cuenta su vida cotidiana, a base de prudencia, oración y asombro por las cosas que suceden. «Lo que más quiero es lo que cada día se me da para vivir»
Luca Fiore

Stagno Lombardo, 1.500 almas en la provincia de Cremona. Campos, casas de labranza y granjas. Niebla. En el corazón de la Bassa padana. Aquí es donde Beppe se ocupa del ordeño de 300 vacas que abastecen a las lecherías de la zona. Se ordeña dos veces al día, siete días a la semana, todo el año. Su trabajo continúa «con atención a todas las indicaciones que se nos dan, pero si alguien enferma habrá que cubrir turnos, porque las vacas no pueden esperar».

La de Cremona es una de las provincias más afectadas por la epidemia del coronavirus. «En mi pueblo hay gente en cuarentena o que sus padres han dado positivo y están ingresados», cuenta Beppe. «Son amigos de la comunidad. Una tiene a sus padres ancianos enfermos y ella también está enferma. Hay preocupación, pero se trata de respetar las precauciones que se nos piden». Beppe tiene cuatro hijos. El mayor estudia Economía en Milán. El segundo quiere empezar Agrícolas el año que viene. Luego están las dos pequeñas: una de once y otra de nueve. Estos días todos están en casa. No queda otro remedio que estar juntos. Y nos observamos más.

«El día de Ceniza seguimos la misa del obispo en directo por la televisión del salón. Era impresionante ver el Duomo vacío. Pero también me llamó la atención lo que veía a mi alrededor: nosotros, delante del televisión, nunca estamos así. En silencio, bien sentados. También hicimos una colecta que llevaremos a la parroquia cuando se pueda».



En cierto momento, cuenta, corrió la voz de que el párroco iba a repartir la ceniza fuera de la iglesia, de uno en uno, sin multitudes. «Nosotros también fuimos. La gente fue llegando a cuentagotas. En silencio, ordenadamente. Sin apretarse y respetando las distancias. Mayores y pequeños, gente de todo tipo. Pensé: mira cómo ayuda la fe a vencer el miedo. Fue una ocasión en la que volvió a hacerse evidente que estamos en manos de Otro y que la Iglesia nos ayuda a recordarlo».

La fe ayuda a vencer el miedo. ¿Pero cómo? «Veo que nos permite ver mejor las cosas como son, por ejemplo que hay que ser prudente en todo, pero pone al miedo en su sitio. Permite que no sea la última palabra. Y así uno puede continuar haciendo lo que hace sin bloquearse. Eso es lo que me enseña el movimiento, lo que nos transmitió don Giussani».
Y añade que también le ayuda contarse las cosas. «Hablar con los amigos. “¿Sabes algo de este? ¿Y del otro? Hay que rezar…”. Nunca había rezado tanto: por los que están enfermos, por los que están en riesgo».

Beppe insiste en que lo mismo vale con los hijos. «Hablamos, me cuentan sus trucos para obviar la imposibilidad de verse… Hasta consiguen ensayar con la orquesta. Mandan al maestro los videos tocando y él los comenta y corrige. Estas cosas me asombran». El asombro. Tal vez ese sea el verdadero signo de que el miedo, en medio de la dificultad, no ha vencido. Asombrarse de las cosas bellas que suceden, por pequeñas que sean.

«Luego, cuando oí decir a mi hijo que no tenía miedo porque tenía ante sus ojos a adultos el rostro de adultos con certeza, bueno, volví a maravillarme. No me lo esperaba. Pensé: ¿qué he hecho yo? Nunca me he preocupado de su fe sino más bien de la mía. En estos años no he hecho otra cosa que invitar a mis amigos del movimiento a casa y llevarlos conmigo cuando iba a ver a mis amigos. Así que pensé: debo seguir educándoles dejándoles ver que yo soy educado».
¿Y ahora cómo lo siguen haciendo? «Dando a las cosas su peso justo, que no quiere decir preocuparse sino ser realistas. Respetar las indicaciones sin obsesionarse: viviendo lo que Dios nos da cada día. Lo que más quiero es lo que cada día se me da para vivir».