Mensaje de Julián Carrón por la muerte de Luigi Valentini

El sacerdote italiano conoció CL en 1965. Durante 40 años fue misionero en Brasil, donde abrió centros de acogida para niños de las favelas. Las palabras del presidente de la Fraternidad
Julián Carrón

El 4 de marzo murió Luigi Valentini, sacerdote de Porto San Giorgio (Fermo). Tenía 84 años. En los años sesenta conoció a don Giussani y el movimiento. Desde 1970 era misionero en Brasil, primero trabajando en una parroquia de la periferia de Sao Paulo, luego como capellán universitario. El encuentro con la realidad de las favelas cambió su vida. Nació en él la intuición de abrir centros diurnos de acogida para niños a los que sus padres dejaban solos durante su horario laboral. Su obra, además de Sao Paulo, se extendió a Belo Horizonte, Salvador de Bahía y Samambaia. El ayuntamiento de Sao Paulo le otorgó la ciudadanía de honor en reconocimiento al valor educativo de su obra.
Julián Carrón ha querido escribir este mensaje a sus amigos en Italia y en Brasil.


Queridos amigos:
La larga historia de Luigi Valentini dentro de la gran compañía del movimiento, en Las Marcas y en Brasil, es signo de su fidelidad a Dios y a su encuentro con don Giussani, que revolucionó su vida. Y sobre todo es signo de la fidelidad de Dios a él; se lo oí decir en los Ejercicios de sacerdotes de 2008, cuando intervino para hablar de la «maravilla que se despierta en mí últimamente por la fidelidad del Señor; es fiel incluso cuando uno le olvida. Conocí el movimiento en 1965. En 1967, viviendo la vida del movimiento, misteriosamente –aún no puedo explicarlo– me encontré haciendo un viaje a Brasil». Después de un tiempo, volvió como misionero y se quedó durante muchos años, dando vida y sosteniendo muchas obras educativas.

De regreso a Porto San Giorgio, en el verano de 2008 recibió la visita de Cleuza y Marcos Zerbini –nuestros grandes amigos de Sao Paulo–, que durante un encuentro con la comunidad dijeron: «No sabéis el tesoro que tenéis al haber encontrado el movimiento». Don Luigi recordaba que al día siguiente, pensando en aquel encuentro, se decía para sí: «¡Fíjate lo fiel que es Dios!».

Por ello, en esta hora –marcada por el dolor de la separación– la gratitud es lo que llena el corazón ante las maravillas que el Padre realiza en la vida de los que ceden al atractivo de Cristo. Creo que valen también para don Luigi las palabras de don Giussani en la plaza de San Pedro el 30 de mayo de 1998: «También en mí la gracia de Jesús, en la medida en que he podido adherirme al encuentro con Él y comunicarlo a los hermanos en la Iglesia de Dios, se ha convertido en una experiencia de fe que se ha desvelado en la Santa Iglesia, esto es, dentro del pueblo cristiano, como una llamada y una voluntad de alimentar a un nuevo Israel de Dios […] Lo que podría haber parecido una experiencia singular, al máximo, se convertía en protagonista de la historia y, por ello, en instrumento de la misión del único Pueblo de Dios».

A esta misión estamos llamados –cada uno personalmente y todos juntos–. Pidamos la sencillez de este amigo nuestro que ha llegado a la meta de su camino, para sorprendernos constantemente ante los signos de la fidelidad de Dios en nuestra vida, de modo que Su presencia en el mundo brille en nuestros rostros.