Giorgio Pontiggia

Giorgio Pontiggia. «Algo que permanece presente»

La misa a los diez años de su muerte, celebrada por Julián Carrón en el instituto Sacro Cuore, del que fue rector durante más de veinte años. Un «padre para muchos», porque «aceptó, ante todo, ser hijo»
Luca Fiore

Algunos de los que trabajaban con él cuando era rector del Instituto Sacro Cuore de Milán le llamaban afectuosamente “el magnífico reactor”. Lo hacían para referirse a su vehemencia, su impetuosidad, su pasión por la vida que a veces expresaba con una energía sorprendente. Giorgio Pontiggia fue un gran educador al menos de tres generaciones de jóvenes: en los años sesenta en la parroquia milanesa de Santa Maria alla Fontana y en el Liceo Cremona, aparte de los que pasaron por allí durante sus 23 años al frente del Sacro Cuore y todos los que conoció, en el último tramo de su vida, en Portofranco, el centro de ayuda al estudio que él mismo fundó. Murió el 19 de octubre de 2009, hace diez años, y muchos de esos jóvenes, hoy adultos, se dieron cita en la misa por su aniversario, celebrada por Julián Carrón en la capilla de la escuela de Via Rombon.

«Para nosotros los cristianos, estos aniversarios no suponen simplemente un recuerdo del pasado sino una ocasión para mirar lo que permanece: algo eterno», dijo el presidente de la Fraternidad de CL durante la homilía. «¿Qué mérito tuvo don Giorgio, qué es lo que sigue siendo decisivo en nuestro presente? Se “afanó en la predicación y en la enseñanza”, como dice san Pablo al describir los méritos de los presbíteros. Nosotros somos testigos de ese mérito, hemos visto hasta qué punto vivía conquistado por lo que comunicaba. No era una enseñanza fría ni una serie de instrucciones para el uso». Lo que se celebra en este aniversario, prosiguió, «es lo mismo que fascinó a don Giorgio, porque si fuera algo del pasado sería demasiado poco para poder ser útil para nosotros, que muchas veces nos vemos golpeados por las dificultades de la vida. Si no fuera Algo presente, como lo fue para él, no podríamos vivir realmente fascinados».

Misa en el Sacro Cuore el 16 de octubre

Carrón habló de la paternidad que Pontiggia vivía con muchísimos jóvenes. «Tenía su punto original en la fascinación que Cristo ejerció en él toda su vida. Eso es lo que lo convirtió en una auténtica autoridad, que se expresaba como paternidad. Él aceptó, sobre todo, ser hijo, dejando que su vida entera estuviera aferrada por la paternidad de don Giussani. Aceptando ser hijo, se convirtió en padre de muchos». Luego, dirigiéndose a los presentes, añadió: «Vosotros lo habéis podido ver y el resultado es algo presente: estáis aquí hoy».

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El Evangelio hablaba del encuentro de Jesús con las mujeres de Jerusalén de camino al Calvario. «No lloréis por mí». A propósito de ello, comentaba Carrón: «Cristo les exhorta a no quedarse a un nivel sentimental, las introduce en esa realidad última que se esconde bajo la apariencia. Las invita a entrar en el misterio que Él está testimoniando en ese momento: su relación con el Padre. Está entregando toda su vida al Padre, es un abandono total al Padre que lo que hace posible generar. “Si el grano de trino no muere, no da fruto”». Eso es lo que enseñaba don Giorgio, esa es la tarea a la que su filiación con don Giussani le llamó, la misma a la que estamos llamados nosotros. «También nosotros podemos llegar a generar a otros, fascinados por lo mismo que fascinaba a don Giorgio, siguiendo el camino que él nos marcó entregándose sin límites por nosotros. De esa gratitud que sentimos por el encuentro con Algo presente, que nos plasma ahora, puede nacer esta continuidad. No porque seamos mejores sino porque entre nosotros está Aquel que le fascinó».

Para Carrón, esta es la herencia de Pontiggia: «Habernos permitido encontrar Algo que permanece en el presente. Él nos ha testimoniado algo que sigue presente hoy». Y terminó diciendo: «Pidamos a la Virgen que nos dé esa sencillez que permitió a don Giorgio ser ese bien que cada uno de nosotros ha podido experimentar en su propia vida».